—¡Pues deberías irte con tus amigos!—Alzaste la voz, mirándolo desconcertada.
—¡Eso es lo que haré! De todas formas era mi plan de esta noche.—Contestó, buscando entre sus pertenencias su chamarra y salió de la habitación.
—¿Hiciste todo este alboroto con tal de salir, no es así? Te salió bien el teatro.—Seguiste atacando, siguiéndolo por detrás.
No contestó, siguió caminando hasta la puerta de la entrada con la chamarra bajo su brazo y dejando su cartera en su bolsillo trasero. No se giró, en cambio te quedaste en el inicio de las escaleras cuando lo viste salir y azotar la puerta. Apretaste los dientes ante el fuerte estruendo y te giraste hacía la sala, viendo como su celular se había quedado sobre la mesita de centro. Miraste por la ventana, observando como el automóvil ya se encontraba saliendo de la calzada y suspiraste, tomando asiento en uno de los sillones mientras el sonido de la televisión era un leve eco en la casa.
Repasaste los acontecimientos de hace solo unos momentos y negaste, ¿Cómo había ocurrido todo aquello? Estaban cenando bien, habías sugerido pasar el resto de la noche viendo alguna serie para entretenerse, no había sido un plan que no hayan hecho antes, pero tan pronto como una llamada entró a su celular cuando terminaron de instalarse en la sala para empezar a ver algo en la televisión, se había disculpado y se excusó que tenía que irse.
Estabas molesta, ¿Por qué ceder cuando a sabía que iba a irse? ¿Había pensado que te negarías? Si, también te encontrabas un tanto molesta por sus salidas de cada fin de semana con su grupo de amigos, pero los conocías y así como tú salías con tus amigas y cada mes tenían sus propias reuniones donde todos se juntaban, entendías que él disfrutaba de su tiempo a solas de ti. Solo pedías un día, entre el trabajo, los deberes y salidas inoportunas raramente podían tener un día dedicado a ustedes, por alguna u otra circunstancia terminaban con terceras personas o inclusive demasiado cansados como para siquiera pensar en otra cosa que no fuera la cama y descansar.
Resignada a que no lo verías, recogiste las cosas con amargura y tiraste todo a la basura, lavaste los trastes que habían ensuciado con la botana y te dispusiste a subir a la habitación. Con el fastidio de la noche, solo querías tratar de dormir un poco ante el dolor de cabeza que empezabas a sentir, por lo que solo te cambiaste rápidamente por tu ropa de noche y te acostaste, apagando las luces a tu paso.
No pasó demasiado rato cuando el automóvil volvió a estacionarse en la cochera de la casa y bajó con la mirada agachada, colocando la alarma antes de sacar las llaves y entrar con paso sigiloso. Cuando vió todo apagado solo supuso que habías ido a dormir, por lo que subió el tramo de escaleras lo más silencioso que podía y abrió la puerta, mirando tu figura descansar sobre la cama dando la espalda a la puerta.
Se quitó la chamarra con cuidado, dejó su cartera en su mesita que correspondía a su lado junto a las llaves, y caminó con extremo cuidado hasta tu lado y reposó una flor que había comprado en el camino. Sabía que había hecho mal, y su enojo no estaba justificado como el tuyo, por lo que no se sintió bien al salir de casa y por eso mismo había regresado tan pronto como había razonado las cosas.
Entró al baño para terminar de desvestirse y colocándose su pijama, volvió a la habitación para dormir, dudando si era buena idea abrazarte. Aunque siguió dudando por un segundo, al final envolvió sus brazos a tu alrededor y te pegó a su pecho, cerrando los ojos olvidando por un momento todo lo que había pasado antes de caer dormido.
Así, a la mañana siguiente cuando te empezaste a remover en señal de estar despertando, lo primero que viste fue la flor depositada en tu mesita y sonreíste de manera inconsciente, también sintiendo el calor detrás tuyo envolviéndote junto con las cobijas, posicionando tus manos sobre los brazos que te envolvían decidiste dormir por un rato más, más tarde podrían hablar con calma.