16. Dos cervezas

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16. Dos cervezas

Lía Messina

Llevaba dos cervezas de más. Solo dos. No estaba ebria, pero tan poco demasiado sobria.

No había bebido mucho, de todas formas, pero mi tolerancia al alcohol era cero.

—¿Nos vamos ya? —me preguntó Adonis, con una sonrisita.

Asentí.

—Claro, déjame despedirme de Dav.

Él rió por lo bajo, pero me acompañó hasta mi mejor amiga. Ella estaba con los hermanos Ricci, así que Adonis aprovechó para despedirse de ellos.

—Me lo voy a follar —le susurré a Dav, con una risita tonta. Ella sonrió emocionada, guiñándome un ojo.

Cuando Adonis terminó de despedirse, puso su mano en mi espalda baja y fuimos juntos hasta su coche. Decidió poner música en un volumen bajo, dejando que la radio sonara, y yo me entretuve mirándolo.

Adonis Messina era jodidamente guapo. Demasiado guapo para este mundo.

—Adonis —susurré, él me miró de reojo.

—¿Huh?

Dios, cuando hacía ese maldito sonidito era tremendamente sexy.

—Quiero que me folles.

Me miró de golpe, con una mueca sorprendida, antes de devolver la vista a la carrera rápidamente.

Casi suspiré aliviada. Ya lo había dicho.

Ahora solo quedaba descubrir si todos esos rumores acerca de Adonis siendo una bestia eran ciertos.

***

Cuando llegamos a casa, mis nervios habían crecido enormemente. Lo admito.

Pero no estaba arrepentida ni un poco. Llevaba todo el día pensando en esto, las dos cervezas solo me dieron valentía.

Sin dejarlo hablar, me lancé a sus labios. Una parte de mí temía arrepentirme a último momento. Realmente quería esto y mi estúpido, aunque completamente justificado, miedo no iba a hacer que me detuviera.

Adonis llevó sus manos a mis caderas. Me acercó a su cuerpo, besándome con más ansia, pero duró solo unos segundos porque me separó de él.

—Estás borracha.

—No lo estoy —aseguré con seriedad, para que me creyera—. Por favor, Adonis. Hazme tuya.

—A la mierda —susurró por lo bajo antes de volver a lanzarse a mis labios.

Me devoró, agarrándome del trasero y haciéndome saltar para poder estar a su altura. Para agarrarme, enrollé mis piernas al rededor de su cadera, haciendo que su gran miembro erecto se presionara contra mi centro.

Gemí. Oh, Dios.

Nunca había visto una polla, pero estaba segura de que el tamaño de Adonis no era simple o común.

Paura (Mafia Italiana #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora