Capítulo dos: Me preocupo por ti.

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Bueno, si el Taiyaki no había funcionado, entonces llevarlo a su lugar favorito lo haría.

Aunque eso en realidad no sería del todo posible.

El lugar preferido de Minghao es la casa de sus padres en China, ¿sería posible llevarlo a su país natal por un día? La respuesta es no.

Pero halló una alternativa bastante buena: llevarlo a la feria.

¿Acaso no era algo agradable?

A Minghao le gustaba ese lugar e iba seguido, sin embargo, últimamente no había tenido tiempo de salir de casa tanto como quisiera debido a la apretada agenda en la universidad a causa de las pesadas tareas. Así que irían allí con la intención de pasar un buen rato juntos. Y tal vez, si se animaba a hacerlo, podría confesarlo todo.

Aunque cabe aclarar que en realidad esa no fue completamente su idea, debía darle crédito a sus amigos, quienes fueron los que organizaron una salida en grupo para divertirse y tomar un poco de descanso de la abrumadora vida de estudiante universitario.

Quizá debía agradecerles, pero ir acompañado por más de tres personas no era lo ideal ya que Jun no tendría la oportunidad de pasar tiempo a solas con Minghao tal como quería.

Aunque, para ser sincero, en ese momento lo estaba pasando bastante bien.

Jun miró una vez más su mano y sonrió embobado.

El panorama era increíble. El grupo se había separado para dirigirse a distintas atracciones, así que caminaba entre la multitud por las estrechas calles dentro del parque tomado de la mano con Minghao, con este último riéndose de él al verlo tropezar con una piedra.

El lugar era alumbrado por series de luces de colores que rodeaban los árboles y que también estaban colgadas en lo alto, justo por encima de sus cabezas.

No sabía si el clima se había compadecido de él, pues en la mañana el cielo había estado tan oscuro por las grandes nubes grises cubriendo el sol, que pensó que ya no podrían salir, pero en ese momento estaba perfecto. Despejado, aunque un poco frío.

Tras varios minutos solo dando vueltas por el parque, finalmente se detuvieron cuando el estómago de Minghao rugió al ver los algodones de azúcar desde lejos. El menor arrastró a Jun hasta el pequeño puesto de dulces para pedir uno de color morado.

Mientras su amigo pagaba, Jun divisó un puesto repleto de peluches de felpa y sintió como si un foco se prendiera en su cabeza.

Esta vez fue él quien arrastró al castaño para llevarlo frente a los peluches.

Tenía que ganar uno para Minghao.

Recorrió con la mirada cada uno de los peluches, hasta que encontró el indicado. Un osito blanco con un corazón dibujado en su estómago que decía "Te amo".

Era muy conveniente. ¿Esta sería la oportunidad de Jun para confesar sus sentimientos?

—Vamos, Junnie. Tú puedes. —Minghao lo animó dándole un par de golpecitos en el hombro.

Tomó la pistola de plástico para apuntar directamente al blanco y suspiró. No debía tomárselo tan a pecho, pero sentía que era un asunto de vida o muerte, no podía perder tal oportunidad.

Observó a Minghao. Sus mejillas lucían más regordetas debido a la forma en la que comía el algodón. Él alzó el pulgar como muestra de apoyo.

Finalmente disparó. No atinó en el blanco, entonces le ofrecieron otro premio, uno que Jun no quería.

Y justo cuando pensaba en rendirse, después de tres intentos fallidos, lo logró. El pequeño oso fue puesto en sus manos y Jun entonces se giró hacia Minghao, extendiéndoselo inmediatamente con una sonrisa fija en su rostro que reflejaba lo bien que se sentía de lograr su objetivo.

El contrario lo observó con los ojos abiertos de par en par y las cejas alzadas para luego decir:

—¿Yo?

Jun asintió. Se mordió el labio esperando a que el menor tomara el oso, hasta que finalmente lo hizo.

—Gracias, hyung —Minghao soltó una risa leve—. Es muy bonito.

—No es nada... —Jun pasó una mano por su cuello, rascando levemente la zona mientras tomaba el valor para decir sus próximas palabras—. Te lo dedico.

—¿Me lo dedicas? ¿Qué es lo que me dedicas?

—El mensaje —respondió con la voz temblorosa.

Minghao volvió su vista al peluche y sonrió devuelta.

—¡Oh! Yo también.

El corazón de Jun pareció detenerse por un instante.

—¿De verdad?

—¡Sí! Sabes que eres mi mejor amigo.

Claro, todo había sido demasiado perfecto para ser real.

—Oh... Claro.

Minghao estornudó y dejó escapar un quejido, cosa que alarmó al mayor.

—¿Qué pasa? ¿Te sientes mal? Pode...

—Estoy bien, Jun. —Minghao intentó tranquilizarlo tomando su brazo—. Solo que está bajando la temperatura aquí.

—¿No trajiste un abrigo que calentara más? —Señaló la ropa del castaño—. Mira esto, es casi transparente.

Minghao rio.

—Solo pensé en lo bonito que se veía, no en si me iba a cubrir lo suficiente.

Jun negó con la cabeza, quitándose la bufanda roja que traía enrollada en el cuello, para después colocársela al contrario, quien seguía atentamente sus movimientos con la mirada.

—Sabes que me preocupo por ti.

—Lo sé —murmuró.

Al terminar de acomodar la bufanda Jun seguía con las manos sobre esta, sujetando los bordes firmemente.

Levantó la mirada solo para encontrarse con el rostro contrario a poca distancia. No supo en qué momento se habían acercado tanto que podían apreciar hasta el mínimo detalle en la piel del otro.

Minghao era solo un par de centímetros más bajo que él, pero de alguna forma siempre terminaba sintiéndose como una hormiga cuando estaba a su lado.

Jun tenía una sensación que no podía identificar, podría decir que era como una manada de elefantes recorriendo todo su cuerpo, además su corazón se había acelerado por la intensa mirada sobre él.

Quería saber lo que pasaba por la mente de Minghao, pero su expresión se mantenía indescifrable.

—Será mejor que regresemos con los demás —dijo el castaño, su aliento golpeando el rostro de Jun—, estoy seguro de que nos están esperando en algún punto.

El rubio tardó unos segundos en reaccionar hasta que se alejó evitando hacer contacto visual y, luego de que asintiera estando de acuerdo, retomaron su camino juntos.

Cada uno absorto en sus propios pensamientos.

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