Una reflexión muy profunda. Eso es lo que hice. Khari, la cosa más bonita que haya existido jamás en este mundo, había muerto por mi culpa. De hecho, me arrepiento, porque ahora es cuando más la valoro. Pero ya no puedo volver atrás.
Debía asumir su fallecimiento. Lo hecho, hecho está. Siento que en el fondo, me gustaba. Hay quien dice que ella de mí también, pero ninguno de los dos tiene mucha edad para el amor…
Cuando pienso en el futuro, no soy capaz de imaginarme un mundo sin ella. En ese momento es cuando te das cuenta que sabes lo que tienes, pero no lo valoras demasiado hasta que lo pierdes. La única forma de salir adelante que creo que encontré fue hacer mi vida como cuando ella estaba en Lutevia.
¿Pero para qué pensar en el futuro si al mío le quedaban como máximo diez días? Ni puñetera idea. Eso ya me daba igual, lo único que era capaz de imaginar se trataba de coches que funcionan solos y tienen luces, edificios de cristal con más de veinte plantas o incluso nada.
Bien, mientras Sonné planeaba mi muerte, yo buscaba entre las leyes cualquier cosa para escabullirme de mi ejecución. Todos sabíamos que yo era el que iba a morir.
Día y noche mirándome por encima un libro de casi 1500 páginas. Las más parecidas que encontré fueron:
Ley 28.11: cualquier menor de 14 años que haya sido condenado a muerte deberá ser investigado por el rey de Esquinia o el gobernador de su respectiva isla. La manca de población debe suponer un gran problema para el país.
Esta tiene muchas pegas. 1: yo no he sido condenado a muerte. 2: ahora mismo no hay rey. 3: tampoco hay gobernador en Sichhia.
Ley 34.92: en un duelo entre un menor de 14 años que esté siendo aprendiz de guerrero y un mayor, no puede morir nadie. Esquinia es una nación en la que se necesitan muchos luchadores, queremos conquistar el mundo. No podemos permitirnos el lujo de sacrificar a un luchador y a herir a otro solo por el hecho de que se hayan enfrentado, sabiendo que cualquiera pudo haber sido el mejor guerrero de toda la historia.
Esta no tiene tantas. Sólo se podía decir que yo no era un aprendiz de guerrero, ni nada por el estilo.
-Papá, ¿y si no me presento al combate?
-Hijo, debes hacerlo. Tu madre lleva llorando muchísimo tiempo, no puedes hacer que pase esto por una tontería. Además, ya se lo has confirmado a Sonné, de todas formas, te mataría.
Seguí buscando.
Al final encontré una, una que ponía en peligro mi vida en el caso de seguir vivo:
Ley 176.2: el combate de cualquier menor de 14 años indefenso que luche contra un superior, debe ser aprobado por el rey. En el caso de que no haya rey, será un combate para disputar el trono…
-Es inútil. Ya no puedo hacer nada. Me quedan 471 leyes por leer y todas están en el apartado de Conquista. Igualmente, si salgo vivo, moriré por otro lado, me matará el siguiente rival que se enfrente a mí.
Cerré el libro y me fui de la biblioteca.
Al llegar a casa, me encontré a mamá llorando, otra vez. La abracé con toda mi fuerza. No conseguí nada, sólo que me contestase:
-Si mueres tú, muero yo contigo.
Pobrecilla. Ya me daba igual morir. De hecho, quería que toda aquel martirio terminase.
Los siguientes días me fueron informando de cuándo sería la batalla. Por la fecha, me dio la sensación de que Sonné pretendía hacerme una especie de tortura psicológica: el 25 de diciembre, el mismo día que la Navidad. Además faltaba bastante, mucho más de lo que me esperaba.
Falté al cole el resto de mis ocho últimas clases. Me despedí de todo el mundo, hasta de los lutevianos.
Todas aquellas noches sin dormir, llorando, rezando, … se habían acabado. La verdad, sentía curiosidad por la muerte.
Y al fin llegó el día tan esperado.
Un montón de gente (veinte millares o más) se reunieron en la plaza de actos del centro de Sicchia. Había tantísima gente… Seguramente que no sólo de la isla, sino de todo el país.
Un hombre nos ofreció armadura, pero ninguno de los dos quisimos. Entonces, sonó un grito que decía <<¡¡Que empiece el combate!!>>
Sonné se puso a dar vueltas a mi alrededor en forma circular, pronunciando de una forma inentendible y super flojo algunas oraciones.
Entonces me dijo:
-Por el trono.
Sabía a lo que se refería por la ley que leí. Entonces, yo le respondí, audazmente:
-Por Khari.
Eso le encendió aún más. En verdad, ambos jugábamos con ventaja: por una parte, él tenía una espada. Por la otra, yo ganaba a estado psicológico. Te todas formas, siguió avanzando al mismo ritmo que antes, no dejó de dar vueltas en unos tres minutos, hasta que al final, le hablé.
-Al menos haz que sea una muerte rápida, por favor.
Estaba a punto de atacar. Vi toda mi vida pasar por delante, casi me desmayé. Entonces me di cuenta que acababa de alzar la espada. Me dije adiós a mí mismo.
Llegó el momento. El público chilló como nunca. Algunos, de alegría. Otros, de tristeza. E incluso de asco.
La verdad, aquella imagen no debía de ser bonita. Ver resbalando lentamente una cabeza por un cuello de la misma forma que murió Hilda, agradable desde luego que no. No sé lo que pasó realmente.
-Ley 176.2: el combate de cualquier menor de 14 años indefenso que luche contra un superior, debe ser aprobado por el rey. En el caso de que no haya rey, será un combate para disputar el trono. Si el menor no tiene ningún arma, podrá estar acompañado de un mayor que la tenga. Aprende a acabar lo empezado.
-¡Papá! Me has salvado la vida.
-Huyamos de aquí lo antes posible.
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Nenúfares muertos
Novela JuvenilNanic Silthover es un niño de 9 años que siempre le ha gustado pasárselo bien. En una de sus pequeñas expediciones a lo curioso, descubrió algo que no debía saber, ya que de cualquier acto le podría convertir en el emperador del mayor Imperio del mo...