Locura medida

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Martes 1 noviembre.


Mi nariz olfatea su olor, la punta de esta se encuentra tocando su piel desnuda. Sonrío.

Doy media vuelta para quedar boca arriba, abro los ojos.

Me duelen los brazos, las piernas, el cuello... en resumen, todo mi cuerpo. ¡Ouch!

Observo a Darek.

Tiene varias mordidas en su pecho, brazos, los hombros rasguñados. Suelto una risilla juguetona.

Anoche fue perfecto. Lo último en mis recuerdos es sentirlo venirse. Me abrazo fuerte y no recuerdo más. Terminé tan cansada y satisfecha que me dormí casi al instante.

Cambio mi posición acostándome de lado, así puedo admirar mejor a Darek. Acaricio su rostro.

Veo unas marcas rojas en mis muñecas, mi pecho tiene varias mordidas. El aire se esfuma de mis pulmones. ¡Literalmente ayer nos comimos en deseo!

Inclinándome en su dirección beso sus labios. Salgo de la cama despacio sin hacer ruido.




Ya he terminado el desayuno. Ellos no tardan en bajar.

Meto un puñado de cerezas en mi boca. Darek va a quedarse sin fruta, nunca debió dejarme probar sus cerezas.

Apago la estufa.

Darek toca mi cadera, pego mi trasero a su pans al instante. Muerdo mis labios.

—¿Qué haces fuera de nuestra cama? —susurra en mi oreja —. No he acabado contigo.

Mi piel se enciende en respuesta.

¡Encantada de quedarme contigo en la cama... Nuestra cama todo el jodido día!

Me doy la vuelta, miro sus ojos.

—Me duelen hasta las uñas —sonrío.

Abro mis labios para besarlo.

Sube mis piernas a su cintura. Dejo caer mi trasero en la barra.

Rodeo su espalda usando mis brazos. Repaso su espalda desnuda.

—Debemos controlar nuestro deseo —digo en su boca —. Tienes clases y un huerto. Yo tengo clases y necesito buscar trabajo.

—Es día festivo —muerde mis labios. Presiono nuestros cuerpos, ambos jadeamos alocados. Froto mi zona íntima en su miembro.

—No, en México sí es festivo.

Aprieta mis glúteos, contengo el aire.

Perdí la cordura, ¿cómo sabe cuanto me fascinan sus arranques de brusquedad?

No podemos quedarnos todo el día en la cama. No podemos.

—Tus hermanos van a vernos —digo como último recurso.

No quiero parar, no quiero, el deseo inmenso de repetir lo de anoche crece con cada toque suyo.

—Sssh.

Sus besos descienden al cuello. Cierro los ojos disfrutando del tacto húmedo. Baja hasta el escote. Mis dedos se retuercen entre sus mechones rubios.

—¿No tuvieron suficiente anoche? —pregunta Hal.

Abro los ojos de golpe.

Darek se gira, vemos a sus hermanos entrar. De un salto, bajo de la barra tranquilamente.

Eternas cicatrices del otoño 2 🍂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora