꧁࿈ 𝔸𝕚𝕜𝕠࿈ ꧂

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꧁࿈ 𝔸𝕚𝕜𝕠࿈ ꧂

Aiko significa niña amada o hija deseada; lastima que ese no sea mi caso.

Soy hija de un importante político de Estados Unidos llamado Aiert Lombardi. La familia Lombardi es influyente desde antaño y tiene la tradición de encabezar los nombres de sus descendientes con Ai, palabra que significa amor en japonés—irónico que sea lo único que nos falta—, ya que la más antigua y noble casa de Lombardi solía ser de Japón.

Tengo seis hermanos, dos mayores y cuatro menores. En orden de nacimiento, estos seríamos los 7 hijos:Airam, el primogénito; Airon, el segundo mayor; Aika, la primera hija; Aidan y Aiden, gemelos idénticos; y por último, Aitana y Ainara, también gemelas idénticas. Todos de madres distintas, a excepción de los gemelos—obviamente—.

En la familia, tenemos la costumbre de no nombrar a los hijos cuando nacen, si no cuando se ganan un nombre.

Aiert no quiso a ninguno de sus hijos, aunque sus favoritos son Ainara y Airam, pero siempre les dió todo—menos amor— y los nombró. Las madres tampoco querían realmente a sus hijos, sólo deseaban el poder e influencia que traían consigo. Entonces, ¿cómo es que me gané el nombre de Aiko? rompiendo la segunda regla tácita: las madres no quieren realmente a sus hijos.

Madre me quiso genuinamente a pesar de las circunstancias de mi concepción. Ella estuvo conmigo hasta mis 6 años de vida, en los que estuve limpia y para nada involucrada en el negocio familiar.

Solo tengo vagos recuerdos de aquella noche, pero sé a ciencia cierta que nos acorralaron a madre y que ella terminó muerta entre que le jalaban la ropa y la zarandeaban de un lado a otro, haciendo que se golpeara con fuerza contra la pared detrás nuestra. Entonces lo perdí. Maté sin piedad alguna a esos hombres. Solo podía ver rojo, escuchar el rugido de los truenos y sentir una tormenta destructiva azotar mi cabeza, había un cosquilleo de anticipación en la yema de mis dedos que me incitaba a continuar.

Aiert me nombró Aiko por ella, porque fue un cambio significativo en la familia, porque gracias a eso me volví útil.

En silencio, no pude evitar culpar a Aiert de haber enviado a aquellos hombres.

Con el tiempo crecí, y con eso, me volví poderosa política y militarmente. Era una moneda de cambio asombrosa, bonita y de familia importante, así que me volví un activo del que si se deshacían, todo se vería debilitado de tal forma que, incluso con una suave brisa, todo se podría venir abajo en cuestión de segundos.

No disfruto matar, ni robar, ni engañar, ni destruir. Lo detesto, en realidad, pero lo hago por mi familia, por mi país. Todos los días se me revuelve el estómago porque la frase “el fin justifica los medios” es mi vida, por las vidas que quité y las familias que sentencié.

Yo lo intento, no eres yo para saber lo mucho que lo intento. Todos los días hago el intento de traer un poco más de paz, un poco más de justicia. Tengo el poder y las herramientas, solo hace falta la voluntad.

𝚂𝚘𝚢 𝙰𝚒𝚔𝚘 𝙻𝚘𝚖𝚋𝚊𝚛𝚍𝚒 𝚢 𝚚𝚞𝚒𝚎𝚛𝚘 𝚟𝚒𝚟𝚒𝚛, 𝚗𝚘 𝚜𝚘𝚋𝚛𝚎𝚟𝚒𝚟𝚒𝚛.

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