— Valorar los bellos segundos extras que nos ofrece la vida, no suena nada mal.
A.A.
Un niño de cabellera castaña y ojos grandes y marrones miraban con inocencia el gran edificio frente a él, sin saber que allí dentro habitaban sus más grandes miedos, sin saber que al poner un pie dentro todo sería dolor.
El niño iba tomado de la mano de su madre, madre que con todo el dolor del mundo lo conducía a su destino aún con la esperanza de que puedan hacer algo por él.
— Mira, Momi. —Señaló él, su manito apuntando la sala donde unos niños se encontraban siendo sometidos a un tratamiento.
— Sí mi amor.—Respondió distraída.
Caminaron por largo rato en el área de pediatría buscando su lugar, en algún momento habían subido de piso y justo cuando el ascensor estaba por cerrarse un chico entró corriendo disculpándose.
— Lo siento, lo siento —Dijo apresuradamente.— Gracias por detener el ascensor.
— No hay de qué. —Respondió educadamente el niño al ver que su madre no tenía pensado decir nada.
El chico por su lado los miró con curiosidad a ambos.
— ¿Hacia donde se dirigen? —Preguntó sin ocultar la curiosidad.
La mujer lo miró escéptica.
— Hacia el área de quimioterapia.
Sus ojos se abrieron por la impresión, luego si vista viajó hacia el pequeño, un niño de aproximadamente ocho u siete años, con mirada soñadora y sonrisa radiante.
«Desaparecerá en unos días » pensó, haciendo referencia a eso, porque el cáncer era un monstruo que apagaba demasiado rápido.
— ¿Dolerá mucho? —Preguntó de la nada el niño, él chico se agachó hasta quedar a su altura y le sonrió.
— Dolerá, pero somos más fuerte que ese monstruo ¿No lo crees, pequeño?
Él asintió, solemne.
— Sí, lo somos.
— Bien. —Sonrió nuevamente y revolvió su cabello, las puertas del ascensor se abrieron y el chico se levantó y comenzó a caminar lejos, sin despedirse.
Cosa que el niño notó rápidamente.
— ¡¿Por qué no te despides?! —Le cuestionó levantando un poco la voz, el chico castaño y ojos verdes medio volteó para responder.
— Porque esto no es una despedida, Niklas. —Explicó con calma, él niño lo miró sorprendido porque se recordará de su nombre y luego sonrió alegre. — ¡No vemos por ahí, pequeño!
— ¡Espero que sí Alessandro!
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¿Y sí reescribimos las estrellas?
Random"Existe un hilo rojo invisible, que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, lugar o circunstancias. Un hilo que se puede estirar, contraer o enredar, pero que nunca será capaz de romperse." Ahora sé qué hay cos...