¹¹. mamá

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Pete tenía un nudo en su garganta ante la penosa imagen que mostraba Macau en ese momento.

Vegas debía estar hablando con alguien, debía estar ocupado, si, porque era la única manera de que no estuviera allí con su hermano menor.

Se notaba que Macau intentaba controlar su llanto, pero podía ver como sus hombros temblaban incontrolablemente, su rostro cubierto con sus manos e intentaba silenciar sus hipidos.

—Macau— susurró, sin poder soportar el encontrarse a su lado y no hacer nada.

Posó una mano en la espalda de Macau, sintiendo como respiraba pesadamente, intentando responderle, secó sus mejillas con rudeza, girando su cabeza para mirarlo.

—¿Por qué estás aquí, P'?— preguntó con voz ronca en un murmullo.—No deberías estar aquí.

—Lo sé, sé que probablemente te hago sentir incómodo, no conozco a tu mamá, no te conozco...— Pete le dijo, su voz sonando suave y confortable.—Pero quiero estar con ustedes, ¿sabes? Quiero a Vegas, y Vegas los quiere a ustedes, los quiere mucho, así que estoy aquí, te guste o no.

—No me gusta.

Pete tragó saliva.—Lo sé.

—No, no lo sabes, no me gusta esto— la voz dura de Macau tambaleó, volviéndose inestable.—Es mi culpa, ella ya estaba mal, tenía varios días enferma, la cuidaba y le cocinaba, pero- no hice nada. No hice jodidamente nada.

—No es tu culpa.

—Pasaron semanas en los que pude hacer algo— contradijo el menor.—Pude decirle a Vegas, pude intentar hacer una mierda para ayudar a mi mamá, ¿y qué hice? Nada.

—¿Por qué no llamaste a nadie?

—Mi mamá me lo pidió, lo retrasó varios días pensando que era una gripe, malestar o cansancio, decía que iba a mejorar— explicó Macau, jugando nerviosamente con sus dedos.—Después me impidió llamar a Vegas, temía que Kan me alejara de ella y esas cosas, me hizo retroceder cada vez...

Macau tensó su mandíbula y cerró los ojos, las lágrimas rodando por sus mejillas.

—Estoy muy asustado, creo que moriré— farfulló con la voz quebrada.—Oh, Dios, siento que no puedo respirar.

Pete rodeó los hombros de Macau con su brazo intentando consolarlo, ese contacto cálido atrajo a Macau, como un cachorro en busca de cuidado, de atención. El mayor lo agarró en un abrazo, fuerte, seguro, y eso hizo llorar a Macau de nuevo.

—No es tu culpa, Macau. Sabes que no estás solo, no, yo estoy aquí y puedes llorar— Pete le acarició el cabello.—Si quieres compañía, estoy aquí, si quieres que llore contigo, lo haré. Me tienes a mi y a Vegas, él te ama.

Macau sollozó ahogadamente, su puño apresando su pecho con fuerza, sentía como el aire no entraba a sus pulmones y eso empezaba a desesperarlo, el miedo carcomía cada célula de su cuerpo y no podía pensar en otra cosa que no fuese el que iba a morir ahogado, allí, en medio de la sala de espera de un hospital como un idiota y sin nadie que pudiese velar por el, moriría antes que su mamá, moriría y no podría despedirse, moriría como un cobarde.

—Vas a estar bien— susurró Pete, tomando su mano y apretándola con fuerza.—Estoy aquí, no voy a irme, aunque quieras echarme, no me iré. Concéntrate en mi.

El menor asintió repetidamente, sus dedos lastimando los brazos de Pete por la fuerza con la que se aferraba a él, centrando su atención en el toque del mayor, en como le palpaba la espalda y en su respiración, trató de seguir su respiración, fallando un par de veces en el intento, hasta que lo logró.

(don't) let me go [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora