-El final de la era. parte 2-

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A unas horas de la conquista.

La noche era tan pacífica y silenciosa, para muchos podría ser la noche perfecta para poder descansar pero, para las tierras de los dioses era una en que los había hecho presa fáciles.

Los inmensos barcos de aquellos soldados de españoles comandados por el gran Cortés llegaban con un estruendo. La arena había Sido un buen aliado para detener aquellos inmensos navíos, dejándole así el camino fácil para que los nuevos extraños comenzarán su travesía por la amplia selva y poder encontrarse con las grandes riquezas.

Xibalba había hecho un buen trabajo por mostrarle al capitán los grandes tesoros que podrían adquirir. Su objetivo había cambiado y está vez irían sin dudar por lo que les prometió aquél "pensamiento". Cortés con una mirada seria levanto su espada para preparar a sus hombres, cuándo estos estaban listos no dudo en señalar la direccion a dónde debían caminar. Era preferible aprovechar la obscuridad para no levantar sospechas alguno de los residentes. Pero lo que no sabían que una bella mujer los protegía desde las sombras con una amplia sonrisa de gran satisfacción.

Pero, en la ciudad de la serpiente emplumada estaba ya preparada para terminar sus actividades e ir a dormir. El Sol ya se había ocultado momentos antes y a los comerciantes les era una clara señal para terminar sus negocios. Hiroshi miraba desde arriba del templo como el pueblo se movía de un lado a otro para resguardar sus productos. Quetzalpétlatl solo observaba en silencio como el joven asiático estaba tan perdido en sus pensamientos, pues su hermano estaba tardando más de lo que había prometido.

- Parece que estás muy preocupado por tu señor...- Aquellas palabras hizo sorprender al azabache y mirar a la piel canela quién la sonreía de una manera cálida.

-No, yo entiendo que a veces tiene muchas que hacer. Solo estaba viendo a su gente.

- No debes preocuparte. Se nota perfectamente que está muy enamorado de ti.- dijo la joven quien se levantó para ya irse a sus aposentos en otro templo cercano de su hermano. - En verdad, te haz convertido en su todo. Así que, nunca dudes de su casto corazón. Cuídalo mucho, su bondad puede ser un blanco fácil para otros dioses que envidian de su poder.

-Lo entiendo...- suspiró el joven volviendo a ver en su anterior dirección.

-Bien, me retiro a descansar. Descansa lo que puedas, esas ojeras en tu rostro notan mucho cansancio. Duerme bien, joven Hiroshi.

-Igualmente usted, mi señora. - hizo una leve reverencia a la joven quién no dudo en responderle y seguir su camino. El asiático estaba de nuevo solo en aquella habitación, esperando a su amado para poder descansar de todos aquellos pensamientos que lo habían atormentado. Pero, las palabras de que era una presa fácil lo hizo preocuparse más. Sin embargo, cuándo estaba dispuesto a irse a acomodar su cama para dormir, se dió cuenta que el pequeño can no estaba en la habitación.

- ¿Momo? - miró a su alrededor y buscando en los posibles rincones del lugar. - Hey, Momo...¿Dónde estás pequeño amigo?.

Busco entre las cestas, los papiros, las armas de su señor y no había rastro de su fiel compañero. Estaba algo desconcertado porque estaba seguro que estaba junto con ellos desde la tarde que habían estado comiendo junto a la bella Quetzalpétlatl. Miró en dirección a la ciudad y pensó que el can salió sin que se diera cuenta yendo hacia las amplias calles del lugar. Tenía miedo de que esté saliera de la ciudad y una criatura lo haya herido fuera del alcance de los soldados.

Tomó una antorcha de la habitación y no dudo en bajar en busca del can. Los habitantes del pueblo notaron que el joven había bajado del templo, nunca era usual que este bajara a altas horas de la noche, pero, muchos imaginaron que iría en busca de su señor, lo cuál, le dieron poca importancia.

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⏰ Última actualización: May 20, 2023 ⏰

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