🥀CAPÍTULO VEINTIOCHO🥀

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Capítulo largo para que disfruten <3 quedan dos para el final + epílogo (gritos de perra loca) dadle mucho amor plis

Günther jamás pensó que llegaría el día en que odiara tener que ir a trabajar, porque prácticamente vivía por y para el trabajo – al menos antes de conocerla – pero así era.

Su estado anímico era una montaña rusa que oscilaba entre la ira y la depresión y todo lo que quería hacer era encerrarse en su cuarto a rumiar su frustración y no ver a nadie.

Por desgracia, como director ejecutivo, no podía permitirse ese lujo. Aunque estaba seguro de que muchos de sus empleados lo estaban deseando, porque su carácter se había agriado tanto que ni siquiera él mismo se aguantaba.

Por mucho que se había esforzado para olvidarla, no lo había logrado. Y estaba lejos de conseguirlo.

Aunque su mente estuviera ocupada y pudiera pensar con su característica frialdad de antaño, su corazón seguía sangrando por la herida abierta que la española de ojos verdes le había dejado. Y que no creía que se curara nunca.

Tanto era así que empezó a odiar de verdad todos y cada uno de los recuerdos que le quedaron, hasta el punto de que les prohibió a todos que se la mencionaran siquiera. No quería saber nada más de la mujer que lo había engañado y traicionado como si el amor que sentía por ella no valiera nada.

Elliot intentó hablar con él en más de una ocasión – a fin de cuentas le había dado a Candela su palabra de que le transmitiría su mensaje y pensaba cumplirla, antes o después – pero él no entraba en razón.

No fue el único que vio todos sus esfuerzos caer en saco roto. Su madre y hasta su padre, que nunca había hablado con él de otra cosa que no tuviera que ver con los negocios, e incluso la abuela – quien había prolongado su estancia en la mansión bastante más de lo esperado – trataron de mantener una conversación con él y aconsejarlo, incapaces de seguir siendo testigos de cómo se consumía día tras día en su amargura.

Sin embargo, bastaba con que le mencionaran su nombre para que cortara bruscamente la conversación y adoptara una actitud hostil que los disuadía de seguir intentándolo. Supusieron que con el tiempo, cuando sus heridas se cerraran un poco, se calmaría. Pero estaba siendo una agonía para todos.

Y aquella mañana de miércoles, su abuela decidió que ya había tenido suficiente y – como no se caracterizaba precisamente por su sutileza – decidió abordarlo antes de que se marchara a la empresa.

De tal modo que, cuando estaba cogiendo las llaves de su coche en la penumbra del salón, su voz lo sobresaltó porque no había reparado en que estaba allí de pie, fundiéndose con la oscuridad.

—¿Ya te vas? — inquirió, con tono casual.

Él se giró, entre incrédulo e irritado por la encerrona. Aquello empezaba a volverse una costumbre y no le gustaba demasiado. Había hablado más con su abuela en aquellas semanas que en los últimos treinta años.

—Pues sí, ¿qué haces ahí a oscuras, abuela? ¿Me estabas esperando?

—Desde luego — admitió, sin el menor atisbo de pudor —. Ya no puedo aguantarlo más. Si tengo que seguir viéndote pulular por esta casa como un alma en pena voy a estirar la pata antes de lo previsto. Y no tengo ninguna intención de que eso pase.

—¿De qué estás hablando?

Por toda respuesta, la mujer se llevó la mano al bolsillo de su gabardina negra y extrajo un sobre minúsculo de su interior, que le tendió con sumo cuidado.

Günther lo abrió bajo su atenta mirada, con franca curiosidad. No tenía remite y era anónimo, así que no tenía forma de saber quién se lo había mandado a su abuela ni por qué.

SUYA POR CONTRATO ✔ COMPLETA ©️ {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora