Rugido en el bosque

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El héroe sin harem

Capítulo 12: Rugido en el bosque

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El rojo y el negro parecían bailar cuando uno giraba el cuello para abarcar más esa pesadilla de hedores y graznidos. Jóvenes y viejos, samuráis y daimyos, yacían formando un túmulo grotesco de brazos y piernas amputadas.

—¿Qué mierda pasó aquí? —preguntó Amador a nadie en particular. Ninguna respuesta salió de los labios de los campesinos, todos absortos en ver ese espectáculo dantesco.

—¡Apártense todos! —gritó un samurái, que, junto con otros, fueron al canchón donde les reportaron que una masacre hubo ocurrido.

No fue necesario el empleo de fuerza excesiva por parte de los guardias, después de todo, los curiosos obedecieron sin rechistar la orden de alejarse, pero era difícil no girar el rostro para seguir contemplando el horror parido por el demonio.

—Allá verás a Lex —le informaba Eros a Amador, pero por más que quería acercarse y hablar sobre lo acontecido, supo que tal deseo era vano como el querer retornar la sangre a los cuerpos mutilados, esencia vital absorbida por la tierra que cambió a un tono ocre.

—Mejor vamos a la posada y esperamos a Lex.

—Si es que viene, con todo este desastre no creo que le den tiempo libre.

—Entonces iremos donde ella.

—¿Acaso estás loco? Acercarse al castillo es un suicidio con todos esos ninjas y samuráis.

—Lo es, pero con tu ayuda, seguro podremos ir donde nuestra amiga.

—La conoces de apenas un día, no me vengas con que es tu amiga. ¿Por qué no eres honesto?

—Tú ganas, me gusta Lex y quiero ayudarla en lo que sea.

—¡Por fin! Admites que te interesa el romance, deja que un experto en la materia o sea yo, te de una manita de gato.

—Sé qué es lo que quieres decir y la respuesta es no. ¡No hago trampas!, ya puedes ir olvidándote de las flechas esas. Concentrémonos, primero lo primero: Botan.

La sola mención del primo de Lex, invocó el miedo en el corazón, por consiguiente, apresuró el paso y al mismo tiempo miró nervioso a los lados como si esperase que el monstruo saltase tras una esquina para emboscarle; preguntándose, sí él, que siendo un recién llegado tenía ese miedo, ¿cómo de asustados estarían los habitantes del valle? No hubo respuesta a esas interrogantes, solo el graznido de los cuervos y grajos, atestiguaba la satisfacción de llenar el buche y la molleja con restos humanos.

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Como lo supusieron, Lex no vino a la posada. Tuvieron esperanzas al ver a varios guardias patrullar las calles desiertas, pero no hubo rastro de la kunoichi, por lo que, haciendo caso omiso a las recomendaciones del posadero, Amador salió, según él a estirar las piernas.

—Dejo todo en tus manos, patas, mejor dicho.

—Confía en mí —dijo Eros y fue a las alturas a ejercer una labor similar a un dron del mundo natal del humano.

La gran ventaja de tener a Eros como ayudante, radicaba en que no era necesario para el gato alado susurrarle justo al oído, los gritos del dios del romance, eran imperceptibles para los demás a menos que Amador ordenara lo contrario. Solo el batir de alas podía delatarle.

«Supongo que la pantalla isekai puede ofrecerme datos de mi entorno, pero como ya no soy el héroe de otro mundo, esa opción permanece desactivada», pensó, agachandose cuando debía hacerlo, corría cuando se lo ordenaban y se agazapaba en las sombras, tras las esquinas cada vez que así se lo comunicaba Eros.

Isekai: El héroe sin harem (Completa. De Bolivia para el mundo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora