Hace muchos años, poco más de una década, existió una niña. Una niña solitaria. Aislada. Rechazada.
Esta niña tenía amigas, y uno que otro amigo, pero se sentía sola. No había nadie de verdadera confianza a quien contarle sus problemas.
Ni sus deseos.
Ni sus sueños.
O bueno, tal vez, sí la había.
Esta persona era mucho mayor que ella. Miento de nuevo: no le sacaba tantos años.
Ambas vivían en la misma casa, pero no fue hasta un día cualquiera que esa mujer se mostró dispuesta, y feliz, de escuchar todo lo que la pequeña niña tenía en su corazón.
Esa mujer nunca abandonó su sonrisa, ni aunque hablara por horas. Y si lo hizo, la niña nunca lo notó. No encontraba la forma de agradecerle por escucharla tan atenta.
-Lo siento, no puedo evitar hablar tanto, y temo que si no me callo ahora te aburrirás.
-¿Por qué lo haría si me encanta escucharte?
Los años seguían pasando, y la niña se volvía cada vez más parlanchina. Sin embargo, esa mujer seguía mostrando el mismo interés con que en un principio la escuchó; incluso empezó a compartir con ella sus mismos gustos.
-¿Por qué la estás viendo sin mí? - le reclamó en una ocasión al ver la pantalla.
-No sabía que también te estaba gustando Bridgerton.
-¿Cuánto avanzaste?
-10 minutos desde donde nos quedamos ayer.
-Regrésale, la continuaré contigo.
Aún así, no todo era diversión. Además de ofrecerle sus oídos para hablar de todo y de nada al mismo tiempo, le obsequió miles de consejos y mucho apoyo moral cuando la vida la golpeaba tan fuerte que la derribaba. Lo cuál ocurría bastante seguido.
Hubo una noche, después de que le rompieran el corazón por tercera ocasión, en la que la ahora adulta lloró en sus brazos sin saber cómo debería sentirse. Sólo quería dejarlo salir todo.
-Siempre salgo perdiendo - moqueó.
-En realidad, ganaste. Te libraste de un patán.
-Del tercer patán.
-Del tercer patán, sí - acarició su espalda -. Aún estás chiquita, tienes mucho por delante. Si no lo fuerzas, te toparás con el príncipe de tus sueños.
La muchacha no dijo nada, estaba demasiado decaída. El chocolate de la farmacia no había sido suficiente, pero la mayor tenía un as bajo la manga.
-Hagamos una noche de chicas. Tú y yo
-¿Eh?
-Hagamos una maratón de películas. Veamos películas de Disney Channel, no importa que no me gusten, sólo quiero que te animes.
-Eso es para chicas jóvenes.
-Oye, calla, que me enojo.
-No lo decía con esa intención. Me refiero a que eso es algo que debería hacer con amigas.
Hubo un momento de silencio. Cualquiera se ofendería pensando en lo mucho que han atravesado juntas, mas no había por qué dada la relación que comparten.
-Conmigo también puedes hacerlo - insistió -, ¿quién dice que porque tengo cuarenta y siempre años no puedo hablar de actores guapos y de BTS?
Su sonrisa se ensanchó, había logrado arrancarle una risita a la muchacha.
-¿Es raro que te considere mi mejor amiga?
-Permíteme desmentir lo que tantas veces has visto en las películas: realmente es posible, y no está mal, encontrar a tu mejor amiga en tu mamá.
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A M I G A S
SpiritualMami, no tenía ni idea de qué podría regalarte en un día tan especial, hasta que se me ocurrió darte algo que sólo yo podía crear: un pequeño cuento. Como ya sabes, las palabras son mi fuerte (más escritas que hablas, pero aún así). Permíteme obsequ...