4 - Amable desconocida

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Abrió los ojos lentamente, no sabía cuanto tiempo había dormido pero a juzgar por la tenue luz del sol que entraba por la ventana abierta estaba recién amaneciendo. La puerta se abrió, y la misma criada regordeta y de cara amable entró a la habitación. Al verla despierta cerró la puerta con rapidez y corrió hacia ella. Tomó su mano entre las suyas mientras las lágrimas comenzaban a manar de sus ojos grises.

—¡Oh, mi pequeña! —sollozaba sin parar— mi pequeña está despierta —las lágrimas apenas la dejaban continuar— no sabes cuanto recé por este momento, cuanto lo esperé...

Aylah miró a la mujer sintiendo lástima por ella, al parecer quería mucho a la dueña original de este cuerpo. No sabía que en este momento la Aylah que ella conoció se había ido hacía mucho tiempo y ella estaba usurpando su lugar. No podía confiar en nadie, pero esta señora le inspiraba un afecto maternal que no recordaba haber tenido nunca en su vida anterior. Verla llorar de esa manera por una señorita con un nivel social por encima del suyo era conmovedor, obviamente parecía haber pasado mucho tiempo con ella. Debían haber sido bastante cercanas.

—Por ahora debemos concentrarnos en tu recuperación —dijo secando sus lágrimas con voz temblorosa— Debes mejorar rápido para que puedas casarte con el general y salir de este lugar —la miró con ojos brillantes y húmedos— me esforzaré al máximo para que suceda lo antes posible.

Aylah abrió los ojos asombrada por la resolución de esta mujer que parecía enviada por el cielo para ayudarla con sus planes de sobrevivir a toda costa. Tal vez era una de esas personas de las que había hablado el mago antes, una de los que aún le eran fieles a ella. No podía desaprovechar esta oportunidad que tocaba su puerta aunque significara usar los sentimientos de esta pobre mujer en su beneficio, se sentía como un ser repulsivo que se aferraba a cualquier cosa para vivir pero no podía evitarlo. Esta era su vida ahora y no había marcha atrás.

Abrió la boca con intenciones de hablar pero nuevamente un gruñido grave fue lo único que salió. Miró hacia la mesita junto a su cama, había una jarra con agua y un vaso, ambos de un finísimo cristal rosa. La criada entendió de inmediato, la ayudó a incorporarse poniendo almohadas en su espalda y le sirvió apenas un poco de agua. La mujer puso el vaso en sus labios con suavidad y dejó que solo un sorbo del líquido entrara en su boca. Pronto entendió el por qué de estas acciones. Inmediatamente que el agua intentó pasar por su garganta se atoró y comenzó a toser devolviendo el líquido junto con una gran cantidad de saliva que ahora goteaba de manera desagradable de su boca. Por un momento sintió nauseas por la brusquedad con que su cuerpo reaccionó y tuvo que contener unos enormes deseos de vomitar que comenzaba a sentir. Respirando agitadamente se recostó con la garganta adolorida, entonces fue que pudo entender lo que sucedía, mientras la sirvienta limpiaba su boca con delicadeza.

Al llevar tantos años sin comer o probar líquido, era lógico que su organismo reaccionara así, rechazando como si se tratara de un invasor a cualquier cosa que intentara entrar por sus labios. Era un mecanismo que llevaba sin usarse mucho tiempo, así que la adaptación debía ser lenta. Por un momento se preguntó como era posible que hubiera sobrevivido tantos años sin probar alimento o líquido alguno. ¿Acaso sus órganos no deberían haber colapsado ya? ¿Tal vez habían usado algún tipo de magia para alimentarla en su estado? Era imposible de saber hasta que no pudiera andar con sus propios pies y pudiera investigar este mundo más a fondo.

La sirvienta suspiró profundamente mirándola con una expresión donde se mezclaban la tristeza y el dolor por verla sufrir de esta manera. Alzó el vaso para que siguiera bebiendo y Aylah actuando como una niña a la que le acababan de dar una medicina con un terrible sabor negó con la cabeza y giró la cara.

—Pequeña, no puedo imaginar lo doloroso que es —sus labios temblaron aguantando el llanto y en su lugar trató de sonreir para animarla— pero debes poner de tu parte, para que puedas mejorar...

La puerta se abrió de repente y el conde Ellerys entró dedicándole una mirada de intenso disgusto a la criada que amedrentada bajó la cabeza y se apartó de la cama.

—¿Por qué no me avisaste? —preguntó con una voz peligrosamente dulce— ¿Por qué no me dijiste que la señorita había despertado? ¡Di órdenes específicas de hacerlo a toda la servidumbre! —le gritó con enojo

—Lo... lo siento señor —tartamudeó la mujer— se acaba de despertar hace un momento... ya iba a avisarle... lo juro

Un sentimiento de ira se apodero de Aylah al ver al conde tratando a esta mujer como si fuera un gusano que se arrastra a sus pies, como algo insignificante, sucio. Ellerys se acercó a la cama mirando a Aylah con los ojos entornados, su cara lucia fría y despiadada. Su molestia era evidente, ella era una piedra en su zapato, algo molesto que no debería existir. Una sonrisa maligna cruzó sus labios.

—Mi pequeña sobrina, no sabes cuanto me alegro de que hayas despertado —dijo con una voz que indicaba todo lo contrario, Aylah comenzó a sudar frío al escucharlo hablar tratando de dirigirle la mas inocente de sus miradas— Ahora vas a ser una buena niña y vas a hacer todo lo que tu tío te diga ¿no es así? —todo en su voz sonaba a amenaza, ella contuvo la respiración por un instante y lentamente comenzó a asentir— Buena niña —sonrió el conde satisfecho mientras entraban al cuarto un sanador cubierto con una capa con capucha y varios criados.




Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora