7 | Una pijamada divertida

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Así dividimos nuestras labores y pudimos hacer lo que nos correspondía a cada uno. Ninguno se salvó y todos tuvieron que colaborar así sea en algo pequeño, sea moviendo los muebles y haciendo más espacio, puliendo las decoraciones, pasándole un trapo a las ventanas y cosas por estilo.

Cuando terminé de barrer en la sala principal, me dirigí a la parte trasera de un sillón y ahí empecé a sacarle el polvo a las esquinas de la pared, las cuales hacían más complicado el ingreso de la escoba. Vi algo raro por ahí, por lo que le pasé la escoba encima con intenciones de retirarlo, pero no salía. Fruncí el ceño y me agaché, para verificar si no era alguna mancha o algo así, pero no lo era. 

Entonces vi el piso... ¿Alzado? Con más curiosidad que antes asenté mis dos manos sobre eso. Hice una leve presión y luego le di un golpe, confirmando mis sospechas. Era un sonido hueco. Traté de hallar formas de cómo sacarlo y ver de qué se trataba, sin embargo no encontraba maneras de hacerlo.

—Hola. —sentí un suave aliento en mi oído, seguido de una pequeña risita traviesa. Pegué un pequeño brinco y me di la vuelta, golpeando a la persona que me asustó, pero terminé frunciendo las cejas al ver quién era.

—¿Cuál es tu afán con hacerme asustar, Carlos? .—le reprendí.

—Supongo que es divertido. —se excusó, sobándose el brazo, lugar donde impactó mi puño—. Pero no tanto cuando te golpean. —puchereó.

—Tú te lo buscaste. —le dije, volteándome de nuevo para seguir con lo que hacía.

—¿Qué haces?

Asomó su cabeza a un lado de mi cuello y miró curioso mi intento por abrir esa cosa.

—Encontré un hueco.

—¿Un hueco?

—Sí, un hueco debajo de esta cerámica. —especifiqué, otorgándole un leve golpe—. ¿Tú sabes lo que es?

Silencio. Ese silencio que Carlos hizo la vez pasada en el pasillo, cuando íbamos a las clases de química y física. Arrugué mis labios, un poco extrañada por aquel hecho. Lo volteé a ver. Nuestras caras quedaron relativamente cerca, aunque la mía estaba levemente inclinada y la de él permanecía hacia adelante.

Dios, dime ahora, ¿Por qué le diste a este presumido un perfil tan perfecto?, ¿Querías hacer que el ego se le subiera más? Porque sí, nunca ví perfil más hermoso que el de Carlos.

—No. —finalmente soltó, carraspeando la garganta—. No sé nada de eso.

—¿Seguro?

Él lo afirmó con un asentimiento, girando su cabeza para mirarme. Sus ojos verdes se conectaron con los míos de nuevo y en ese momento el aire de mis pulmones pareció irse totalmente. ¿Cómo se respiraba?, ¡Alguien que me diga, porque en serio no siento el aire!

Reaccioné luego de unos segundos, poniendo mi cabeza correctamente y dándole mi mejilla. Vi a atreves de la escoba metálica que él había sonreído de lado, para al final enderezarse y mantener un poco más de distancia conmigo.

—Eres afortunada de haber estado tan cerca de mi precioso rostro más de una vez, Chica escape.

Y ya volvió el idiota con su actitud arrogante. Gruñí como perro enojado y lo señalé con mi dedo índice.

—¡Tú deberías ser afortunado de juntarte con gente que te soporta!

—¿Qué? .—Carlos puso una mano sobre su pecho, ofendido—. Pero si soy la definición de la palabra "amor".

—Sí, sí, claro.

Bufé. Todo en Carlos era perfecto, menos su arrogancia.

—Oye, ¿Qué tal si ya dejas eso y nos vamos? .—lo miré de reojo. No sé para qué quería hablar ahora, pero ya me enojé.

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