El claro estaba envuelto en llamas, pero ninguna de las heridas de su cuerpo se las había provocado el fuego. Lo controlaba, nunca le quemaba, ni tampoco permitía que se extendiera más allá. Y, sin embargo, en aquel momento era la menor de sus preocupaciones, a punto estaban las llamas de llegar a los primeros árboles del bosque.
Bastante tenía con intentar levantarse utilizando sus últimas fuerzas. Los brazos le temblaron cuando los alargó para tomar su arma. Apenas pudo apuntar a su enemigo, aquella masa de oscuridad sin forma definida, con su extraña lanza. Sabía que no podría aguantar un ataque más, pero no pensaba rendirse. Era la única persona que podía detenerlo, la única que podía proteger al pueblo y a su Diosa. Tampoco le importaba mucho morir, así, quizás, podría llevarse la maldición consigo.
Notó la conocida electricidad del aire y se colocó de rodillas tras su lanza, esperando el ataque. Invocó una pequeña barrera de fuego, todo lo que sus escasas fuerzas le permitieron. Y cerró los ojos.
Sin embargo, el golpe nunca llegó, ni el dolor, ni la oscuridad eterna. La luz le hizo abrir los ojos. El fuego del claro había desaparecido por completo y bajo la hierba quemada estaba brotando nueva a una velocidad antinatural, en apenas unos segundos recuperó su aspecto anterior a la pelea.
—Sabes que no puedo salir más a salvarte.
Al mirar al frente, descubrió que la figura de oscuridad había desaparecido, pero la mujer de luz que estaba en su lugar no era precisamente su gran alivio.
—Yo no te he pedido que vinieras.
También le hubiera dado la espalda a aquella mujer si su cuerpo se lo hubiera permitido. El único acto que pudo hacer fue soltar su lanza, que cayó a la hierba haciendo menos ruido del que le hubiera gustado.
—El enemigo es cada vez más fuerte, ya no puedes seguir haciendo esto sola —comentó la mujer, ignorando su contestación.
—No necesito ayuda. Casi lo tenía.
—Casi te mata.
—Como si yo te importara de verdad.
Aquello hizo que la mujer se girara y le mirara desde arriba. Aceptó el reto y le mantuvo la mirada. No iba a retractarse. Y sabía que ella no lo desmentiría.
—Tendrás una compañera —dijo al cabo de un minuto— Más te vale ser buena con ella.
Desapareció antes de que pudiera responderla. El claro recuperó la luz natural del atardecer. Las fuerzas también le abandonaron por completo y cayó inconsciente sobre la hierba. La lanza se transformó de nuevo en pelota mientras recuperaba su ropa normal.
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Rakelinas
Teen FictionKaren se ve obligada a mudarse de la ciudad al pueblo, a casa de sus abuelos, un lugar perdido entre montañas. No le hace especial gracia, pero lo que pensaba que serían unos meses aburrida y sola, no acaban siendo así. Para empezar, descubre que ti...