8. Natalie

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El sonido de la puerta del baño fue lo que nos hizo separarnos de inmediato. En ella vimos a Loreen marchándose rápidamente.

—Culpa mía, culpa mía —dijo mientras salía a toda prisa. Haciéndonos reír a ambas.
—Loreen no hace falta que te va... —traté de decir pero ya se había ido.
—¿Entonces?
—¿Qué? —pregunté y ella me miró de lado.
—No te gustan las mujeres ¿verdad?
—¿Crees que te habría besado si no me gustaras?
—Bueno, nuestros únicos acercamientos han sido con alcohol de por medio... No es tan descabellado...

Terminamos de arreglarnos el maquillaje y salimos del baño bajo la mirada de nuestros tres amigos. Nada más hacerlo Loreen se marchó al baño.
—Bueno pues... que buena noche —dijo Käärijä rompiendo el silencio.
—Creo que debería irme —dije. —Estoy cansada y mañana vuelo pronto. Esperaré a que Loreen vuelva.
—¿Ya? Pero si a penas es la una y media —dijo Käärijä haciendo un puchero.
—Es que mi tren es temprano y quiero descansar...
—Entiendo, te vamos a echar de menos. Pero en unas semanas volveremos a vernos en el meeting —me dijo Alessandra con una sonrisa.

Loreen volvió y tras despedirme de todos con un abrazo bajé a buscar a mi taxi, el cual ya debía estar abajo en la entrada. Antes de poder subir noté una mano en mi hombro.
—Zahra —dije girándome. Subió conmigo al taxi y le dio al taxista la dirección de su hotel.
—Deberíamos tener una conversación —me dijo.
—Sí. Tienes razón. Para mí no fue solo sexo, de hecho no suelo tener encuentros meramente sexuales si no hay una previa atracción de por medio... Entiendo que quizá para ti sí, y... no pasa nada pero... Supongo que por eso me fuí. No creí que te apeteciera verme al despertar.
—Por favor Natalie... Veo como me miras en los ensayos. Y yo te miro del mismo modo.
—Sí... Quizá no es muy discreto —reí. Antes de poder decir más nada estábamos en el hotel, pues era bastante cerca.
—¿Quieres subir? Solo un rato —me dijo. Sabía que no debía hacerlo. Sin embargo lo hice. Pagué al taxista y caminé tras ella hasta llegar al ascensor.

Nada más cerrar las puertas del ascensor, tiró de mí y la besé con ansias. Más tuvimos que separarnos al llegar al piso correspondiente.

—Debería irme... —dije.
—¿Quieres irte? —preguntó con la elegancia que rebosaba en ella desde el día que la conocí. Negué con la cabeza y sonrió para tomar mi mano y tirar de mí hasta la habitación.

Entre una cosa y otra, la mañana llegó. Despertar por el sonido de mi teléfono y ella ya no estaba en la cama.

Estiré mi brazo y vi el nombre de Kamila en la pantalla. En ese momento volví a bajar a la realidad.
—¡Mierda! —exclamé en voz alta. —¡Mierda mierda mierda! —dije antes de descolgar.
—¡¿Dónde cojones estás?! ¡No quiero saberlo! ¡Deberías de estar en la estación de tren! —Mientras mi manager me gritaba a través del teléfono, vi como Zahra me miraba confundida desde el marco de la puerta. Le hice un gesto dándole a entender que era mi manager la que estaba al otro lado de la línea. —¡¿Me estás escuchando?! —exclamó Kamila.
—Sí, sí, claro...
—¿Qué piensas hacer? Porque yo estoy en el tren. Tengo que llegar hoy a Londres, tenemos trabajo.
—No lo sé...
—¿Quién eres y qué coño has hecho con Nat?
—Quizá me tomé unas vacaciones hasta el próximo ensayo. Te quiero. Chao —dije colgando el teléfono.

Me levanté y recogí mi ropa.
—¿Puedo darme una ducha? —pregunté a Zahra.
—No tienes que preguntar. Pediré que suban el desayuno. Coge algo de ropa si quieres —me dijo descolgando el teléfono de la habitación.

Me di una ducha y cogí uno de los albornoces que ofrecía el hotel. Para cuando salí el desayuno ya estaba servido.
—Que buena pinta —dije.
—Ajá —dijo. —¿Te vienes a París? —preguntó de repente haciendo que me atragantara con el zumo.
—¿Qué? —dije sorprendida.
—Mi vuelo es a las ocho de la tarde. Canto mañana a la misma hora en un teatro... ¿Te quieres venir?
—Me encantaría —dije. Y a medida que las sílabas salían de mi boca me imaginaba a Kamila pensando todos los métodos posibles para matarme. —Pero con una condición.
—Sorpréndeme —dijo tomando su bebida.
—Que vengas tú el próximo fin de semana a verme a mí a Londres. También canto, es un bar privado.
—Hecho —me dijo con una sonrisa. Y sin pensarlo saqué un pasaje para el mismo vuelo en el que iría ella.
—Mi manager se ha llevado todas mis cosas a Londres, a si que no tengo que volver al hotel.
—Coge algo de mi ropa —me dijo.
—¿Segura? Puedo comprar algo o...

Ella me miró y rodó los ojos con una sonrisa.
—Segura —dijo.
—Gracias.
—Un placer —rió.

Terminamos el desayuno y a lo largo del día contesté mails pendientes y descansé. Llegamos al aeropuerto, nos separamos para no llamar la atención y quedamos en encontrarnos en la dirección que me dió de París.

El vuelo fue rápido pero pesado. Desde que tengo consciencia había odiado coger aviones. Podía ver su cabeza unas filas más a delante. Decidí sumergirme en un libro que había comprado en el propio aeropuerto para matar la hora y media de vuelo.

Cuando llegué bajé del avión sin tener siquiera que coger maleta pues lo único que tenía era mi teléfono móvil y el pequeño bolso que había llevado a la discoteca la noche anterior.

Pedí un taxi y espere pacientemente a que llegara. No conocía París, a si que le mostré la dirección exacta a la que debía llevarme y le mandé la matrícula del vehículo a Zahra acompañado de mi ubicación en tiempo real. Por lo que pudiera pasar.

Llegué al lugar viendo la fachada de un precioso edificio. Me mandó un código que me dijo que debía introducir en la entrada para poder subir y me indicó planta y número.

Subí rápidamente quedando frente a la puerta, tomando una bocanada a sabiendas de que definitivamente Kamila me mataría al enterarse de que ni si quiera estaba en Reino Unido.

No me dio tiempo de tocar a la puerta, pues esta se abrió.
—¿No pensabas entrar? —me dijo arqueando una ceja y mostrando una media sonrisa.

FLOWERS IN THE BACKSTAGE (La Zarra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora