u whispered sweet words in my ears

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El bullicio es molesto e incómodo, pero no puede negarse, no tiene ese derecho. Es su deber por su nación; una nación que no ha hecho nada por él y; sin embargo, aquí está, sacrificando su todo por ello.

Al menos las estilistas eran tan amables de arreglarlo con la suavidad de una caricia. Su cabello era lo último que faltaba; después de todo, su atuendo era ornamentado y ceñido al cuerpo, por lo que ponerlo tras peinarlo no era una opción. Miró el traje a través del espejo, odiándolo con cada minuto que pasaba. Era petulante, ridículo y demasiado elegante. Le dolían los ojos ante la cantidad de adornos dorados y el fuerte color rojo con dorado por doquier. Era espantoso, pero había sido hecho por el diseñador más aclamado de la nación, así que no podía pensar en siquiera mencionarlo.

―Listo ―mencionó la mujer que le arreglaba el cabello. Ella sonrió ante su obra maestra, pareciendo incluso más feliz por su casamiento que el propio Renjun.

Renjun reaccionó en ese momento, aturdido, y dirigió su mirada hacia el enorme espejo frente a él. Bueno, al menos podía decir que su peinado salvaba completamente lo horrible de su vestuario y le hacía resaltar sus facciones. No obstante, aún se sentía incómodo consigo mismo, pero no quiso hacerla sentir mal, así que le sonrió en agradecimiento.

―Ahora iremos con el maquillaje ―continuó diciendo ella. Se dio la vuelta justo a tiempo para no ver la mueca de Renjun. Él suspiró sin responder, y en ese momento la otra estilista entró para ayudarle con el maquillaje y terminar más rápido. Renjun no tuvo más remedio que tener paciencia, sabiendo que su futuro ya estaba escrito.

[•••]

Fue arrastrado de aquí allá hasta la hora exacta, en dónde fue dejado tras unas largas puertas a la espera de que sean abiertas. Tragó saliva con fuerza, algo acalorado por el traje y su propio nerviosismo. Pronto, un hombre apareció y se encaminó hasta su lado, tomando una postura recta y una expresión pétrea.

El hombre no saludó y Renjun tampoco esperaba que lo hiciera. Hace mucho ninguno deseaba estar en la misma habitación que el otro. ―Te ves ridículo ―masculló el hombre.

Renjun tomó una profunda respiración de la forma más discreta posible y respondió. ―Tú diste a luz esta cara ―fue todo lo que dijo.

El hombre, siendo este su padre, soltó un sonido exasperado. ―Tu madre dio a luz una desgracia ―exclamó, preparándose cuando las puertas retumbaron como la señal de apertura.

Renjun apretó sus labios, ignorando sus palabras para comenzar la ceremonia. Las personas dentro se levantaron de sus asientos en cuanto los vieron entrar, la mayoría sonriendo o con miradas de alegría, desinteresados por el sufrimiento de Renjun. Él en cuestión se sentía como un espécimen exótico, como si todos hubieran pagado para verlo en primera fila.

Asqueroso.

Renjun se aferró al brazo de su padre, más ansioso por las miradas a su alrededor que por el hombre a su lado. Su padre no lo rechazó, sabiendo que no era prudente amenazar al chico de oro de la nación (o la incubadora predilecta, cómo se llamaba Renjun). Renjun miró al padre de la iglesia, esperándolo con una sonrisa serena, ajeno a sus pensamientos, y clavó su mirada en él, ignorando la ceremonia lo más que podía.

Maldice a sus ancestros por las guerras que devastaron todo, maldice a los hombres que decidieron su estúpida jerarquía de natalidad, maldice a sus padres por darlo a luz y se maldice a sí mismo por ser el chico más fértil que haya habido en más de 50 años. Todo había comenzado allí.

Behind closed doors [NoRen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora