El aire acariciaba su pelo castaño claro, observaba a la gente pasear por las calles, todos iguales, nadie reaccionaba, hablaban entre ellos y miraban a los demás con descaro. Sonrisa fingidas, mentiras disfrazadas de preciosa fantasía...
Era el primer día que Hugo salía de casa sin sus cascos, aquellos que le proporcionaban la tranquilidad del silencio, porque en esos cascos no sonaba música, en esos cascos Hugo escuchaba el silencio y la tranquilidad, podía liberarse de los gritos que hay en las mentes de los demás, los cuáles no podía evitar escuchar.
De repente una tímida mirada se fijó en él, un niño de unos diez años le observaba atentamente con curiosidad, parecía saber su secreto. Hugo miró los ojos de aquel niño, eran iguales que los suyos, su iris era extrañamente anaranjado y azulado y tenía una mancha en la pupila, como él. A Hugo le llamó tanto la atención que se atrevió a hablarle.
-Hola, ¿cómo te llamas?
El niño siguió observándolo hipnotizado sin decir ni una palabra, entonces una mujer de unos treinta años cogió al niño del brazo mientras le decía que no hablase con desconocidos, aquel niño seguía observándolo desde la distancia.
Hugo volvió a casa, la calle se estaba empezando a llenar de gente y pronto sentiría los gritos de los pensamientos personales de los transeúntes en su cabeza.
Al llegar vio a su hermano, como de costumbre suele estar en casa junto a él.
Durante quince años Hugo ha vivido con algo que le ha complicado su vida, y es que muchos pueden creer que escuchar los pensamientos de las personas es una ventaja, pero se equivocan.
Todo empezó cuando él tan sólo tenía diez años. Desde entonces llevar unos cascos era una costumbre diaria para él, era la única forma de aislarse. Su hermano era su gran apoyo, él sabía su problema.
Cuando Hugo cumplió dieciséis años decidió cambiar las cosas, utilizaba el ejercicio físico para aliviar su nerviosismo y sus tensiones. Físicamente era un chico atractivo y guapo, alto y de complexión fuerte, sus ojos anaranjados y azulados a la vez con una pequeña mancha en la pupila llamaban la atención de cualquier ser humano que le mirase.
Era muy inteligente pero algo frío, con suerte pudo hacer dos grandes amigos que le conocían desde la infancia, con ellos Hugo era muy diferente, era divertido y simpático, ellos conseguían sacar su mejor lado y hacerle sonreir cuando no se encontraba con ganas para hacerlo.
Entre las chicas era alguien muy deseado, siempre tan atractivo y con una gran ventaja al resto de los chicos, él podía escuchar lo que pensaban ellas, las chicas no sabían que Hugo podía hacer eso y sentían que tenían una conexión con él, algo totalmente falso de lo que Hugo se aprovechaba. Su mirada, su inteligencia y su perfecto físico hacia que todas cayeran rendidas a sus pies totalmente embelesadas, pero a él no le interesaba eso, era muy egoísta lo que hacía, las utilizaba a todas.
Sus padres siempre tan orgullosos de su hijo sabían el poder que escondía Hugo detrás de sus preciosos ojos, un poder que le había arrancado su vida.