3._Cena

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Mary se rascó la cabeza tras quedarse viendo a ese sujeto fija y meditabundamente.

-Usted necesita atención médica- le dijo una vez asimiló la oferta.

-Lo que le he dicho no es producto de un delirio, señorita Mary- le respondió Dai viéndola ir hacia él. Cuando esa mujer se le paró en frente tuvo que alzar la mirada para verla a los ojos, pero ante su sorpresa ella se hinco a su costado.

-Suba- le dijo apuntando a su espalda con el dedo pulgar por encima de su hombro.

-Puedo caminar- exclamó Dai un poco ofendido por la gentil oferta.

-Claro...parece en un pie y toque su nariz. Si puede hacerlo iremos caminando hasta mi casa- le respondió Mary haciéndolo arquear una ceja.

Cinco minutos después la mujer iba por la orilla de la carretera cargando con él en su espalda. Dai no estaba feliz con eso, pero tal y como Mary se lo señaló era incapaz de caminar correctamente. No tuvo más opción que convertirse en un bulto, muy a su pesar. La noche estaba tibia y esa mujer se puso a cantar mientras avanzaba hacia su humilde morada. Por poco acabó dormido sobre ella que llevaba un perfume que olía a flores, pero que además tenía ese olor a la tierra que estuvo removiendo. La mezcla hizo a Dai pensar en un cementerio por lo que se obligó a permanecer despierto.

-Cuando desperté oía un silbido- le comentó- Aún no podía abrir los ojos o moverme, pero oía un silbido- agregó frotando su rostro contra el hombro de la mujer.

Mary le miró de reojo. Debió ser aterrador despertar siendo incapaz de moverse. No hizo comentarios, pero admitió era ella quien silbaba.

-¿Cómo se llama esa canción?- le preguntó Dai.

-El comienzo del día- le respondió Mary para quien hablar y cargarlo en su espalda implicaba un doble esfuerzo.

-¿Le importaría silbarla otra vez?- le consultó con una voz que él mismos se desconoció.

Todavía faltaban unos tres kilómetros para llegar a su casa, pero considerando todo lo que había sucedido, Mary accedió y comenzó a silbar haciendo algunas pausas para retomar fuerza. Al llegar a su hogar no solo tenía la espalda deshecha, también sus pulmones pedían una tregua. Dai se encontró, antes de darse cuenta, ante una casa humilde que olía a canela y naranja. Cuando ella encendió la luz descubrió muchas plantas y un amplio sofá en el que ella le señaló se sentará.

-Necesito hacer una llamada- manifestó Dai a lo que Mary contestó dándole su teléfono celular que tenía guardado en una caja en la mesa de café- Gracias.

Dai envio un mensaje de texto. Unos minutos después alguien le llamó a ese teléfono. Mary lo escuchó hablar con una persona, pero en un idioma diferente. Ella ignoró eso para concentrarse en el café que estaba preparando. El mismo que puso en las manos de aquel individuo unos minutos después. Él estaba muy frío y recordando algunas cosas que sabía de medicina pensó que le haría bien tomar un café.

-Su presión debe estar muy baja- le dijo Mary- Beba- le ordenó y fue hasta su cuarto por una manta que le echo encima al volver.

-Es usted una persona muy amable- le dijo Dai a lo que ella se sonrió con incomodidad- Mi doctor debe estar por llegar. Si el dice que me puedo ir...me gustaría partir enseguida.

-¿Partir a dónde?

-¿Conoce el sector de los campos silicios?

-¿El valle de las cabañas para gente rica? Si. Trabaje en su campo de golf y me despidieron hace cuatro meses sin aviso y sin darme mi compensación- le dijo Mary sonando bastante molesta.

Quédate Muerto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora