Capítulo 1: "Compras Cotidianas".

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—¡¡Katsuki!!

—¡¡Ya voy vieja puta!!

Una semana ha pasado desde la última vez que hablamos. Probablemente te preguntes como ha sido. ¡Pues! No, no he hecho nada en una semana. Tal vez me he rascado las pelotas más veces de las que puedo recordar. He visto series y anime, leído manga y comics occidentales. Además de ir a trabajar, aunque eso se los contare en otra ocasión.

Ahora mi vieja me está llamado asique estoy bajando hacia la boca de los pedidos. Una constante en donde tú tienes que dar todo sin pedir nada a cambio.

¿Qué querrá ahora? ¿Dinero? Casi siempre es dinero.

Siendo lo único que le puedo dar a esa señora, es normal que sea la única cosa que me pida.

Cuando llegue al final de las escaleras me espero la mirada más ruin y cínica que podrías imaginar. Y la amigable mirada de mi padre, quien solo me saludo con la mano mientras daba una sonrisa nerviosa.

Ahora estaba en una guerra de miradas contra la vieja. Quien era más salvaje ganaba, asique segundo tras segundo nos asesinábamos de las peores maneras con nuestros ojos. Ella da el primer paso.

—Poco más te demoras y me muero de vieja aquí abajo.

Sus comentarios siempre tienen poco efecto en mí, al menos los de ese estilo, así que sonrió audazmente y devuelvo un comentario:

—Dudo que quedes más vieja de lo que ya estas.

*COMBO.*

El tema de la edad son unos de los pocos puntos que es crítico en la vieja. Su mueca se arruga, y sus ojos tiemblan levemente. Pero no pierde la compostura y devuelve el golpe:

—Al menos yo aún conservo la capacidad de utilizar mi peculiaridad, estúpido invalido.

¡Siempre con el temita de la peculiaridad! Donde más duele por dios. Mi punto débil y el de cualquiera que la haya perdido.

Me sacudo y le miro con desdén. Tengo que contratacar, si no quedare en el fango que yo propio cree tras insultarla. Mi mente procesa cientos de insultos a la vez. Ninguno me termina de convencer hasta que repentinamente, el foco se enciende sobre mi frente, haciendo me sonreír con malicia.

Ya la tienes Katsuki.

—Bueno, yo sí puedo traer dinero a casa y no tengo que pedirle a mi propio hijo por no poder aceptar que soy nefasta costurera, señorita Mitsuki —su rostro se terminó de arrugar, como si tuviera una máscara Oni hecha por su propia piel.

Solo le faltaban los cuernos.

—O-oigan.

Cuando la discusión es interrumpida es porque va a acabar definitivamente. Mi padre, interviniendo como siempre en nuestras discusiones. Se pone de pie y toma su martillo enjuiciador para decidir quién tiene razón o no.

—Mitsuki, v-ve al punto, por favor...

O simplemente quiere intervenir para cortar el ambiente pesado. La tensión ya se puede palpar con la mano en este punto.

—Cierto... —ella suspiro profundamente, para luego observar me con desdén—. Ve a comprar el pan para la cena.

—¿Pan, comeremos pan para la cena?

Dejate Llevar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora