Mykonos

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Cuando el avión sobrevoló la isla, ella se tensó en su asiento, embelesada por la belleza que la deslumbraba, pero acobardada por lo que venía.

Sabía bien la situación en la que Nikolay se hallaba atrapado, ese cúmulo de sentimientos que lo había llevado a explotar como nunca había visto, aun así, ella estaba dispuesta a enfrentarlo todo a su lado, creyendo que, tal vez, él sería capaz de protegerla de todo.

Que equivocada estaba en ese entonces.

Se bajó del avión como toda turista hacía: con la boca abierta y hechizada; apenas podía pisar los escalones por el temblor corporal que tenía. Estaba segura de que nunca había visto un lugar tan hermoso, ni siquiera en películas.

Pero todo cambió cuando pisó tierras griegas y la privacidad que, hasta ese momento había mantenido para con Nikolay, desapareció en el segundo en que cuatro desconocidos se acercaron a ellos, marcando una presencia intimidante y sobreprotectora.

No tardó en sentirse pequeñita a su lado.

Kiara quiso preguntar qué estaba ocurriendo, pero el hombre comenzó a hablar en otro idioma y ella terminó rápidamente convertida en un fantasma.

Caminó detrás de Nikolay en silencio, intentando no verse tan torpe a su lado; se detuvo asustada cuando los cuatro extraños voltearon a mirarla, todos sincronizados y la espantaron con sus miradas severas y ceños apretados.

—Ella viene conmigo —dijo Nikolay en un idioma que ella no comprendió y los hombres se miraron entre sí, todos dudosos por la palabras de Popov.

Voltearon otra vez y siguieron caminando como si nada hubiese ocurrido. Ella los admiró desde su posición. Todos tenían altura y vestían elegantes.

La joven se detuvo frente a una camioneta de lujo de vidrios oscuros y la admiró con grandes ojos. Mantuvo siempre un mal presentimiento, pero todo se acababa cuando él la miraba y le sonreía afable, con esa seducción masculina que la calmaba.

Se quedó de pie en frente de la camioneta, hasta que Nikolay abrió la puerta y la invitó a subir con un gesto rápido.

—¿Iremos con ellos? —preguntó Kiara en español y los compañeros de Nikolay la miraron con atención.

Ella se alteró con notoriedad y sin ser sensata retrocedió un par de pasos.

Nikolay no respondió nada y solo asintió usando la cabeza. Kiara pudo leer un gesto diferente en él. Lo sentía más frío, también más distante, pero, aun así, ella continuó confiando en él.

Kiara les echó un rápido vistazo a los cuatro desconocidos y luego fijó sus ojos en Nikolay. Confiaba tanto en él que se subió al coche.

—Nikolay...

—No aquí —interrumpió él, hablándole por fin en español. Kiara le miró con temor—. Cuando estemos solos, por favor —pidió con amabilidad.

Ella asintió sin mirarle y se desarmó a su lado, apoyándose contra la oscura ventana. A él le dolió el pecho cuando la vio así. La había llevado demasiado pronto a su mundo, sin haber pensado en las consecuencias, ni en quién ella era en verdad.

Suspiró y la tomó por los hombros para acercarla a él.

Ella se acunó en su pecho. Nikolay le acarició el cabello con las manos y se acercó a su oreja para hablarle de forma más íntima.

—Ahora vamos a casa —susurró muy bajito—. ¿Confías en mí? —preguntó. Ella abrió los ojos y le miró a la cara. Asintió sin decir palabra—. Sí confías en mí, también debes confiar en ellos —indicó suave—. Ellos nos mantendrán seguros, son familia.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora