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El viento soplaba con gracia sobre el cabello de Sapnap, que estaba sentado nerviosamente sobre la manta de cuadros escoceses que había tendido sobre la hierba afilada apenas unos minutos antes. Respiró hondo y miró su teléfono, con el estomago encogido al ver lo que aparecía en la pantalla: era casi la hora.

Trató de calmarse, ralentizar su respiración un poco, pero nada funcionaba, estaba demasiado nervioso. Sabia que ya había pasado el momento de echarse atrás, hacía tiempo que habia pasado. Los planes se habían establecido para este momento, este día y en este lugar, y ahora que ya estaba donde tenia que estar, no podia echarse atrás con tan poco tiempo de antelación.

Un tono de llamada fuerte se disparó a través de sus oidos, asustandolo un poco. Lleno de felicidad y, a la vez, con una cantidad ridícula de ansiedad, llevó su vista hacia el teléfono. La notificación le sacó una sonrisa.

George:

¡No temas, estoy en camino! No estarás solo mucho más tiempo :)

Sapnap sintió que un calor le llenaba el corazón. Un ligero rubor tiñó sus mejillas ante las palabras del texto que había leído. Con George siempre bromeaban así, y lo habían hecho durante los diez años que llevaban siendo amigos.

Conocerse desde hacía tanto tiempo complicaría las cosas más de lo que Sapnap jamás pensó. Si había algo que sabía, era que no quería perder a George como amigo. Ni ahora, ni nunca. Así que, basándose en cómo pensaba que reaccionaría el britanico, tanto si era una exageración como si no, Sapnap sabía que tenía que pensar muy bien lo que iba a decir.

Las hojas caían dulcemente sobre la cabeza del ojiverde mientras estaba sentado en el campo abierto que él y George encontraron cuando eran más jóvenes. Volvian casi todos los días solo para pasar el rato.

En un momento dado, habían construido un fuerte en el centro; pero sólo permaneció de pie unos días debido a que no estaba muy bien construido, así que una fuerte lluvia que se acumulaba en el tejado hizo que éste se derrumbara y que todas las paredes se vinieran abajo con él.

Para ese entonces sólo tenían trece años, nadie esperaba que el fuerte se mantuviera de pie más de una semana. Para el recuerdo, ninguno de los dos quiso mover los escombros del edificio caído, así que ahora, incluso años después, los restos siguen en medio de la gran parcela de hierba, y se transformaron en una casa para bichitos y cacas de pájaro.

Sapnap seguía sentado en su manta con media paciencia, los dedos de los pies golpeando unos contra otros con ansiedad mientras seguía esperando la llegada de su mejor amigo.

A su lado había una cesta de picnic que él mismo había preparado para la ocasión. Normalmente, George y él jugaban a un juego y el perdedor preparaba la cesta, pero esta vez el menor quería sorprenderle con sus aperitivos favoritos. Era lo menos que podía hacer teniendo en cuenta que estaba a punto de soltarle una bomba a George, así que ¿por qué no tener sus aperitivos favoritos para quitarse un peso de encima de la enorme cosa que le iba a decir?

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