Capítulo 25

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Pese a todas mis quejas y objeciones debo admitir que hoy ha sido perfecto, Sean tenía razón, comer en el jardín sí fue una gran idea.

Gracias a las sombrillas de jardín y a la fresca y suave brisa del viento que recorre libremente todo el jardín no me he sentido agobiado por el calor en ningún momento, sin mencionar que la limonada ha sido de gran ayuda al momento de aplacar la sed y el calor. Habría preferido unas cervezas bien frías, pero con los niños presentes eso no es una opción. Ni a Lisbeth ni a Sean les gusta la idea de que sus hijos naturalicen la ingesta de bebidas alcohólicas desde tan temprana edad y si mis circunstancias fueran otras me habría opuesto, sin embargo..., después de meditarlo un poco me di cuenta que yo tampoco quiero que mi cachorro lo haga así que la limonada con hielo está bien, está fresca, es rica y cumple su función.

La comida también estuvo exquisita, simplemente fue perfecta, comí tanta carne que creo que si como un solo bocado más me convertiré en res.

Las comidas en casa de Sean siempre parecen salidas de un cuento, las conversaciones fluyen con naturalidad sin tensiones, ni peleas o discusiones y las risas, las risas nunca faltan. Sé que mucho de esto se debe a que Sean y yo nos conocemos desde hace tanto tiempo, es mi mejor amigo, mi hermano, es sencillo sentirme cómodo y en confianza en su presencia. Pero no solo se trata de eso, es todo, él, Lisbeth, los niños... hay una agradable y cálida sensación de hogar en toda la casa.

A veces siento que vivir en casa de Sean es como un sueño del que no quiero despertar, temo el momento en el que deba hacerlo, no quiero chocar de frente con la realidad... con mi cruda realidad. Inmediatamente sacudo la cabeza para alejar cualquier pensamiento negativo que pueda llegar a perturbar mi paz, no lo permitiré, no hoy que me siento tan bien. Aún me queda bastante tiempo antes de que deba irme así que por ahora me concentraré solo en disfrutar el presente.

- ¡Aaaahhh, nooo! – de pronto el agudo grito de la pequeña nos sobresaltó a todos e instintivamente la miramos tratando de comprender a que se debió ese grito

- Princesa, ¿qué tienes? – cuestionó Sean muy preocupado tratando de entender qué provocó ese grito

Ella no respondió a la pregunta solo se dedicó a observar en mi dirección con desesperación, como si esperara a que yo haga algo. Tuve que girar el rostro y mirar detrás de mí para saber que había allí que tanto la alteraba, quizás vio un insecto, sin embargo, al voltear el rostro yo no vi nada. Sean y Lisbeth tampoco vieron nada por lo que confundidos se dedicaron a hacerle nuevas preguntas para tratar de comprender que la puso en ese estado, pero al no obtener respuestas Sean la tomó de la silla y con la pequeña en sus brazos se puso de pie.

- La llevaré adentro un momento – nos avisó a manera de disculpa – quizás eso ayude

- No papi, no, no, espera... – rogó la pequeña sujetando con fuerza la camiseta de manga corta que mi amigo lleva puesta, como si al hacerlo pudiera impedir que él continúe caminando

Tan pronto como la pequeña notó que mi amigo la levantó de la silla finalmente reaccionó y comenzó a explicar el porqué de su grito o a tratar de hacerlo, lastimosamente las palabras salen atropelladas de su boca, dice muchas cosas casi sin hacer pausas y al mismo tiempo no dice nada concreto, está tan alterada que divaga y debido a eso no logra hacerse comprender.

Me tomó algunos segundos darme cuenta que habla de Asiel, solo entonces giré el rostro hacia mi cachorro, preocupado, pensando que algo le sucedió y yo ni me di por enterado por estar tan ensimismado en mis propios pensamientos o en disfrutar de todo lo que la carne asada implica.

Asiel aún permanece sentado en la silla donde lo dejé antes de empezar a comer, solo que ahora que ya no quedó nada sobre su plato él giró todo su cuerpo en dirección a Andy. Al principio pensé que solo hablaba o jugaba con el pequeño hasta que noté que tenía las orejas retraídas apuntando hacia atrás, su cuerpo se ve rígido casi podría decir que esta a la defensiva e incluso puedo escuchar como le gruñe.

Una razón para vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora