- Y tú decías que no era buena idea… -soltó Carla mientras no dejaba de teclear en su móvil-. Echa un ojo al grupo, tu chico ha escrito.
Mi mirada cayó sobre el móvil blanco y cascado sobre la mesa.
Las notificaciones iluminaban la pantalla conforme los chicos escribían un mensaje tras otro.
El nombre de Sebastian estaba en lo alto de la cola de mensajes sin leer, pero mis ojos se centraron en el siguiente nombre, en los siguientes mensajes, aún sabiendo que no debería ser así, aún sabiendo que estaba mal.
Otro mensaje apareció debajo del resto y apenas fui consciente de los ruidos de alrededor, de la música del bar, del molesto ruido que hacía Carla al sorber de la pajita su bebida, de las risas y charlas del resto de personas.
Porque él me había mencionado.
Asher me había escrito a mí.
Una sonrisa tiró de mis labios, pero la oculté con mi vaso mientras le daba la vuelta al teléfono para no mirarlo.
Me giré hacia Carla, que miraba los mensajes ahora con una ceja arqueada.
Una prueba más de que esa sonrisa idiota al leer su nombre estaba mal.
Porque él era de ella y yo era de su amigo, de Sebastian.
- Tía, no es el momento, suelta el móvil, hacía tiempo que no quedábamos. -repliqué.
-Lo sé, lo sé, pero es el único momento en el que podemos hablar con ellos. Ya sabes que allí hay como, ¿cuánto? ¿Siete horas menos?Resoplé frustrada, volviendo a girar el móvil y leyendo las respuestas rápidas de Carla en el grupo.
Siempre me había dado algo de envidia su capacidad con el inglés y los idiomas en general.
Cuando conocimos a Sebastian y Asher, viví ese momento mezcla de vergüenza y miedo que todo buen español teme vivir cuando viaja o conoce a un extranjero.
El miedo a un idioma que no es el tuyo, a hablarlo mal, a hacer el ridículo.
Por suerte o desgracia, ni Carla ni yo habíamos siquiera habíamos oído sus voces, ni los habíamos conocido en persona.
Todas y cada una de nuestras interacciones habían sido mediante mensajes de texto.
Eso me lo ponía fácil, ya que si no sabía decir algo siempre pensé que era tan sencillo como buscarlo en Google.
Aunque eso hiciera que escribiera mucho más despacio que Carla, lo cual no me hacía mucha gracia.
No hacía ni un año que habíamos conocido a, como a nosotras nos gustaba llamarlos, los americanos.
Todo había empezado como una forma de practicar inglés, ya que a ambas nos gustaban los idiomas y en nuestro pequeño pueblo no es que hubiera con quien practicarlos.
Sin comerlo ni beberlo, nos encontramos hablando a diario como si nos conociéramos los cuatro de toda la vida. Aunque conforme pasaba el tiempo, los chicos parecieron comenzar a “escoger bando”.
Sebastian comenzó a ser dulce conmigo, a hablarme por privado, el típico romántico de las pelis americanas intentando cortejar a la dama, mientras que Carla me contaba que hablaba con Asher por otro lado.
Ni siquiera sé cómo aquello empezó a tornarse todo un despliegue de cortejo, de formar parejas, de ser fiel en la distancia, ni cómo él comenzó a gritar a los cuatro vientos que yo era “su chica”, pero así fue.
No me malinterpretes, Sebastian es genial, romántico y dulce, pero si quiero ser sincera conmigo misma, debo admitir que jamás sentí ese “feeling” necesario para mí.
Y era raro cuanto menos que fuera su amigo quien me hiciera reír, quien me parecía más interesante, misterioso.
Desbloqueé el móvil y leí uno por uno los mensajes de todos.
Apenas respondí con un emoji de corazón a Sebastian y salí del grupo dispuesta a guardar de nuevo mi móvil, pero entonces un nuevo mensaje iluminó la pantalla.
Un mensaje que hizo que casi tirara el vaso de Carla de la mesa.
Uno de esos que lo cambiaba todo aunque parecía la cosa más tonta del mundo en aquel entonces.
Leí de nuevo el nombre en pantalla, comprobando una vez más que no estaba dentro del grupo que tenían los cuatro, sino en una nueva conversación privada.
No sabía si era por esa forma sencilla que tenía él de hablar, pero esta vez el idioma no fue un problema, lo leí del tirón y algo se apretó en lo más profundo de mi pecho como la mecha de algo a punto de encenderse.
Asher: ¿Qué tal Sandra? Oye sé que te gusta el fútbol así que, ¿Vas a ver el mundial?
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Dime te quiero en inglés
RomanceAlex y Asher se conocieron en un chat, gracias a sus parejas de entonces. Diez años de amistad a distancia, de secretos, de risas y cariño a través de una pantalla. Lo que para Alex empezó como un pasatiempo que además la ayudaba a practicar inglé...