Parte única 🌸

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¿Quién no ha querido hacer algo malo en esta vida? Poca gente podrá responder a esto de una manera negativa siendo completamente sinceros.

En algún momento de nuestra vida lo desconocido, nuestras ganas de saber, probar y experimentar, nos sobrepasan. ¡Y está bien! Claro, siempre y cuando se sepan los límites que se deben de llevar.

Es normal que una niña pequeña quiera probar los tacones de su madre porque nunca los había probado, o la colonia de su padre porque le olía bien. Es normal que una chica quiera experimentar lo que es la euforia de salir de fiesta, o la adrenalina de que la música que hace sea gustada por los demás. Es completamente normal, que una adolescente quiera buscar el motivo por el cual su respiración se agita, y su corazón late más fuerte, cada vez que otra niña le toma la mano, o la llama bonita. Claro que lo es.

Minhee cree que todo eso es normal, obviamente. ¿Si no por qué lo sentiría?

Sus amigas también lo comprenden, es decir, niñas ricas que han pasado su vida siendo educadas para ser hermosas y perfectas para un marido, encerradas en salas llenas de instrumentos dónde solo debían conseguir tocar su violín perfectamente, ¿cómo no lo iban a comprender?

Simplemente a veces... esa retención, esas ganas, esa esperanza de poder conseguir más, puede llegar a caminos que no deberían seguir. No necesariamente porque eses caminos sean malos, siempre hay errores que se cometen, si no por las personas que, queriéndolo o no, caminarán con nosotros nuestros caminos o caminos contiguos.

La historia de Minhee comienza cuando una de sus amigas les invita a ir a un bar. No era importante dónde era ese bar, ni cómo lo conoció, ni quién se lo enseñó, nada de eso era importante para ellas. Lo importante era salir de su burbuja de cualquier forma.

--Este bar se llama El Hades. Me han contado que suele haber muy buena música y poca cola. Además no hay forma de que nuestros padres nos encuentren allí.

Convincente.

Apenas treinta palabras convencieron a Minhee. Deseaba irse ya de esa sala en la que se encontraban, blanca, refinada y aburrida.

Rezaba por que las horas pasaran más rápido y el momento de ir a ese sitio comenzara enseguida.

Sus amigas seguían la conversación, mientras que a ella le había servido solo esa información, sin necesidad de seguir escuchando.

Pensaba en como eran ellas las que la habían convencido desde el principio a hacer eso. ¿Las reales niñas ricas mimadas, que amaban su vida principesca de cuento de hadas eran las primeras que querían ir a bailar a una discoteca sucia y repleta de gente sudorosa? ¿En serio? ¿No la chica que estaba desesperada por parar con la falsedad de todo, y que su único consuelo era tocar el violín porque era el único capricho que sus padres le permitieron? Gracioso, la verdad.

Mientras se reía internamente, miraba a su alrededor y se movía incómodamente en su vestido blanco, apartando su largo cabello rubio de su cara con sus uñas brillantes por el esmalte, que su madre le había obligado a ponerse.

Realmente odiaba todo esto, odiaba el hecho de tener que estar en eses molestos tacones, en ese horrible vestido, con ese estúpido maquillaje y en esa posición incómoda, que su madre le había obligado a adaptarse desde pequeña.

La idea de salir a escondidas, con la ropa que ella quería, cómoda y despreocupada, le hacían sentir como si volara. Feliz.

Y libre.

__

Cuando dieron las doce en ese estúpido reloj de plata, que tenía en su pared totalmente blanca y vacía, sintió que respiraba de nuevo.

Orfea y Eurídice (Minbin os)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora