-Hoy fue un día raro- dijo Guada mirando al techo y una mano en la frente. Había pasado un mes desde el último suceso contado en esta historia. Y ella ya estaba mucho mejor debido a su pérdida.
-¿En qué sentido raro?- preguntó Simón, saliendo con el torso desnudo y secándose detrás de las orejas con una toalla. Había llegado tarde del trabajo y tuvo que bañarse a esas horas de la noche.
-No sé. Hoy me desperté, desayuné, me maquillé, fui al trabajo, almorcé, volví a trabajar, merendé, terminé de trabajar, volví a casa y desde que llegué, me bañé y me acosté mirando al techo. Y por alguna extraña razón, me siento como vacía.
-Eso significa que tuviste un día normal. Solo que recién te habías dado cuenta- se sentó en la cama y le frunció el ceño, confundida. Simón vio su gesto y dio suspiro luego de ponerse su remera y caminar a la cama junto a ella-. A mí también me pasa que tengo el pensamiento de que me faltó hacer algo o que necesito hacer algo más, aparte de lo que ya hice. Pero no sabes que hacer, capaz queres leer, y al segundo pensas: "Al final no tengo ganas de leer". O, simplemente no sabes que hacer. A mí me pasa más lo segundo. Y créeme, yo intenté una vez ir en contra de mis nulas ganas y terminé apagando la Play por tener cero ganas de jugar.
-Pero, ¿cómo llegas a la conclusión de qué fue un día normal como cualquier otro?
-Fácil. Los humanos somos rutinarios. Hacemos una rutina, nos acostumbramos a ella y la hacemos una y otra vez. Hasta que un día, tu cuerpo piensa en hacer algo más, pero tu mente es incapaz de procesarlo. Y lo único que haces es terminar tu rutina y acabar en la cama, despierto. Pensando si estás bien o estás mal. Yo llegué a la pensar, a tal punto de creerlo, que simplemente estamos cansados.
-¿Cuántas veces te pasó esto?
-Muchas, muchas veces.
-¿Te pasó en este tiempo que vivimos juntos?
-Sí, un par de veces, sí.
-Supongo que le pasa a todos.
-A todos y cada una de las personas del mundo.
-Hmm...
Luego se quedaron en silencio, Simón apoyó la cabeza en la pared y Guada se abrazó a sus rodillas. Le dirigió una mirada de reojo a Simón y ella bajó su mano junto a la de Simón, tocando meñique con meñique. Simón miró el cruce de tacto y luego a Guada.
-Últimamente, siento que necesito otro abrazo- dijo ella algo avergonzada.
Simón simplemente se acercó a ella y pasó su mano izquierdo detrás de su espalda hasta su hombro izquierdo, y la llevó contra él. Guada solo apoyó su cabeza sobre el hombro de su amigo.
Esa noche volvió a llover y durmieron.
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Charlas nocturnas
RomanceDos personas. Guada y Simón. Cada noche se acuestan en su cama. Pero ningún de los dos puede vencer al sueño. Y para poder dormir, charlan sobre temas polémicos, interesantes, poco relevantes, y con puntos de vistas totalmente diferentes. Como cual...