Amenazas, lecciones y presagios

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Grindelwald se apareció enfrente de mí, la varita estaba en su mano y la apuntó al cuello frente a todo tipo de alumnos – Tienes que calmarte, de lo contrario causarás que le bajen puntos a Slytherin.

– Se te está haciendo costumbre apuntarme tu varita – Comenté molesto por su atrevimiento – Además, ¿a ti solo te interesan los puntos que pueda perder o qué?

– Te conozco lo suficiente para saber que apenas estés en frente de la profesora McGonagall comenzarás a gritarle – Quitó su varita de mi piel y colocó su mano en mi pecho – Pareciera que el corazón está a punto de salirte, significa que tengo razón.

– No pasaría nada si perdemos puntos por gritarle, sabes que podría recuperarlos al final de la semana.

– Tienes que aprender a conseguir lo que deseas sin alzar la voz.

– ¿Supongo que tú sabes hacerlo?

– Por supuesto que sí, lo hago desde que tengo uso de la razón y tengo deseos de enseñarte, si es que me lo permites.

– Como sea...

– No, Lestrange. Quiero que me lo pidas.

Hice rodar los ojos – Eres una vil serpiente. ¿Lo sabías? – Movilizó su índice hacía su oído. Si o si quería escuchar mis suplicas – Enséñame a ser escuchado sin alzar la voz.

– Andando, tenemos que llegar a una cita – Me ofreció su mano y nos aparecimos frente a las puertas del despacho de McGonagall, estaba extrañado – ¿Qué? Sería muy descortés de mi parte aparecer dentro de la habitación.

Toqué la puerta esperando una respuesta del interior – ¡Adelante! – Escuché

– Aquí vamos – Abrí y entré con el As de Slytherin – Buenos días, profesora McGonagall – Tenía una pluma en mano, redactaba una carta.

– Gran apertura – Mencionó mi acompañante en mi mente.

– Buenos días, Joven Lestrange. No perdiste el tiempo en venir y veo que viene acompañado.

– Solo vengo como soporte emocional, está bastante consternado por lo sucedido con la pequeña que no lo he querido dejar solo – Me abrazó tiernamente y después tomó asiento en una de las sillas.

– Que amable eres con tu compañero, señorita Grindelwald.

– Yo desde hace un tiempo dejé de verlo como un compañero, ahora es como de mi familia. ¿Verdad que sí, Lestrange?

Estaba absorto por la cantidad de comentarios amistosos hacía mi persona. Me ha estado demostrando que le importó y es alguien cercano a mí pero ya no sé si lo está diciendo para quedar bien o era en serio – Mmm... sí, claro. Yo le tengo absoluta confianza a Bella – Le seguí la corriente y acaricié un poco su cabeza.

– ¡EYYYY, NO TE PASES! – Todo se estremeció dentro de mi cabeza al recibir ese grito.

– Estoy tan orgullosa de que hayan encontrado buenas amistades en Hogwarts – Mostró su mejor sonrisa y dejo reposar la pluma en tinta – Lo que tengo aquí es el castigo que acordé junto con el Director Dumbledore – Acercó la carta.

La tomé en mano y la leí – Lestrange, más te vale que no hagas lo que estás pensando en este momento porque irás a Azkaban – Su voz sonaba preocupada, tenía EXCELENTES motivos para estarlo, la quería matar de las peores formas posibles.

– Profesora Minerva, dígame... – Tomé una pausa.

– Si, Joven Lestrange. ¿Qué sucede?

Coloque mis manos atrás para que no notará que encaje mis uñas en las palmas – Cambio de parecer sobre la expulsión. ¿Por qué? ¿Acaso se debe a que su sobrino es participé de dicho acto o fue algo más? – Pregunté.

– En su momento pensé en aplicar esa sanción pero después de pensarlo mejor, considero que es suficiente – Fingió bastante bien su calma, solo que yo veía a través de su farsa.

– Claro, ¨Los culpables por el daño ocasionado a la señorita Cornelia Russell harán la limpieza de la Sala Común de Slytherin, se quedarán haciendo planas por tres horas después de clase y además tienen prohibido ir a Hogsmeade durante el próximo ciclo escolar'.

– ¿Cree que ese no es castigo suficiente? – Cuestionó con voz temblorosa.

– No, de hecho no. Yo agregaría una cosa más – Tomé una pausa y coloqué lentamente mis manos para recargarme en el escritorio – Un boleto directo para hacerle compañía a mi madre en Azkaban por el casi homicidio de una menor – Logré escuchar como su silla retrocedía. Tenía miedo de mí.

Trago un poco de saliva – Después de este castigo, seguramente reflexionarán de lo sucedido y aprovecharán esta nueva oportunidad – Mostró la sonrisa más verdadera que pudo aparentar.

– La tienes donde la quieres, presiona un poco más – Escuché con voz malévola

– Si hablamos de segundas oportunidades, usted sabe que yo no recibiría una – Encajé mis uñas en la mesa para relajar la ira, como si quisiera perforar la madera.

McGonagall se había quedado muda por mi comentario, cuando parecía estar a punto de hablar, Grindelwald me advirtió con prisa – Dale la razón. ¡Rápido!

– Esta vez haré de la vista gorda y dejaré pasar esta situación. Aceptaré el castigo que acordó junto con el Director Dumbledore y puede considerar a su nieto perdonado – Relajé la mirada y le dejé caer la carta en su escritorio – Solo quiero dejar bien en claro algo – Tomé asiento en la silla vacía.

– ¿Qué sería aquella cosa? – Preguntó McGonagall perpleja.

– No deseo que las cosas puedan volverse hostiles contra su nieto o los Gryffindor mientras estoy cursando mis años aquí en Hogwarts, así que de la manera más atenta le pido que algo así NO vuelve a ocurrir – Remarqué el ¨No¨ para que entendiera el mensaje de que la próxima vez me encargaría de traer el infierno mismo al colegio.

– Como Jefa de la Casa Gryffindor se lo aseguró joven Lestrange, haré todo lo que este en mis manos para que algo así no vuelva a ocurrir – Aseguró.

Aunque algo en ella me dio un mal presagio. Desafortunadamente quitar un clavo a la estructura haría que este mismo se derrumbará, por lo tanto era hora de marcharse antes de enviar el progreso alcanzado por la borda – Excelente – Me levanté de un brinco para avanzar a la salida – Vámonos, Grindelwald – Abrí la puerta y dejé que pasará primero – Muchas gracias por su tiempo, profesora McGonagall – Mi objetivo fue logrado, me mantuve en calma, no le quitaron puntos a las serpientes y había demostrado ser mejor persona. Claramente la había derrotado.

– Muy bien, Lestrange – Sacó un labial rosa y se puso un poco – Está fue tu primera lección, ya acabamos por hoy.

– ¿Tienes algo que hacer?

– Había acordado un picnic.

– ¿Con quién? – Me ganó la curiosidad

Ella ignoró mi pregunta para tomar mis manos y observar mis palmas – Creo que deberías encontrar mejores formas de liberar  la ira, no puedes ir lastimandote a ti... u otras personas.

Por inercia me fijé en su cuello cuyos moretones habían sido cubiertos por maquillaje – Si te refieres a... – Nuevamente no me dejó terminar.

Se aproximó a mí para susurrarme – Tienes un par de señoritas que con gusto te ayudarían si les das la oportunidad.

– No gracias, Grindelwald – La empujé a un lado – Este año tengo diferentes responsabilidades.

– Ajá... Como tú digas –

– Además me gustaría recordarte que estoy en una relación con la señorita Ballard.

Parecía que había contado un chiste buenísimo – Le dijiste a Draco que te avergonzaba que te vieran con ella. Al fin y al cabo estamos hablando de tu gran admiradora, ella espanta a cualquier chica que intenté acercarse a ti.

– Eso era antes, pienso tomarme las cosas en serio está vez – Le aseguré pero pareció no ser suficiente porque solo se esfumó entre pequeñas risas.

Me dejó allí recapacitando. 

Escamas de SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora