One shot

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Quackity siempre se preparaba con ropa abrigada antes de salir a cualquier lado, aquel día no sería la excepción, con un suéter de tejido blanco, una camiseta a botones de manga larga blanca y unos jeans blancos ajustados, conjunto a sus zapatos de charol negros que brillaban más que su futuro.

Claro que no faltó aquella gorra de color blanco hueso.

Una cosa mala de trabajar de noche y que sus padres le castigarán las llaves del auto era el metro, tan tedioso y de tan mal olor.

Aunque el en el fondo sabía que había sido de poca gracia chocar el bonito Kia blanco por un berrinche.

El asco que sentía al pensar en algo tan simple como sentarse en uno de aquellos asientos era jodidamente grande.

Por lo que lo único que hacía era aferrarse a un tubo de metal con los guantes de tejido celestes hasta llegar a la parada.

Caminando tranquilamente por las calles poco transitadas de aquel lugar lleno de gente multimillonaria llegó a el oxxo de la esquina, donde cumpliría con su primer día como trabajador.

Era solo un mes. Era lo que cada día se repetía, quedaban dos semanas.

Solo tenía que atender algunos cuantos clientes que serian contados ante las horas. Despidiendo a Rivers y Roier, los trabajadores del día con la mano soltó un suspiro tomando un cubre bocas celeste de por allí y sentándose en el banco de madera, pero había un problema, no sabía si era el banco o el hecho de que el era muy bajito pero no llegaba a ver nada fuera de aquella gran caja.

Rindiéndose recordó las palabras de Roier. "-Rivers utiliza el banco del almacén porque está muy chiquita, a lo mejor tu también lo ocupas.", Creyó que solo había bromeado pero no había sido así. Era un chaneque de mierda y ya está.

Luego de un rato, ya sentado en un banco mucho más grande, llego un nuevo cliente, eran las tres de la madrugada.

-Buenas noches! En qué te puedo ayudar?-pregunto con una vos casi robótica, tampoco es que pudiera empatizar con un chico que tenia toda la pinta de pandillero.

Hasta ese momento solo habían llegado cuatro personas, dos borrachos, un cachondo en busca de condones y un adolescente que se llevó dos cafés americanos, un estudiante, fue lo que pensó.

Ahora cinco con aquel muchacho que seguramente pasaba de los veinticuatro, por la altura, sus pasos y su postura, además de sus aparentes pocas ganas de vivir. Había pasado de largo ignorando sus palabras.

Aprovecho para observar su vestimenta, pantalones cargo negros, camiseta blanca arrugada y mal abotonada con una chaqueta negra de cuero, botas de cuero negras también en conjunto a su gorra y lentes de sol que no le dejaban ver más allá.

Por un momento creyó que estaba buscando una botella de vodka o algo parecido.

-Necesita algo mas? Podemos ayudarle con algo?.-pronuncio está ves con una vos más tranquila, no podía pasarle nada malo, era solo un chico de su edad de una altura alta de película pero seguía siendo un veinteañero.

Realmente era imposible que le hiciera algo malo. Cierto?. A sus diecinueve años nunca había sentido la llamada sensación de "miedo", lo más parecido había sido el odio combinado con la tristeza o la decepción.

Esa no era la excepción.

-Tu y tu boquita podrían ayudarme con algo, si, un beso para llevar no me vendria mal.-Con vos monótona el de cabello rizado pronunció, aparente diversión haciendo un deje.

En ese momento Alexis asintió en forma de afirmación creyendo que habia dicho algun nombre raro de alguna pastilla, no le estaba prestando verdadera atención, llevaba dos días sin dormir.

-Un Belasel entonces?-pregunto el ladeando la cabeza sin saber si siquiera esa palabra existía, una risita suave fue lo que recibió.

-Bebé. -su vos neutra pasando a una ronca. Una que le puso los pelos de punta, tanto la vos como el repentino agarre firme a su barbilla.-Presta atención, he dicho un beso.

Sostenido con su propia mano la ajena, ambas manos cubiertas por guantes, sus propias y pequeñas manos cubiertas por aquella lana celeste con ositos polares y las ajenas en cambio largas y cubiertas por cuero negro y orificios en los dedos, cierres y broches.

Estaba notando un piercing en el labio inferior ajeno y vaya que le estaba tentando.

-Entonces hazlo, estamos para servir a nuestros clientes.-pronuncio en broma creyendo que el contrario también estaba bromeando. Pero obviamente se equivocó.

Que clase de extraño te pide un beso en joda?

Tomándolo desprevenido el más alto arranco el cubre bocas de su lugar, llegando a romper las tiras y tirándolo al costado, para de esa forma acercarse a a la boca contraria, mordiendo el labio superior, luego el inferior, sacando jadeos de parte del contrario y haciéndolo temblar y encogerse en su lugar sin llegar a mover los labios como tal, eso era suficiente para saber que era su primer beso.

Finalmente decidió profundizar succionando el labio inferior sin pudor y adentrando la lengua en cuanto ambos labios fueron separados, comenzando un vaivén de lenguas y una danza de labios, con sonidos obscenos de parte de la garganta inexperta y la saliva entre sus belfos.

Todo ese tiempo sosteniendo la cabellera castaña del chico frente a el, obligándolo a estar todavía más cerca de lo realmente necesario.

Fue hasta que el menor dio ligeros golpes en su pecho por la falta de aire que soltó sin delicadeza la cabeza ajena, dejando de succionar y mordisquear ambos labios de manera brusca, logrando hacer retumbar un sonido tan húmedo como la mierda.

Notando los ojos nublados del chico en frente suyo, el ladrón de besos supo que era momento retirarse. Habiendo llegado a las puertas de vidrio, volteo atrás, exclamando...

-Gracias por los besos y bebida gratis!- Conjunto a una sonrisa burlesca levanto la lata de Speed en la mano izquierda, la que no había usado para sostenerle la nuca.

Y salió triunfante.

A Alex le habría gustado seguirlo y pedirle el respectivo dinero, pero, a demás de que sus piernas temblaban tanto como chile, el poste de luz que le habia robado un beso se había ido en una motocicleta negra a la velocidad de la luz.

Entre tanto no se había dado cuenta de que su gorra se había caído por el agarre del mayor, agachándose, al recogerla una tarjeta de regalo de Netflix tenía, con marcador, un número de teléfono escrito.

Al instante supo de quién era.

Delincuente. Spreen X Quackity/SpreenckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora