Única Parte

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La presentación con los franceses había sido un éxito. La mayoría había hecho los deberes y habían ilustrado sus presentaciones con bastante humor. Todo había estado bien.

Excepto que, para Vegetta, no se había sentido bien. Recordaba, desde el fondo del auditorio, la presentación de Foolish con los brasileños. No había dudado ni medio segundo en presentarlo como su novio. ¿Qué había pasado en esta ocasión? ¿Había sido un descuido? ¿Hubiera dicho algo si no intervenía para marcar territorio?

Decidió tomárselo con un poco de humor. Le reclamó a Foolish frente a Jaiden y Roier, intentando que pareciera algo despreocupado, aunque era un reclamo a fin de cuentas. Jaiden intentó ayudar al estadounidense, diciendo que el espectáculo que dieron los dos debía ser más que suficiente

Roier mencionó que le olía a ruptura.

Y nadie dijo nada.

Ninguno de los dos negó aquello.

¿Era porque no lo necesitaban? ¿Sabían que estaban bien y que una tontería como aquella no iba a ser suficiente nunca como para hacer que se separaran? ¿O era porque dolía pensar en lo cerca que estaban de que aquello fuera real?

La ansiedad creció en el de ojos verdes. Miró a su novio en busca de respuestas. ¿Qué se supone que tenía que decir? Ya había dicho lo nervioso que había estado, lo mucho que deseaba no estar sobre el escenario, lo malo que era con las palabras. Parecía, sin embargo, que no era suficiente para el español. Había dolor en sus ojos, a pesar de estar sonriendo.

—No, no, Foolish, no te preocupes —le dijo entonces, quitándole hierro al asunto con un simple ademán de su mano derecha.

—But I feel like I should worry —aquello salió de los labios del semidiós con rapidez, notando la evidente molestia que el español se empeñaba en ocultar.

Vegetta se encargó de llevar la conversación a otro tema. Pronto, se encontraban caminando a un sitio distinto. Se esforzó por olvidarse de su malestar, por enfocarse en Foolish tanto como solía hacerlo y protegerlo. Tal vez así dejarían el tema por la paz, tal vez así el tótem no insistiría en querer arreglarlo, tal vez así dolería menos cuando todo se derrumbara, porque la desilusión ya se había instalado en el pecho del sabio.

No pudo evitar querer distanciarse un poco. Foolish no dijo nada al respecto. El pelinegro lo miraba de reojo, a lo lejos.

Luego de un rato, se despidió y se fue.

Intentó dormir, pero no podía. Estaba sentado en la orilla de la cama doble, con la cara entre las manos. Su mente iba de un lado a otro. ¿Había hecho algo mal? ¿Estaba exagerando?

La puerta se abrió. Escuchó pasos acelerados en la planta baja. Subieron las escaleras. Sabía quién era, no habían muchas opciones y su hija no haría tanto ruido.

Vegitta, mi amor —escuchó.

—Ahora sí, ¿no? —aquellas palabras salieron con más veneno del que había querido, haciendo al de ojos verdes paralizarse en su lugar.

Le tomó un par de minutos acercarse a su pareja. El rubio se sentó a su lado y tocó con timidez su brazo. El de ojos morados volteó a verlo de reojo e intentó no moverse.

—Look, lo siento —murmuró Foolish—. Vegitta?

El aludido tuvo que recordar su posición ante esto.

No te preocupes [Fooligetta] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora