Capítulo 4.- Hogar.

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Thomas Shelby expulsaba el humo del cigarro que estaba empezando mientras miraba la escena que se desarrollaba enfrente de sus narices. Uno de sus matones, un moreno corpulento con cara de pocos amigos, tenía los nudillos ensangrentados de la paliza que les taba propinando al rubio que se encontraba atado a la silla.

Aquel hombre era uno de los nombres que aparecía en cuanto la familia Shelby había investigado un poco sobre el papel que Evangeline había sacado del despacho de Ewan Smith. El individuo era uno de los informantes más directos de Smith y por ello, la familia Shelby lo había atosigado, perseguido y ahora retenido, para sonsacarle toda la información que necesitaran sobre los negocios de aquel personaje.

Escuchaba como los huesos de las manos de su matón chocaba contra la cara, el pecho e incluso el estómago del rubio, mientras este se quejaba levemente y escupía sangre. Thomas miraba la escena impasible, como si aquello no fuera con él ni con ninguno de los presentes. Arthur estaba a un lado y John al otro.

-¿No deberíamos parar y preguntarle?- susurró este último mientras encendía un cigarro.

-Deberíamos.- declaró Thomas, posando una mano en el hombro del moreno que lo miró aún enfurecido por haber detenido su trabajo. Se apartó hacia un lado, dejando que su jefe se colocara a la misma altura que el secuestrado, echando el humo sobre su rostro magullado.

-¿Y bien? ¿Vas a decirnos lo que queremos saber? ¿O prefieres seguir entendiéndote con nuestro amigo?

-Os lo he dicho... No sé nada.- el hombre tosió, con la cabeza agachada, evitando la mirada del Shelby, que sonreía con placer oculto.

-Entonces, tendremos que seguir... Esfuérzate.- dijo mientras se levantaba y miraba al moreno, cuya mueca de felicidad sádica se reflejaba en sus ojos.

Thomas Shelby no se giraba a mirar ahora lo que ocurría a sus espaldas. Ahora su mente viajaba a la dueña de sus pensamientos. Evangeline Abbot probablemente estaría en su despacho con Ada, mientras ellos se encontraban allí torturando a aquel hombre. Ni siquiera los gritos de este despertaban al hombre del trance en el que había entrado.

Veía sus ojos en la penumbra de aquel agujero en el que ambos se habían metido para evitar ser descubiertos. Llevaba dos semanas que en cada rincón de su casa parecía percibir el olor que ella desprendía y la buscaba con la mirada. A veces incluso podía oír su voz en cada recoveco de su perturbada mente.

Había intentado con desesperación ahuyentarla de su mente. Había fumado más de la cuenta, bebido más de lo que le permitía su cuerpo e incluso había visitado, de manera infructuosa, a una antigua amiga dada a la vida pública. Pero nada de eso había resultado para quitar a su secretaria de su mente. El único momento era cuando Charlie estaba con él, que le propinaba un duro golpe de realidad.

Los ojos de Charlie le recordaban a Grace y aquello por un momento, le hacía olvidar a la pelinegra. Como había perdido a la mujer que amaba por quién era él, por su trabajo, por su apellido... Su pequeño retoño había quedado expuesto a la casi orfandad puesto que él no iba a dejar todo por lo que había luchado pero Thomas ahora se guardaba las espaldas mucho mejor que antes.

-Jefe... Parece que quiere hablar.

-Alabado sea Dios, entonces.- murmuró por lo bajo el Shelby mientras apagaba el cigarrillo y se aproximaba, con las manos en los bolsillos, al moribundo. Le tiró del pelo hacia atrás y le obligó a mirarlo.- ¿Y bien?

-No os puedo contar que trapicheo se trae consigo el señor Smith...- pareció coger aire con fuerza, como si no le llegara a los pulmones.- Pero sí, que su secretaria está implicado en él.

-¿Su secretaria?- preguntó John acercándose a los dos personajes.- ¿La pelinegra que nos describiste, Thomas?

-Supongo que será ella. Sigue hablando.

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