Esto es lo que les mando: que se amen unos a otros. Digamos que esto es la Carta Magna del cristianismo, es decir, cuando Jesús habla con sus discípulos. ¿Cómo reconocerán esto? ¿Por qué van todos los domingos a misa? No es porque recen mucho el rosario, ni porque hagan muchas obras de caridad altruistas y atiendan a todos. La señal por la que reconocerán que son mis discípulos es si se aman, pero atención, no cualquier amor. Es necesario que se amen unos a otros como yo los he amado, con las cualidades del amor de Cristo.
¿Dónde podemos conocer esas cualidades? Mirando la cruz, mirando cómo nos trata Dios a través de la historia del pueblo de Israel y luego de ese nuevo Israel que es la Iglesia, y a través de todos esos sacramentos. El Señor siempre está ahí, respetando, porque el comienzo del amor es el respeto. Comunicándose constantemente con nosotros, dándonos a conocer su intimidad y queriendo conocer la nuestra. Respeto y comunicación. En tercer lugar, perdonándonos, porque el amor también, por supuesto, es perdonar. Y por último, sufriendo por nosotros. Igual que una silla tiene cuatro patas, las cuatro patas del amor cristiano son estas: el respeto, la comunicación, el perdón y la capacidad de sufrir por la persona amada.
Todos deberíamos aplicarnos esto con las personas con las que vivimos, nuestra familia e incluso las personas de la vida pública. A lo mejor alguien te cae mal y puedes tener una aversión hacia esa persona, pero hay que respetar siempre y hay que intentar convivir en la verdad con esas personas. Hay que perdonar y hay que saber sufrir también. Por eso vamos a examinarnos. San Juan de la Cruz decía algo muy bonito en los Dichos de Amor y Luz: "A la tarde te examinarán del amor". El mandato de Cristo es que no lo hagamos solamente con nuestro pobre amor humano, sino con su amor. Y para eso, claro, nadie puede mandar lo que previamente no se ha regalado. Tenemos el Espíritu Santo, recibimos la gracia santificante. El amor de Dios fue derramado en nuestros corazones en el bautismo, pero también cada vez que oramos, cada vez que comulgamos, cada vez que nos confesamos, nos vamos llenando de ese amor, ese amor que Dios les ha dado, que es el amor de Cristo, que tiene esas cuatro cualidades. Ya está sucediendo en ustedes, y de ese modo es como espera que amen a los demás.
Olviden que aman a alguien porque les cae bien, porque les gusta o porque están bien con esa persona. No es así. Pueden amar a una persona que les caiga mal, pueden amar a una persona que no piensa como ustedes, que no vive como ustedes. ¿Quién les impide amar a toda la humanidad? No pongan límites al amor. El amor no es solo un sentimiento, no es solo empatía. Es mucho más profundo. Es esa decisión de mirar a las criaturas y tratar a las criaturas como Dios mismo nos mira y trata. No es un amor cualquiera. Por tanto, les exhorto a que se amen como yo los he amado. En esto se reconocerá que son mis discípulos, si se aman unos a otros.