1~Marcos

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"My hand was the one you reached for, all throughout the Great War"—Taylor Swift

Para mí, por haber sobrevivido a nuestra historia y por haber sacado algo tan bonito de ella.

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Salgo por la puerta de mi casa e instantáneamente me viene el olor a pólvora que inunda las calles. El miedo se apodera de mí una vez más, cuando dejo atrás mi casa todas las semanas, a la misma hora, los domingos por la mañana.

Me aseguro de haber cerrado bien la puerta de casa y paso entre el camino de asfalto que se abre entre el césped de nuestro antiguo jardín, el cual ahora está demasiado seco por la falta de agua, y llego a mi destino.

El buzón azul me mira vacilante, siempre he odiado este proceso, nunca me ha gustado tener que ser yo quien hiciera esto, pero no puede hacerlo nadie más de mi casa. Es uno de mis deberes desde que el conflicto civil estalló.

He tenido que hacer esto todos los domingos desde que el rey se vino arriba y se olvidó de nosotros, de nuestra economía y de nuestros derechos. Compró millares de propiedades para su propio lujo de manera ilegal, usando el dinero del país y dejándonos a nosotros sin nada. Creó relaciones con otros países con fiestas en su palacio, derrochando el dinero en festines de comida y vestidos para sus hijas, las que serían princesas en el futuro.

Como ya podríais deducir, nuestro país cayó en crisis y lo peor de todo, cayó en guerra.

La sociedad se dividió en dos bandos generales: los que estaban a favor del rey y los que no.

La guerra empezó días más tarde de que se reclutaran a todos los hombres mayores de dieciocho años de todas las familias que formaban esta región.

Esto hizo que todas las familias se quedaran sin padres ni abuelos, por lo menos hasta que la guerra se diera por terminada.

Por suerte, yo aún no cuento con mi mayoría de edad, me queda relativamente poco para ella, pero de momento soy uno de los hombres que pudieron quedarse en casa.

Miro al buzón como tantas veces lo he mirado. Con miedo. Terror de que no estuviera dentro lo que mantenía con vida a mi familia. Sacudo mis manos para liberar tensiones y pensamientos negativos y abro la puertita azul que chirría por falta de un repaso de aceite.

Echo un suspiro de alivio cuando inserto la mano y toco la tarjeta de cartón duro. Esta tarjeta es la que todos los domingos nos envían a cada familia. Las famosas cartillas de racionamiento.

Como si no fuera poco, no solo tenemos que recogerlas, sino que también debíamos de cruzar media ciudad para llegar al centro de esta, donde se encontraba el ayuntamiento. Esto no sería un problema si la ciudad no estuviera llena de soldados disparando a los contrincantes del bando opuesto para ganar terreno en la zona contraria y así poder ganar la guerra.

Aunque se supone que está prohibido disparar a civiles o a personas que no llevasen el uniforme militar, yo siempre tiritaba cuando iba entre callejuelas para llegar al ayuntamiento, cosa que estaba haciendo ahora mismo.

Silencio es lo único que escucho. Nada se oye a esta hora de la mañana.

Mi ciudad siempre ha sido encantadora. Mi barrio estaba lleno de casas de distintos colores que en conjunto parecían una postal sacada de un cuento. Había edificios altos y otros mas bajos, por lo que la gente también vivía en pisos, no solo casas.

El suelo de la ciudad era de grandes baldosas de piedra y por la noche, la luz cálida de las farolas reflejaba su luz en ellas. Por no hablar del aroma floral que siempre había debido a que el ayuntamiento siempre decoraba las calles con pequeñas partes con flores que, gracias al viento, dejaban un aroma único.

Banderas BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora