—Estás diferente —observó mi psicóloga echándome un vistazo por debajo de sus gafas y enarcando una de sus cejas.
Fruncí el ceño y eché una mirada rápida a mi atuendo en busca de algo inusual, pero mis botas de cuero estilo militar hasta la rodilla, mi falda negra con dobleces estilo estudiantil y mi top blanco de manga larga no se salían del estilo que solía llevar.
—No llevo nada fuera de lo normal para lo que suelo usar expliqué.
Lucía soltó una risita negando con la cabeza.
—No me refiero a tu aspecto, Alana.
Aquello no me aclaraba ninguna duda.
—Te ves... no lo sé, siento un aire distinto en ti. Tal vez son solo impresiones mías.
Me mantuve en silencio. Era verdad que sentía que eran muchas cosas que habían cambiado. Sentía que desde mi última sesión con Lucía habían sucedido una serie de acontecimientos que de alguna manera me habían afectado, para bien o para mal.
En este caso sentían que el cambio era para bien.
Me sentía más segura, de alguna manera, por primera vez desde que había empezado mis sesiones, no sentía un sofoco constante en el pecho que me oprimía.
Sentía que ese peso sobre mis hombros había disminuido considerablemente y eso...
Eso mostraba que había progresado, porque me había abierto a dos personas, y esas dos personas me apoyaban.
Mis mejillas se sonrojaron porque de forma inconsciente mi mente se había perdido en los recuerdos específicos con una de esas personas... recuerdos nuestros en mi ducha, recuerdos de besos mojados...
—He conocido a un chico.
Con la mirada fija en mis dedos, sentí la expresión de cejas enarcadas de Lucía desde su escritorio. La había sorprendido, sabía lo que significaba aquella confesión de mi parte.
Eso está muy bien, Alana.
—Supongo que sí.
La verdad es que sí sabía que estaba bien, pero no quería darme ningún mérito por algo que debía ser completamente normal.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Lucía dejando a un lado su libreta y cruzando las piernas mientras se inclinaba hacia adelante en el escritorio.
Me mantuve en silencio. ¿podría hablar de forma abierta sobre Silas? Sabía que eso implicaría expresarme acerca de mis sentimientos por él y eso...
—Alana...—habló mi psicóloga con mirada mediadora —te recuerdo que aquí, en la consulta, tú eres la que tiene el control, siempre. No hablaremos de nada que tú no quieras.
Con un suspiro alargado, asentí con la cabeza.
—Lo conocí hará cosa de un mes —dije, recordando las circunstancias en las que nos habíamos conocido. Por alguna razón, sonreí —, es irónico que haya sido gracias a Jonatan, aunque quiero creer que, incluso sin haber sido por él, nos hubiéramos encontrado...
Algo en mi pecho revoloteó ante escuchar mis propias palabras, al confesar aquello estaba reconociendo algo que ni yo misma terminaba por admitir.
—Me gusta.
Se hizo un breve silencio. Reconocer en voz alta mis sentimientos era...aterrador, era liberador, pero, sobre todo, aterrador.
—Me gusta tanto que tengo miedo de lo que pueda pasar si...
Alana —me cortó sabiendo por donde iban mis pensamientos —, no nos precipitemos. No puedes evitar sentir por miedo a lo que pueda pasar en el futuro, porque al final, de eso se trata la vida, de la incertidumbre. Corremos todos esos riesgos sin saber lo que va a ocurrir, unas veces ganamos en el proceso y otras perdemos, pero en el camino siempre se aprende y no por las derrotas debes cerrarte a dejar de sentir, Alana.
Meditando las palabras de mi terapeuta, me acomodé en el asiento mirando de hacia la ventanilla. Sentía que si miraba a Lucía a los ojos vería toda la verdad en ellos, y no sabía si estaba preparada para asumirla.
—No me cierro a lo que siento por él —admití y era la pura la verdad.
Por mucho que mi cabeza estuviera repleta de dudas, lo unió que tenía claro eran mis sentimientos por Silas y en que hacía que mi corazón se sintiera a gusto cuando lo tenía cerca.
—Muy bien, eso es importante —resaltó con un ligero asentimiento —. También debemos hablar de algo que importa mucho y es el cómo te sientes tú contigo, Alana. Recuerda que para querer estar bien con los demás primero debes estar bien contigo. Quererte a ti primero para luego poder querer a alguien de una manera sana.
Un ligero pinchazo me atravesó al escuchar su reflexión. ¿Estaba mal querer a alguien cuando no terminaba de sentirme a gusto conmigo?
—Se me hace más fácil querer a otra persona que quererme a mí.
Levanté la mirada hacia Lucía quien me veía con expresión inescrutable pero un ligero brillo de dolor en sus ojos.
Cuando suspiró casi sentí que la había decepcionado.
Casi.
Porque lucía no estaba allí para juzgarme, sino para ayudarme. Y estaba mal hacerla sentir orgullosa o decepcionarla, pero sentía que le estaba fallando, que cuando se trataba de fomentar el amor propio, el tenerme a mí como prioridad, no alcanzaba ese progreso.
—Ay, Alana. No existe jurado más duro y crítico en el mundo que uno mismo.
***
Holaaaa mi gente!!! para empezar, perdonen lo corto del capitulo, esta semana ha sido muy dura, casi no he tenido tiempo libre, hubo unos días en los que me enfermé (hoy es de esos días en los que me encuentro fatal) la alergia me tiene sufriendooooo, y de verdad que el trabajo ha sido muy pesado esta semana. Necesito un ligero respiro y por eso no les he podido subir el capítulo completo, lo terminaré de subir entre el lunes (o sea mañana) o el martes y lo que si les puedo asegurar es que sera un capitulo muuuuyy largo y que tendrá una escena que hará que me perdonen por lo de hoy ;)
No me olvido de ustedes, pero recuerden que todos tenemos días difíciles y bueno, a mi me ha tocado esta semana.
LOS AMO UN MONTÓN POR SEGUIR ALLÍ APOYANDOME.
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El día que aprendí a amarme
Novela JuvenilAlana Acosta lleva una rutina tranquila en su día a día: trabajar, ir a casa, descansar y prepararse para el día siguiente. Un plan muy básico. Vivir de esa manera es lo que le ha dado la estabilidad y la tranquilidad que necesita, ya que gracias a...