Me acerqué a la puerta del baño lentamente.
-Co... Collin... -lo llamé con la poca voz que me salía del cuerpo.
-¿Ocurre algo? -contestó al momento.
-Em... Sí. Algo relacionado con la sangre -lo dejé caer.
-¿Sangre? -alzó la voz impresionado- ¿Qué quieres que haga?
-Quiero que vayas a una gasolinera y me compres tampax, idiota.
Escuché como suspiraba cerca de la puerta.
-Okay, no te muevas de ahí.
Cogió las llaves y escuché la puerta cerrarse.
Cinco minutos más tarde sonó el timbre.
No podía ser Collin porque había cogido las llaves.
-Mierda. -exclamé al caer en la cuenta de que era el pizzero.
Me puse mi camiseta y los pantalones de nuevo y salí del baño.
Abrí la puerta lentamente.
-Eh... ¡Hola! -sonreí
-Hola -puso cierto tono de pregunta.
-Verás, espero que no te importe esperar unos minutos; mi novio acaba de salir y se ha llevado la cartera...
Me sorprendí al oír salir de mis labios esas palabras.
-Vale... no importa.
-Oh, entra. Toma asiento si quieres.
-No gracias, aquí estoy bien.
-Vale -sonreí por última vez.
No era lo más normal del mundo aquella situación, por lo que no tenia ni idea de como actuar. No es muy común que te quedes en casa de tu amigo tú sola mientras él va a comprarte tampax y de repente llegue el pizzero. No, lo es, así desde que el hombre entró hasta que Collin abrió la puerta, pude ser participe del peor silencio (y el más incomodo, si se me permite decirlo) de mi vida.
-Buenas noches -dijo Collin entrando por la puerta-. Siento la espera, ¿qué le debo?
Abrió su cartera sin soltar la bolsa y le entregó un billete de diez.
-Quédate con el cambio.
-Muchas gracias. Buenas noches y bon apetit.
El chico salió por la puerta y yo empecé a reír.
Collin se unió a las carcajadas segundos después.
-Qué vergüenza -dije sin parar de reír.
Un rato después, Collin me dio la bolsa con la caja de tampax y yo fui a ducharme.
-No tardes, tengo hambre.
-Okay.
Salí del baño con el pelo mojado e intenté peinarlo con los dedos, pero era imposible.
-¡Por fin! -exclamó Collin con las manos arriba.
Yo reí levemente.
Nos sentamos en el sofá frente a la tele y mientras veíamos un programa de 'How do they do it', comíamos pizza con todo tipo de ingredientes. Era imposible identificarlos, había muchos.
Tras terminar, ambos nos retrepamos en el sofá con los estómagos llenos sin decir nada.
Me levanté y fui al baño para recogerme el pelo, que ya estaba seco.
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¿Destino o suerte?
RomanceLlamarlo destino, llamarlo suerte, ¿qué más da? Ambos teníamos claro que si nos conocimos fue por algo. « -No me tienes miedo a mí, sino a lo que sientes cuando estas conmigo. ». Tráiler en el epílogo.