20

4 4 0
                                    

UN TERRITORIO DE FANTASMAS
_______________________________________

Natsu, Gray y Erza deambularon entre los ángeles muertos. No hablaron, solo observaron, y su silencio se crispó por la ira. Los cadáveres estaban despedazados, como ratones a manos de gatos. Natsu fue incapaz de decir si los había conocido --las sangrientas habían hecho su trabajo--, pero varios de los rostros conservaban suficiente carne como para distinguir la mutilación. Hacia generaciones que no se veían aquellas obscenas sonrisas, pero todos los serafines y quimeras tenían su imagen grabada en la memoria. Eran la firma del caudillo.

Fue lo que le hizo a sus señores seráficos mil años atrás, cuando se rebeló contra la esclavitud y cambió el mundo. Era un poderoso e inconfundible símbolo de rebelión.

- Vivir en armonía con las bestias - dijo Erza en voz baja, Natsu se puso tenso. Eran sus propias palabras arrojadas de nuevo hacía él, y ¿qué podía responder? ¿Que esos mismos soldados habían dejado a su paso un rastro de aldeas calcinadas y no eran la personificación de la inocencia? Sonaría como si pensara que lo merecían. No era así, pero tampoco sentía indignación, solo una tristeza aplastante. Esos soldados habían hecho lo que habían hecho, y recibido aquello como respuesta. Así funcionaba.

En el ciclo de la masacre, las represalias generaban represalias, infinitamente. Sin embargo, no era un buen momento para filosofar, no con las sangrientas volando en círculos sobre sus cabezas, grasnando para que se fueran y las dejaran con su festín. Guardó sus pensamientos para sí.

El Sol estaba saliendo. Rozó los tallos del pasto luz trémula y las briznas se agitaron como alas en el viento. Verde dorado, dorado verde, aún inmaduras y sin posibilidad de madurar. Los soldados estaban prendiendo los límites del prado, y con aquel calor abrasador las llamas se extenderían rápidamente. Antes de que el sol hubiera salido por completo, la hierba estaría lanzando chispas, igual que los cadáveres. El fuego se llevaría a los muertos. No había funerales para los soldados.

Un grito desde arriba.

- ¡Eh, ustedes! ¿Qué están haciendo?

Natsu inclinó la cabeza hacia atrás. Los primeros rayos del sol iluminaron sus ojos color esmeralda, y el serafín que estaba en el aire lo reconoció y palideció.

- Perdóneme, señor. No... no me habían informado que usted estaba aquí.

Natsu levantó el vuelo para reunirse con él, y sus hermanos lo siguieron.

- Hemos venido con los refuerzos desde el cabo Armado - le informó Natsu.

El cabo Armado, la mayor plaza fuerte de las antiguas Tierras Libres, había enviado soldados para reforzar el pequeño contingente del sur como respuesta a aquellos ataques.

El joven jefe de patrulla, cuyo nombre era Eve, parecía ligeramente aturdido de encontrarse cara a cara con el Terror de las Bestias, con Salamander.

- Es bueno tenerlo entre nosotros, señor - dijo el soldado.

Por segunda vez: señor. Erza carraspeó. Natsu no era ningún líder. Aunque la fama le proporcionaba cierto reconocimiento, era un Ilegítimo, y su rango era el mismo de siempre, y el que siempre sería: bajo.

- ¿Qué descubrieron? - preguntó Natsu.

El soldado tenía los ojos abiertos de par en par.

Días d Sangre y Resplandor #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora