(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia).
Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo fin...
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El cielo se ha oscurecido en los 10 minutos que tardamos dentro de la tienda. Pronto lloverá. Allie engancha su brazo con el mío y prácticamente tira de mí rumbo al apartamento. Pero cuando faltan apenas unas calles se detiene y me hace mirar un local. Es una librería y tiene un cartel que reza «se busca ayudante».
Las dos nos miramos con los ojos muy abiertos.
-¿Entras tú o entro yo? -pregunta.
-Tú lo viste primero.
-Sí pero tú...
-¿Y si entramos las dos? -propongo.
-Está bien. Vamos.
Ingresamos al local, oyendo como una campanita suena al abrir la puerta. Un hombre canoso de unos cincuenta años nos mira por debajo de sus gruesas gafas.
-¿Puedo ayudarlas en algo? -Su voz es ronca pero amable.
-Venimos por el cartel.
-Oh, sí, el cartel. Tenía una ayudante, Jeannine, pero se mudará con su novio a otra ciudad. Y no puedo con todo solo. Serían solo unas horas en las tardes. ¿Cuáles son sus nombres?
-Micaela.
-Allison.
-Bien. Yo soy Bill. ¿Les gusta leer?
-A mí me gusta -murmuro.
La comisura de sus labios se eleva apenas unos centímetros.
-Eso es bueno. Aquí pasamos muchas horas rodeados de libros. ¿Alguna razón en particular por la que necesiten el dinero?
-Necesitamos conseguir un apartamento. Nos estamos quedando con unos amigos pero...
Él asiente con los labios apretados.
-Escuchen, este es un negocio pequeño. No puedo pagarles un salario muy elevado y solo pensaba contratar a una...
-Puede contratar a Mica -dice Allie de pronto-. Yo seguiré buscando.
La miro y ella me guiña un ojo.
-¿Estás de acuerdo, chica? -Bill me pregunta.
-Uhm sí.
-Bien. Pásate por aquí mañana a las cuatro.
Asiento, incapaz de contener la sonrisa que tira de mis labios.
-Muchas gracias, señor Bill.
-Solo Bill, no soy tan viejo.
-Está bien. Bill.
Salgo de la tienda prácticamente dando saltitos. Allie chilla y me abraza.
-¡Tienes trabajo! ¡En una librería!
-¡Sí! No puedo creerlo. ¡Es perfecto!
Entonces las nubes dejan de soportar el peso del agua y la dejan caer, mojándonos por completo.