4. Natalie

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Salimos del baño, observando cómo en uno de los reservados se encontraba sola, La Zarra, observando su móvil.
—Esta es tu oportunidad —dijo Alessandra.
—Absolutamente —afirmó Loreen.
—Estáis locas.
—Quizá... —dijo Alessandra. —Pero te queremos. Y sabemos que tienes que ir a hablar con esa mujer ahora.
—No os detendréis hasta que lo haga ¿cierto? —pregunté.
—Completamente —rieron ambas.
—Bien. Os veré luego abajo.
—Sé tú misma. Eres genial, Natalie, de verdad —me dijo Loreen con su maravillosa sonrisa.

Les sonreí a ambas y me dirigí a La Zarra.
—¿Puedo sentarme? —dije haciendo que desprendiera la mirada de su teléfono. Me miró durante unos segundos antes de contestar.
—Claro —me dijo con una sonrisa antes de mandar otro mensaje y apagar su pantalla para volver a mirarme. —¿Lo pasas bien? —Me preguntó.
—Sí. Se podría decir que sí... ¿Y tú?
—Sí aunque... Estoy fuera de mi zona de confort. Pero supongo que es bueno de vez en cuando.
—Entiendo perfectamente el sentimiento... —dije. En ese momento pasó un camarero al que pedí una botella de champagne. —Invito yo —dije a ella después de pedirla. —Por lo de antes.
—No hace falta.
—Insisto, descuida.
—Gracias —me miró unos Segundos atentamente hasta que volvió a hablar. —¿Te tratan bien?
—Son todos un cielo. Creo que este año hay muy buen ambiente.
—Sí, definitivamente. Creo que ya te lo he dicho, pero me gusta mucho tu actuación.
—Gracias. A mí igual. Me parece de las mejores de este año.
—Que gane la mejor —dijo tendiéndome la mano para estrecharla.
—Que así sea —sonreí.

En ese momento trajeron la botella y sirvieron dos copas. Brindamos y dimos el primer trago. Pese a hablar de banalidades, la conversación no se había tornado incómoda.

No recuerdo exactamente cuánto tiempo llevábamos hablando hasta que recibí una llamada.
—Corazón, tenemos un problema.
—¿Qué pasa Kam?
—Strike de taxistas y transportes. Vas a tener que dormir cerca de donde estés.
—No me jodas. ¿Y Uber?
—Colapsado.
—Joder... ¿Si consigo una bici? O...
—Estás loca. Son las dos de la madrugada y tardarías al menos media hora en llegar.
—¿Las dos? —pregunté sorprendida. —Se me ha pasado el tiempo volando... Bueno... Intentaré pedir habitación en el hotel de aquí al lado.
—Llámame de cualquier cosa.
—Descuida.

Colgué el teléfono y no pude evitar quejarme.
—¿Todo bien? —me preguntó La Zarra.
—Bueno. Tengo que llamar al hotel de al lado a ver si le quedan habitaciones porque parece que no podré volver al mío...
—Que faena... Tal vez...
—Dame un segundo —dije. Llamé al hotel unas tres veces hasta que me cogieron el teléfono. Solo para decirme que debido al imprevisto se había colapsado y no quedaban habitaciones. Lo mismo que en los otros tres más cercanos. —Pues parece que dormiré en un hostal por el strike.
—¿Cómo vas a dormir en un hostal? Mi hotel está aquí al lado. Puedes quedarte.
—No, no. No podría. No quiero molestar.
—No es molestia alguna. Molestia sería que te quedaras en un hostal con vete a saber quién.
—¿Está segura?
—Completamente.
—Pues muchísimas gracias, de verdad. Me salvas la noche.
—Un placer —dijo tomando un trago.

Antes de que pudiera decirle más nada aparecieron Loreen, Käärijä y Alessandra.
—¿Habéis oído lo del strike? —preguntaron.
—Sí. Me llamó Kamila —dije.
—¿Tienes estancia? —preguntó Loreen.
—Sí... Sí. No os preocupéis.
—Creía que tú hotel estaba lejos —dijo Alessandra.
—Se quedará conmigo —dijo La Zarra. Mis tres amigos se miraron y luego me miraron a mí.
—Pues te quedas en buenas manos —dijo Käärijä. —Pasadlo bien señoritas —bromeó para volver a bajar junto a Loreen y Alessandra.

En ese momento abrieron el karaoke de la discoteca. Me asomé al balcón y vi a Loreen haciéndome señas para que bajara.
—¿Vamos? —pregunté y La Zarra tomó el último trago de su copa antes de seguirme.

—¿Cantamos una de Adele? —me preguntó Loreen.
—Creo que voy un poco tomada...
—Mejor —rió. —Vamos —y sin darme otra elección tiró de mí. —¿Cuál quieres?
—¿ "When we were young" ?
—Buena elección.

Puso la pista y nos colocamos en la pequeña tarima.
Cuando íbamos por el primer estribillo hicimos que Alessandra subiera con nosotras y terminara la canción junto a nuestras voces.

Al acabar, riendo, nos bajamos de la tarima y nos dirigimos a la pista para que alguien más pudiera cantar. En ella estaban hablando Käärijä y La Zarra.
—Cuanto talento tienen estas mujeres —dijo Käärijä al vernos, haciéndonos reír. —¿Nos tomamos una última copa los cinco? —preguntó refiriéndose a él mismo, a Loreen, Alessandra, La Zarra y a mí. —Estoy agotado —añadió.
—Claro —dijo Loreen. —Yo también me iré pronto.

Aceptamos la copa a sabiendas de que La Zarra y yo acabábamos de terminarnos una botella de champagne hacía a penas diez minutos.
—Avísame en cuanto quieras irte —dije a La Zarra. Me había permitido quedarme en su hotel, lo que menos quería era ser desconsiderada y tener que hacerla esperar.
—No te preocupes —me dijo. —Si quieres quedarte más te dejo una llave de la habitación y que te acompañe tu seguridad hasta el hotel.
—Sí... Verás... He venido sola.
—¿No has traído a nadie de seguridad?
—No... La verdad... Acostumbro a ir sola a cualquier lado que necesite...
—¿Sabes lo peligroso que puede ser?
—Sí pero... Al final es algo que pasa a todos, independientemente de la fama.
—Le diré a mi guardaespaldas que te acompañe.
—No voy a permitir que seas tú la que vaya sola.
—Querida, las noches en Liverpool son más seguras que en Francia, créeme —rió.
—Aún así. Si quieres irte, vamos juntas.
—Me parece bien.
—Corazón, Alessandra y yo nos vamos —me dijo Loreen.
—Adiós chicas —dije abrazándolas a ambas. —¿Nos vemos estos días?
—Mañana mismo si quieres —dijo Alessadra.
—Genial. Vayamos a almorzar —dije. —¿Te vienes? —pregunté a La Zarra. —Seguro que Käärijä también se apunta.
—Claro, permíteme antes mirar lo que tengo que hacer y os aviso —dijo algo sorprendida por la invitación.
—Genial —dijo Alessandra. —Chao chicas.

—¿Nos vamos también? —me preguntó La Zarra.

FLOWERS IN THE BACKSTAGE (La Zarra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora