Capítulo 1: Cuervos

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El sol me lastimaba los ojos. Me sequé la frente con el brazo, aunque más bien esparcí el sudor por toda mi cara.

— Otro día de trabajo —suspiré cansado.

Levanté la cabeza y enseguida me arrepentí, parpadeé un par de veces para aclarar mi vista. Puntos negros aparecieron frente a mí. Otro fin de semana trabajando, por lo menos podré ver a mis amigos más tarde. Por ahora tendré que seguir hasta terminar. Al menos esta tarea ya está hecha.

———🎃———

Vacié la cubeta llena de alimento para los cerdos en el comedero. Inmediatamente todos llegaron como si no hubieran comido desde hace una semana. Tomé las herramientas y comencé a limpiar el lugar. Ojalá tuviera más hermanos para ayudarme con las tareas. Ayleen con sus 8 años es aún muy joven para ayudarme con todas mis tareas, además se quejaría de que su cabello rubio y liso se ensuciaría. Si al menos tuviera otros hermanos nos podríamos repartir mis tareas.

Por supuesto que yo siempre tengo que hacer el trabajo sucio, después de todo mis papás siempre ceden a sus caprichos al ver a sus “tiernitos ojitos azules”. Y la verdad para qué negarlo yo también cedo a ellos de vez en cuando. Siendo ella la hijita ideal juguetona, tierna y dulce. La niñita de papi, después de todo ella heredó sus ojos azules y cabello rubio con la piel más lechosa que pueda existir, en cambio yo heredé el cabello y ojos café oscuros de mi madre. A veces me pregunto si realmente somos hermanos y ninguno es adoptado, incluso nuestra piel es diferente siendo la de ella lechosa y con pecas y la mía de un tono marrón bronceado. 

Levanté la popó con la pala para moverla una vez más. El mismo proceso una y otra vez. Levantar y vaciar en el bote. Levantar, vaciar, levantar, vaciar, levantar, vaciar. Una y otra vez, y cuando el bote está lleno llevarlo a la carreta de afuera. Sin parar hasta terminar. Vacié el último bote en la carreta y por accidente tiré un poco de popó en mis botas y el suelo alrededor.

-¡Mierda! ¡Joder! ¡Puta madre! -Maldije en voz alta sin importarme si alguien me oía o no. Ahora tendría que limpiar las botas y el suelo, eso sin mencionar las salpicaduras en mis pantalones. 

Recogí lo que se tiró como pude y lo vacié dentro de la carreta sin tirar nada ésta vez. Tomé las agarraderas de la carreta y me dirigí hacia el lugar donde hacemos la composta. Ésta vez fuí más cuidadoso al vaciarla con la pala.

-Ni una gota -Estiré mi brazos lo más alto que pude sobre mi cabeza y después detrás de ésta.

———🎃———

Después de tomar mi ducha y tallar toda la mugre de mi piel salí del baño con una toalla a la cintura y una a la cabeza. Apenas dí un paso cuando me encontré con una mirada de asco.

-¡Giu! ¿Por qué no te pones tu ropa en el baño Alejandro? -Dijo cierta niña rubia molesta.

-Pues porque no quiero. Además tengo que elegir mi ropa todavía para más tarde -Contesté entre tranquilo y molesto.

-Giiiiuuuuuuu. Seguro vas a salir con tu novia. -Dijo remarcando la palabra novia en señal de burla. 

-Ya te dije un millón de veces que no es mi novia. Y no, voy a salir con mis amigos -Le contesté molesto.

- ¿Con ellos? Ellos son bien feos, son bien groseros y bien malosos y se visten bien feo y fuman y apestan y… -

-Ya cállate que molesta eres. -Dije a punto de perder el control y gritarle. 

Decidí irme a mi cuarto una buena vez. Al entrar inmediatamente cerré la puerta con seguro. Todavía podía escuchar las quejas molestas de mi hermana del otro lado de la puerta. Me dirigí hacia mi clóset para elegir que ponerme. La verdad es que Emma no es mi novia pero… si quiero que eso sea así tendré que impresionarla hasta el límite y más allá.

La noche de las calabazasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora