Capítulo 8

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-Quisiera pedir perdón por retrasarnos. –Se excusó Klaus, haciendo gala de sus excelentes modales.- Ha sido culpa mía.

-¡Qué va! Fue idea mía enseñarte la torre del reloj. –Añadió Idunn, para quitarle importancia.

Sin embargo, las disculpas no generaron ninguna respuesta positiva. Si acaso, generaron más miradas de reojo hacia el recién llegado, miradas que incomodaban a Idunn hasta límites insospechados. Desde que el príncipe Klaus entró en la estancia, la tensión se había instalado entre los comensales de más edad. Rapunzel y Eugene no hacían más que mirarse, mientras que Anna había empezado a cuchichear con Elsa. Ninguna de las dos le había quitado un ojo de encima a Klaus, examinándole con detenimiento.

-Elsa, tengo miedo. Incluso su voz, es... Es absolutamente idéntico a... A... Hans.

-Lo sé, Anna. Es difícil no darse cuenta.

-¿Es posible que sea él mismo? ¡Míralo! ¡Si hasta tiene las mismas patillas!

-Anna, no te precipites... Eso es imposible y tú lo sabes. Creo recordar que Hans era mayor que yo. No puede tener aspecto de veinteañero con todo el tiempo que ha pasado.

-Entonces, ¿quién es y qué hace aquí? –El tono de voz de Anna cada vez denotaba más preocupación.- Si tiene alguna relación con Hans, no quiero que se acerque a Idunn.

-Tranquila, Anna. Lo averiguaremos. –Elsa apretó con dulzura una mano de su hermana, con la intención de calmarla.- Aunque ten en cuenta que lo más probable es que sea pura casualidad.

-Demasiada. –La princesa hizo especial énfasis en esa palabra.- Demasiada casualidad.

Ambas volvieron a centrar su atención en la cena, pero todos habían quedado en silencio mientras les servían los primeros platos. Algunos parecían decir con sus miradas más de lo que habían dicho con palabras en toda su vida. Elsa procuraba transmitir toda la tranquilidad que podía a Anna, que a su vez la miraba a ella y a Kristoff alternativamente, buscando apoyo. Él, ajeno a las preocupaciones de la princesa, recibía con entusiasmo una botella de vino que le trajo una chica del servicio.

-Gracias, Ingrid. Tú siempre sabes elegir. Eugene, ¿tú vas a querer?

Briana, por su parte, notó la extraña reacción a la llegada de Klaus. Había empezado a tomarse la cena como una reunión familiar informal, de modo que hizo lo que haría cualquier plebeyo en su casa para relajar el ambiente. Tomó una de las jarras de agua que había en la mesa y se sirvió en su copa, para ofrecer ésta a las personas que tenía alrededor, esperando a cambio recibir una copa vacía para quedársela ella.

-¿Alguien quiere agua?

Le ofreció la copa primero a Erika, que la rechazó agitando la cabeza. Había vuelto a su posición inicial, retraída y triste. Por otro lado, Idunn alargó la mano para agarrar la copa llena, con una sonrisa.

-¡Yo sí! Muchas gracias. Eh... Tú debes de ser Briana, ¿verdad? –Mientras esperaba a que contestara, dio un buen trago al agua y le tendió su copa vacía.

-Sí. Y tú, Idunn, ¿no?

La princesa asintió, mientras Elsa hizo un esfuerzo por volver a la animada y distendida charla que estaban manteniendo antes de la llegada de Klaus.

-Exacto. Ella es Briana. Se estaba presentando antes de que vinieras. Creo recordar que lo último que dijiste es que eras aprendiz, ¿no es así, Briana?

-Sí, sí. –Contestó, mientras servía más agua en la nueva copa.- Aprendiz en una floristería. Cuando cumpla la mayoría de edad, seré trabajadora oficial. He venido a Arendelle desde el ducado de Weselton hace unas semanas, porque allí los negocios de este tipo no prosperan.

Frozen Fractals (Segunda Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora