ㅤPisada tras pisada, Aiden corría en dirección al hospital. Le habían llamado en mitad de clase, diciendo que su hermano menor había atravesado un paso de peatones y que un coche no se detuvo. Estaba desesperado por llegar pronto pero normalmente tendría que tomar un autobús y justamente aquel día, había huelga de autobuses, por lo que le pareció mejor ir corriendo.
ㅤCuanto más avanzaba, más aliento le faltaba y más dolor se le acumulaba sus abdominales. Parecía y sentía que no iba a llegar nunca a aquel edificio que era mejor no pisar. Pero después de unos largos veinte minutos corriendo a toda prisa, lo logró.
ㅤ-¡Por favor, dígame dónde está un niño llamado Jack Hawkins! -exclamaría, apoyando ambas manos con fuerza sobre el mueble de la recepción del hospital
-Bueno, pero ¿y estas formas? Joven, debería ser más cuidadoso con su trato a sus mayores. -una mujer con cabello canoso, gafas fucsias y vestimenta de hospital, alzaría su mirada, molesta, ante aquella forma de haberle iniciado la conversación.
-Lo siento, de verdad... Yo, soy su hermano. Me han dicho que lo atropelló un coche y quiero verle, por favor. -Aiden sentía que aquella señora solo le quería retrasar.
-Está bien, eh... -aquella mujer divagó, clicando un par de veces-. ¿Su apellido...?
-Hawkins, Jack Hawkins.
-Hawkins... -respondería ella, entrecerrando sus ojos mientras escribía el apellido y observaba la lista de personas ingresadas-. Lo lamento, aquí no hay ningún Hawkins.
¿Qué? ¿Cómo que no había nadie en ese hospital que se apellidara así? ¿Acaso eso era posible? Los ojos de Aiden se abrieron como platos, cayéndole por la frente un sudor frío a causa del pavor que el provocó aquel comentario. Abrió la boca, dispuesto a decir algo:
-¿Cómo? E-Eso no puede ser... ¿No puede volver a...?
En ese preciso instante, una mano desconocida se apoyó en su hombro, era cálida pero aún así, desconocida. Aiden giró su cabeza para ver quién era. Un joven más alto que él, de cabellos rubios y ojos verdes que vestía con ropas caras y, aparentemente, de marca, le sonreía con complicidad. ¿A qué venía esa sonrisa?
Pero, al parecer, aunque fuera un desconocido para Aiden, no lo fue para la mujer de la recepción.
-Oh, señorito Vansworth... Este joven ha venido aquí a-
-Ya sé a qué ha venido. -interrumpió sin más, dirigiendo su mirada entonces a la mujer para seguir hablándole-: No necesita buscar el apellido, yo sé quién es. Le llevaré personalmente a la habitación, disculpe por las molestias.Aquel individuo le sonreiría con amabilidad, haciendo algo más fuerte su agarre en Aiden y guiándolo a la supuesta habitación pero no entendía, ¿que lo conocía? Aiden no lo había visto en su vida. En todo caso, no tardó demasiado en llegar a la pequeña habitación donde debía esperar hasta que pudieran darle el permiso de ver a su hermano.
-Disculpa, tengo que avisar antes. Mientras esperas, toma -Vansworth le ofrecería un vaso de agua-. No tardo nada.
Avisaría, antes de irse y dejar a Aiden solo en la habitación. Para calmarse, Aiden tomaría de un trago el agua que le sirvió, mientras movía con nerviosismo e inquietud sus piernas. Su mirada recorría el lugar, de derecha a izquierda, de arriba abajo, buscando cualquier indicio de la vuelta del rubio.
5 minutos.
10 minutos.
15 minutos.
Aquel desgraciado no volvía y el castaño se comenzaba a impacientar. Sin embargo, al mismo tiempo, sentía cómo iba perdiendo poco a poco la inquietud que tenía, cómo con el paso del tiempo, sus ojos se iban cerrando poco a poco. Pero no podía ni debía dormirse, tenía que mantenerse despierto. En esos últimos segundos antes de sumirse en el sueño, escuchó la voz de aquel desconocido.
-Ya eres mío.-¿Y Aiden? ¿Lo llamaste?
-Sí, dijo que venía hacia aquí.
-¿Y cómo es que ni siquiera nos han dicho algo en recepción? Se suponía que tardaba, como mucho, algo más de media hora.
-No lo sé... Pero Jack al menos, está estable.Aiden corría desesperadamente por un estrecho pasillo que cada vez se iba haciendo más y más pequeño. Sentía que le faltaba el aire, ni siquiera sabía de qué estaba huyendo pero todo su cuerpo sentía la sensación de pavor que se originó por aquella oscuridad que iba drenando el corredor. Cuando casi estaba a punto de ahogarse en él, escuchó una voz que le hizo despertarse de inmediato. El sudor frío recorría su frente y, delante suya se encontró a aquella persona de la que aún desconocía su nombre. Le observaba con una sonrisa afable, tendiéndole la mano.
-Te quedaste dormido -explicó, añadiendo-: Vamos, te están esperando.
Aiden recordaba cómo habían pasado los minutos y no llegaba. ¿Acaso pensaba que se creería tal estupidez y hacer como si nada hubiera ocurrido? ¿Acaso creía que podía hacerle gaslighting como si nada? Con ceja alzada, Aiden miraría con clara sospecha a su adversario porque sí, ya se había convertido en un némesis para él.
-Dime tu nombre primero. Dijiste que me conocías pero yo de ti solo sé tu apellido y por la mujer de recepción.
El rubio exhaló una risa nasal.
-¿Estás seguro de que quieres seguir hablando aquí, en la sala de espera, en lugar de ir a ver a tu hermano?
Entonces cayó: Jack. Aiden se levantó de un salto de su asiento y se abalanzó sobre Vansworth con necesidad.
-Dónde está.
-Ven, sígueme.
Aquel individuo solo se alejó de forma calmada antes de llegar a la habitación con su madre y su pareja, quienes estaban sentados en uno de los sillones a la espera de señales por parte de los médicos. La mujer de mediana edad se levantó enseguida al ver a su hijo, a quien tomó de los hombros mostrándole una expresión de entre molestia y preocupación.
-¡¿Dónde has estado, Aiden?! Hijo mío, me has dado un susto de muerte... Creía que te había pasado algo grave o...
-No te preocupes, mamá, estoy bien. Él -dijo, señalando a su supuesto guía-, me ha traído hasta aquí.
La mujer le echó un vistazo, escudriñando la mirada hasta que en su semblante se pudo advertir la sorpresa. ¿Acaso lo conocía?
-¡Ah, pero...! ¡Cuánto has crecido...! Aiden, cariño, ¿no te acuerdas de él? Es Damian Vansworth, érais amigos de la infancia muy unidos hasta que se tuvo que mudar porque su padre...
Sea como fuere, la voz de su propia madre se fue diluyendo poco a poco. Aiden observó con detenimiento a Damian quien, por su parte, estaba sonriente en el marco de la puerta. Un pitido se hizo presente en sus oídos al escuchar las palabras de su madre puesto que su cuerpo comenzó a recordar vivencias que su mente no era capaz de desbloquear aún. El mundo se hacía cada vez más grande y él, sin embargo, se fue haciendo cada vez más pequeño. Sentía un nudo en su garganta y en su estómago, una sensación desconocida le oprimía el pecho sin piedad y sus ojos comenzaron a cerrarse. Aiden se desplomó en el suelo de la habitación, mientras aún escuchaba aquel pitido y lo único que fue capaz de ver más allá del rostro de su madre fue... La sonrisa maquiavélica de Damian, advirtiéndole de que aquella pesadilla solo estaba a punto de empezar.
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hasta la médula.
AcakHistoria de romance tóxico, no leer si eres sensible a contenido abusivo o manipulación emocional, así como derivados. Si lees, queda bajo tu propia responsabilidad. Un día, Aiden recibe una llamada del hospital diciendo que su hermano ha sido atrop...