Capítulo 1

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"EL REENCUENTRO"

Cuando los rayos de sol se colaron por las rendijas de la persiana, supe que sería el momento perfecto para levantarme de la cama. Me quejé, frunciendo la nariz mientras que maldecía internamente haberme acostado tan tarde. Pero cuando abrí los ojos y miré la hora en la pantalla de mi celular, entendí que no tenía ningún compromiso más que hacer el vago. Así que me levanté para cerrar las cortinas y así tapar un poco de luz que venía directamente desde el exterior.

Mala idea, pensé en el mismo instante en el que me acomodé en la cama, abrazada a una pequeña almohada y acariciándome la cabeza con mi única libre.

Pero me reí irónica cuando el timbre logró romper todo el silencio que rondaba en la habitación. Me incorporé, quedando sentada, y bajé las escaleras a toda prisa cuando la insistencia de la melodía odiosa estaba invadiendo mis oídos.

—¿Quien? —pregunté, restregándome los ojos con delicadeza al mismo tiempo que esperaba una respuesta.

—Mamá, soy yo. —Abrí la puerta de inmediato, encontrándome con mi bebé de pelo rizado, ojos claros y esa sonrisa tan linda.

—¿Qué hubo, mi amor? ¿Vos por acá tan temprano?

Él me miró con algo de culpa.

—¿Te desperté?

Negué con la cabeza al mismo tiempo que abrí mis brazos, haciéndolo sonreír y encogerse de su lugar para abrazarme.

—No amor, llevaba rato despierta.

—Te traje un antojito. —Se separó de mí y me mostró una bolsa blanca que traía colgada en su mano.

Gratamente, me sorprendí aunque sabía que él siempre fue así conmigo: detallista, tan pleno y un amor.

Cerré la puerta y lo seguí, deseosa por descubrir qué traía en esa bolsa. De ésta, sacó dos croissants con chocolate por encima, y me los mostró sacudiéndolos con la mano mientras reía.

—¿Vos me querés hacer engordar? —Bromeé, y me puso mala cara. Le cogí la cara con ambas manos, dejándole besos en la mejilla. —Te amo, te amo y te amo.

—Yo más. —Sonre.

—¿Qué querés tomar? ¿Cafecito, jugo...

—Lo que sea, má. —Interrumpe, sentándose en la silla y moviéndose como, ¿nervioso, tal vez?

—Mi amor, ¿vos si estás bien?

Él solo asintió con la cabeza, y decidió responder cuando fruncí el ceño y lo observé con decisión hasta poder sacar alguna conclusión de su actitud extraña.

—Todo bien,¿vos?

Pero me quedé pensativa ante la respuesta. ¿Estaba bien? Puede que al no responder a menudo a esa pregunta, me sentía extraña a contestar con un sí, estoy bien.

Llevaba dos meses viviendo en un ático, en el centro. Me recordaba un poco a mi época de Tammy Andrade, que me encantaba —y me encantará siempre—. Le vendí mi parte de la casa a Juancho, para que viviera con Daniela y Emilio. Cosa que no me preocupaba, al revés, me alegraba mucho su felicidad en una persona que pudiese responderle de la misma manera. Tenía mi propia empresa, siendo mi propia jefa, y con gente maravillosa a la que adoro.

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