Capítulo 1: El día esperado

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Una chica de pelo castaño largo y con ondas, de once años de edad, permanecía plácidamente durmiendo entre los revoltijos de sábanas que cubrían la mayor parte de su cuerpo; con los pies en la cabecera de la cama, una mano colgando afuera, la almohada sobre su cara y acostada boca abajo mientras babeaba en sueños. Toda la habitación permanecía en una oscuridad casi total, a través de las cortinas marrones se filtraban algunos rayos de luz que indicaban la hora del día. El lugar estaba desordenado; ropa sobre la puerta del ropero, la alfombra peluda beige al costado de la cama arrugado en un remolino, el escritorio separado de la pared (tapizada de un color blanco crema) y la silla patas arriba con una prenda de ropa interior colgando de la pata.

Podría decirse que era alguien fuera de lo común todo por ser una bruja, aunque destacaba verdaderamente no solo por su condición; la personalidad y esa manera de ser era algo que hasta su propia familia encontraban como «Interesante», «Extraordinario» y, especialmente, «Particular». Aceptaban que era impulsiva, terca y espontánea, pero también era bastante alegre, divertida, optimista, honesta y trataba de cooperar y ayudar con todo, sobre todo en los quehaceres domésticos, de los cuales metía la pata gracias a su gran don mágico para la torpeza, aunque sabían que solamente quería ayudar, cualidades que compartía con su hermana mayor: Nymphadora Tonks Black, o Dora para sus padres.

Esa chica de once años se llamaba Talitha Soleil Tonks Black, Tali para su familia, la hija menor.

Talitha había esperado con ansias ese día, tantas que había sido un desafío ir a dormir luego de ordenar sus libros de primer año, los materiales solicitados y meter la ropa dentro del baúl con gran esfuerzo, toda una odisea; primero pidió ayuda a su hermana y eso lo empeoró, luego al padre de ambas y fue como si un tornado atacó el baúl, hasta que la mujer de la casa intervino, arregló todo y regañó tanto a sus hijas como a su esposo, Edward (Ted) Tonks, diciendo: «¿Por qué no me avisaron desde el principio? ¿Y cómo es que metieron ese libro tan grueso dentro del calcetín?». Si no fuera por sus padres Talitha hubiera preferido desvelarse toda la noche, incluso quiso ayudar a su madre el día anterior, Andrómeda Tonks Black, con todos los quehaceres de la casa para tener que distraer su mente y el tiempo pasara volando. No obstante, solo consiguió hacer un gran desastre en la casa junto a Nymphadora, que también quiso ayudar con los quehaceres al contagiarse del entusiasmo y energía de Talitha, y la madre de ambas tuvo que hacer más conjuros de tareas domésticas de lo habitual: reconstruir los platos de porcelana rotos, levantar los muebles de la casa, reparar una ventana rota, volver a encajar las patas de la mesa en su lugar, arreglar el tubo del lavaplatos que agujerearon cuando confundieron el lavaloza con una botella de vidrio con ácido y reparar el enorme agujero que provocaron en medio de la sala, el cual no tuvo idea de cómo es que lograron hacerlo.
Resultaba curioso el como se las ingeneaban las hermanas para provocar tales catástrofes sin tener intención de hacerlo cada vez que se unían para realizar actividades, un gran enigma que sus padres no le tomaban importancia, ya que las amaban tal y como eran.

Hubo un par de golpes en la puerta de madera, de los cuales ni inmutaron a la chica que estaba mas allá el quinto sueño.

---Tali, despierta ---llamaron al otro lado de la puerta con una voz animada y alegre. Sin esperar respuesta abrieron la puerta, iluminando parcialmente la habitación, dejando a la vista una adolescente de dieciséis años, pelo muy corto, de punta y de color rosa chicle, rostro pálido en forma de corazón, ojos oscuros y centelleantes, de expresión simpática---. ¡El desayuno! ¡Hora de comer!

Talitha soltó un ronquido en respuesta.

---¿Escuché bien? ¿Me estás dejando usar el arma secreta? ---cuestionó con una sonrisa, posando una mano en su oreja para comprobar las "palabras".

Hubo otro ronquido en respuesta, girando en la cama y manteniendo inconscientemente la mano sobre la almohada para no destapar su rostro.

---¡Así se habla! ---rió entre dientes la pelichicle.

Tropezones del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora