Temporada 1: Insomnio

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Una y treinta ocho de la madrugada. Era una noche nublada y las luces de la ciudad coloreaban las nubes de violeta oscuro. Ni una estrella se veía en el cielo nocturno. El pronóstico decía que llovería ese día más tarde. Desde el ventanal del departamento, en el décimo cuarto piso, de Guada y Simón, se veía el edificio de enfrente y la curva de una autopista. Las luces rojas y blancas de los autos dejaban una estela de los mismos colores que desaparecían al rato. El ruido de las ruedas sobre el pavimento era un ruido molesto al principio, pero con el pasar de los días se transformó en un sonido blanco agradable.

Simón miraba acostado al techo blanco de su cuarto. Los ojos abiertos y unas ojeras que parecían bolsas de papas. Se frotó las manos por la cara y con un respiro se sentó en la cama. Guada, quien se acostaba a su lado, se dio vuelta y lo miró sentado, suspirando. Y con un poco de esfuerzo, también se sentó.

-¿Vos tampoco podes dormir?- le preguntó ladeando levemente la cabeza.

-No- respondió Simón, dirigiéndole una mirada, su bello rostro y pelo castaño le transmitían una tranquilidad inexplicable-, mi cabeza últimamente esta en todas partes.

-Ay, sí. Te entiendo. Yo también- se pasó una mano por el cabello y resopla.

Simón no pudo dejar de verla. Su camisón rosa pálido le quedaba muy bien. Su cara relajada, a pesar de lo que debe estar maquinando en su cabeza sobre el día de mañana, o bueno, el día de hoy.

-¿Tendremos insomnio?- preguntó Simón, ya desviando la mirada a las sabanas blancas.

-No sé, probablemente. Hace unos días que me cuesta dormir.

-Igual.

-¿Por alguna razón en específico?

-Meh, trabajo, familia, recuerdos vergonzosos del pasado, o cosas del pasado que pude haber hecho pero no las hice por miedo. Lo que a cualquier ser humano le puede llegar a pasar varias veces en su vida.

-Entonces, ¿tampoco podías dormir antes?

-Cuando me ocurría algo, o me sentía...¿triste? Por alguna razón. Melancólico. Creo que ahora estoy así. Melancólico.

Guada miraba a Simón. Con una remera beige. Rara vez dormía sin remera. Cuando hace mucho calor. Esa noche hacía fresco, pero soportable para estar en remera y tapado. La vista suya de la silueta de Simón y la ciudad de fondo le dio una imagen fascinante, será una visión para el recuerdo.

-Y aún así podías dormir. ¿Cómo hacías?- preguntó ella inclinándose un poco hacia él.

-Pensaba en otras cosas.

-¿Cómo qué?

La pregunta ruborizó a Simón- Me inventaba historias en mi cabeza.

Guada trató de aguantarse la risa, pero no pudo- ¿Historias?¿Qué clase de historias?

-Es un poco vergonzoso.

-Ahora ya lo dijiste, termina.

Tras un suspiro, continuo- Ok. Creaba, en mi mente, personas, personajes, que tenían poderes, armas, y peleaban contra seres sobrenaturales con armas y poderes. Les daba una historia con cierto trasfondo y así me distraía.

-¿Y me contarías esas historias?- preguntó Guada con una sonrisa.

-No, nunca, jamás- respondió casi inmediatamente.

-Oh, vamos- se quejó ella.

-No, y no insistas. Ahora vos.

-¿Yo qué?

-Más o menos, diste a entender que también te costaba dormir. Quiere decir que vos también tenías alguna forma de conciliar el sueño.

-Yo miraba vídeos de YouTube hasta que me quedaba dormida- respondió inmediatamente sin chistar-. Recuerdo que me dormía casi a las cuatro de la mañana y dormía dos o tres horas para después ir al colegio.

-¿Cómo sobrevivías el resto del día?

-Café, y una siesta en el pupitre en la clase de historia.

-Eso es duro.

-Si, así fue, casi me llevé la materia.

Luego, se hizo un silencio. Pero para nada incómodo. Ellos hablaron de millones de temas hasta el punto de quedarse callados y mirar el techo sin sentirse extraños uno frente al otro. Aunque Simón aún tenía algo que preguntar.

-¿Y...- Guada giró su cabeza a Simón- ...por qué vos no podes dormir ahora?

Sonrió- Lo mismo. Trabajo, familia, amistades.

-¿Otra vez el tema de Ro?

-Si. Está triste y no sé cómo consolarla. Cree que por vivir con vos, sé de "amor"- hizo el gesto de las comillas cuando dijo aquella última palabra.

-Nosotros vivimos juntos por conveniencia. Nuestros trabajos son en la misma empresa y por no comprar un departamento con dos habitación, decidimos dormir juntos, ya que era más barato.

-Claro. Aunque estoy segura que tendríamos esta conversación en el sillón del salón si dormíamos separados.

-Con una taza de té en nuestras manos.

-Si.

Otro silencio se hizo en la noche, y Simón al mirar hacia la ciudad vio las gotitas de lluvia en la ventana.

-Está lloviendo.

La chica miró la ventana- Si, está lloviendo.

-La lluvia me ayuda a dormir.

-Si, me lo contaste una vez.

-A vos también, que yo recuerde.

-Si, pero me duermo más rápido con mimos.

-¿Quién no?

Se pusieron ambos a contemplar la ventana, viendo como de a poco las gotas se hacían cada vez más grandes y la lluvia caía con más frecuencia y más fuerza. El sonido del agua ocultaba el sonido de los autos. Simón eligió una gota e hizo una carrera con las otras que se deslizaban por el cristal, iba perdiendo. Luego miró la hora y eran las dos de la mañana. Su sueño no llegó, pero sabía que Guada debería estar descansada para mañana. Tenía una reunión muy importante. Le dirigió una mirada y Guada se irguió.

-¿Qué pasa?- preguntó ella.

-Va a sonar raro pero, ¿querés que te haga mimos?

Guada soltó una carcajada y se acostó, dándole la espalda a Simón- Me gusta que me rasquen la cabeza.

Entonces, Simón se acomodó y con su delgada mano de dedos largos rascó con delicadeza la cabeza de Guada. Él recordó cuando le rascaba la cabeza a su madre de pequeño, era muy bueno en dar mimos. Siguió rascando y rascando con sus yemas. Guada realmente se había quedado dormida, y él seguía igualmente solo que más lento. Esto hizo que se concentrará en su movimiento de mano. Escuchaba la lluvia golpeando el vidrio. Y le hizo recordar su casa, el techo siendo azotado por la violenta ventisca de agua. Castigando la chapa. Cada vez movía más lentamente la mano. Sus párpados pesaban, y sus ojos emborronaban el cuello de Guada. Y con una leve rascada se quedó dormido.

Charlas nocturnasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora