Aprendiendo a cuidarlo.

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Tom miró al pequeño bebé y sonrió, maravillándose de que aquel ser tan perfecto, hubiera estado dentro de su cuerpo. Definitivamente todo había valido la pena.

– ¿Así que eras tú el que me pateaba por las noches? ¡Me dolía! ¿Sabes? – le recriminó con una sonrisa.

El bebé dejó de llorar y miró al rastudo. Sus ojos, que permanecerían grises por un tiempo, brillaron y de repente sonrió y alzó sus manitas hacia su padre, tratando de alcanzar su rostro y aun sonriendo.

Tom arqueó las cejas con sorpresa y se inclinó, pero su rostro se contrajo con dolor. La herida había punzado y ahora le subía por la columna. Su piel se tornó chinita.

– ¡Tom! – Bill fue a su encuentro y pasó la mano por su frente – No hagas esfuerzo, mejor...

Se agachó y tomó al pequeño David entre sus brazos. Luego lo colocó sobre el pecho de su gemelo, quien lo abrazó ipsofacto. Así se quedó unos minutos, hasta que el bebé comenzó a llorar de nuevo. Entonces le apartó y el menor lo regresó al caparazón.

– ¿Y ahora, qué querrá? – preguntó Bill, algo irritado.

– Tal vez tiene hambre – sugirió el rastudo.

El menor de los gemelos extendió su mano y toco la piel del rostro de David.

– ¿Tienes hambre, pequeño? ¿Qué comes? – mientras lo decía, pasó por la boca del bebé y éste lo atrapó entre sus labios y comenzó a succionar.

– ¿Querrá fruta? – sugirió el mayor desde su lugar.

Bill no contestó, pero se levantó y fue por un mango. La acercó a la boca de la cría, quien la rechazó y berreo con fuerza.

– ¡Intenta otra cosa!

Chasqueando la lengua, el menor tomó la mitad de una papaya. La acercó a su boca y todo el jugo se derramó en el rostro de David, quién negó enérgicamente y comenzó a llorar más fuerte. El rostro de Tom se afligió y extendió los brazos, pidiendo a su hijo.

Cuando ya lo tuvo en los brazos, lo colocó sobre su pecho de nuevo, pero esta vez la cabeza del bebé quedó sobre uno de sus pectorales. El mayor negó y miró a Bill con ansiedad, pero algo mojado en su pecho lo sorprendió. Bajó la mirada. David estaba prendido de uno de sus pezones y succionaba con fuerza. Intrigado, el mayor lo apartó de sí y observó la sustancia blancuzca que emanaba de él.

– ¿¡Es... leche!?

Ninguno podía creerlo. De su cuerpo brotaba aquel líquido que por largos años no habían probado.

– Sí...

A la mente de Tom llegó un recuerdo. Una vez más, de su tía. Recordaba cómo había alimentado a su primo, cuatro años más chico que ellos, la leche brotaba de su pecho. Ahora comprendía por qué sus pectorales se habían agrandado.

El recuerdo vino, pero no dijo nada al respecto, solo se quedó arrullando al bebé y alimentándolo.

...

De ahí en adelante tomaron una rutina especial.

Esa misma noche descubrieron que no podrían dormir tranquilos por mucho tiempo. El bebé los despertó alrededor de las tres de la mañana. A esa hora tuvieron que volver a alimentarlo. Tom lo hizo, en medio de la conciencia e inconsciencia. Cuando terminó el bebé de comer, fue Bill quien tuvo que retirarlo del pecho de su gemelo, pues el menor se había quedado totalmente dormido. Pensaron que había pasado ya por todas las sorpresas, pero estaban equivocados.

A la mañana siguiente les sobrevino otro imprevisto. David despertó llorando. Bill, acostumbrado ya a pesar de ser tan poco tiempo, tomó al bebé y lo colocó sobre el pecho del otro, pero el bebé siguió llorando, negando y pataleando.

– ¿Y ahora? – preguntó el menor, confundido.

Tom lo cargo y lo acercó a su rostro, pero no llegó si quiera a diez centímetros de su rostro, porque el mayor lo apartó con una mueca de asco.

– ¿Qué? ¿Qué tiene?

– Creo que tienes algo que hacer – dijo riéndose el otro.

– ¿Por qué? – su hermano no contestó, pero le tendió al niño. Bill lo acercó y se dio cuenta de lo que quiso decir – ¡Oh, David! – gruñó con el ceño fruncido – Tienes un problema.

Tom comenzó a carcajearse, como respuesta a la expresión confundida de Bill, que no sabía qué hacer y mantenía al bebé en alto y lejos de sí mismo.

– Solo límpialo.

– Sí, ya sé, pero... ¿cómo?

– ¡Pues con agua y con alguna tela! ¿Cómo que cómo? Busca algún trozo de tela que no utilicemos, lo llevas a la costa y lo limpias ¿te parece?

Bill hizo una mueca con los labios, pero tomó al niño con un brazo y con su mano libre comenzó a buscar alguna tela. Ese hecho marcó su rutina oficialmente. Por la mañana Bill limpiaba a David. Luego Tom lo alimentaba. Al medio día el menor se ocupaba de la herida de su hermano. La tarde la pasaban juntos, Bill y Tom, mientras David dormía.

...

Pasó un mes antes de que Tom pudiera volver estar de pie. En cuanto la herida sanó; sólo quedó una fina línea, unos tonos más clara que su piel, apenas visible en su vientre; se paseó de aquí para allá con David en brazos. Poco a poco, conforme retomó las tareas que tenía hace unos meses, su estómago comenzó a volver a la normalidad, aunque pasó medio año, antes de que su abdomen se marcara como antes.

...

Dos meses y medio después de que David llegó a sus vidas Tom encontró a Bill formando lanzas con delgado palos de madera. Las formaba con recelo en sus ojos, y con violencia en sus manos. 

La laguna azul - TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora