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Cuando todo se acaba, yo deseo el nuevo comienzo. Espero ver que de las cenizas broten flores. A veces tengo la esperanza de que sean flores que nunca haya visto, que el mundo se detenga a mirarlas y nadie vuelva a dejar que el fuego las alcance.

Uno se cansa del fuego y del humo. Las sierras que ardieron ayer deben lamentar la negrura del carboncillo que dejan las quemas y rezar por los huesecillos de los que son menos rápidos que el fuego. Y cuando yo deseo que el mundo arda, desde sus raíces hasta las nubes, rezo a las sierras y a los huesecillos. Rezo por las flores a dioses sin identidad. Ellos me dicen lo mismo.

"Acuérdate, hijo, de que el fuego lo quemará todo".

Y entonces me doy cuenta de que si me quemo yo, ninguna lágrima regará las cenizas y las flores de la sierra no volverán. Vuelvo en mí para verlas volver.

La guerra se acabó y yo la perdíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora