Capítulo 13. Un país llamado Venezuela

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Desperté al siguiente día a las ocho de la mañana. Escuchaba silencio. Me asomé por la ventanilla de la habitación y ví desierto, y de un lado se veía imponente aquel escudo protector que esperábamos toparnos. Me limpié la cara muy rápido y casi corrí a la sala de control, ahí estaban todos aglomerados, observando aquello. Tenía un color rojo profundo.

Me acerqué a Sam y me dijo:

—Genera mucho miedo. En las clases donde se habla de él, no lo explican tan poderoso.

—Solo teorías nos enseñaron de qué se esconde detrás, nunca nos dijeron la verdad, hoy vamos a descubrirla— Dije.

El profesor Toshiro, se acercó a mí diciendo:

—Buenos días Robert. ¿Sabes por qué nadie ha entrado a la Zona Restringida?

—Por la radiactividad.

—Hay otra cosa, es por eso que estás aquí también. Hay un arma en esta nave, que al dispararla hacia ese muro, se abrirá una brecha que solo durará pocos segundos abierta, luego se cerrará. Pero también tiene unos códigos casi indescifrables, que estamos seguros tu cerebro los resolverá.

La nave dejó expuesta una especie de arma. La piloto ahí, se levantó y me invitó a sentarme en la silla.  Yo tomé asiento, en la pantalla, aparecieron unos comandos un poco complicados que debido a mis estudios de software los entendía. Toqué botones aquí y allá, hasta que… El arma se accionó y disparó una ráfaga de neutrinos, lo que abrió la brecha por unos minutos, ahí la chica volvió a sentarse y siguieron el camino.

Pasamos. Atrás quedó el mundo que conocí y adelante se abría el mundo desconocido. La brecha se cerró. Todos estábamos impresionados por la belleza que estábamos viendo, bosques verdes, selvas imponentes… Catarsis dijo:

—No hay rastro de radiación. El aire es respirable. Hemos perdido contacto con la estación de monitoreo en Brasil. Todas las comunicaciones con el mundo afuera son obsoletas.

—Bien chicos. Estamos solos en esto. Los que vayan a bajar, prepárense, busquemos un lugar para aterrizar más al norte— Habló Makumbo.

Yo, me quedé observando esa belleza junto a varios curiosos, entre ellos Emma y Turrot, ella preguntó:

—¿No vas a bajar?

—No. Observaré desde aquí. Creo que mi trabajo ya está hecho.

—Sigan ese río— Ordenó Makumbo.

Ya llevábamos media hora río arriba no habíamos visto vida animal.

—¿Ven eso?— Alertó Katamoto. Los que quedamos ahí nos acercamos al ventanal a ver aquello. Al fondo se levantaba una enorme caída de agua, mientras más nos acercábamos más majestuoso se veía.

—¿Cuánto mide, Catarsis?

—Cinco kilómetros, profesor.

—¡Wow! Ni la torre Fragmento en Nueva York es tan alta— Dijo una piloto.

Comenzamos a acercarnos, pasaríamos sobre la meseta.

Explico, eran montañas enormes como mesas, planas, sin una cima cónica. Al pasar sobre ellas nos dimos cuenta que la nave Colossus era insignificante ante aquellas monumentales obras de la naturaleza.

Sam realizaba medidas con su tableta electrónica y dijo al profesor:

—Esa catarata no siempre fue así de ese tamaño. Cuando se cerró el escudo en el 2020, ella medía casi un kilómetro.

—¿Qué me quieres decir? ¿Ha crecido desde entonces?— Preguntó Katamoto.

—Sí, creció casi cuatro kilómetros.

Agua Grande. Zona Restringida. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora