Soñaba que despertaba, pero al hacerlo su cuerpo colapsaba y casi de inmediato volvía a dormir, varias veces se repitió el desagradable sueño, hasta que una mañana despertó y entendió que no eran sueños, era su cuerpo que no quería volver a la normalidad.Al despertar tuvo diversas sensaciones, todas negativas, su cuerpo sentía gran estrés, sentía como si alguien le hubiese propinado una paliza.
Al cabo de unos momentos comprendió la situación; observó una habitación extraña, miro hacia cada rincón de la misma y no tardó mucho en llegar a la conclusión de que estaba internada en algún centro médico; al querer incorporarse, notó la solución que llevaba aplicada en su brazo, entonces la confusión la dominó, al querer flexionar su vientre sintió un pinchazo tremendo; en aquel instante lo recordó todo, todo sobrevino cuál golpe inesperado; recordó a aquel rostro tirado junto a ella en el asfalto, los instantes finales antes de que todo se tornara oscuro fueron extraños, miles de sensaciones ocurrieron a la vez; el último momento fue desconcertante y realista.
- ¡Tú! Debí suponerlo, tú siempre, tú.
Aquella frase dio vueltas en su mente, volcaba sus pesadillas interminables ¿Cómo no? Si su rostro le era familiar, aquella cara representaba la mayoría de sus momentos felices y también la mayoría de sus desgracias, su última expresión facial mostraba serenidad, a pesar de sus heridas no se mostraba agitado o desesperado; en retrospectiva a Tamara le parecía que él buscaba algo así, lo sabía, lo entendía, ella ya había visto esa mirada, la había visto en el espejo. Mientras recordaba aquel momento miró hacia su costado, observó como la solución goteaba lentamente, casi que pidiendo permiso para caer; de pronto la puerta de la habitación se abre y la figura de una enfermera aparece, sus rostros se encontraron por un breve momento.
- ¡Buenos días! -pronunció la enfermera mientras fijaba su visión y sus pasos hacia la solución de sodio; de uno de sus bolsillos sacó una inyectadora-. Perdiste algo de sangre -acoto la enfermera.
Tamara quitó su mirada de la experimentada enfermera.
- Estuviste dormida por tres días.
De súbito, Tamara pregunta por el muchacho del accidente; aunque esperaba lo peor quería creer que él estaba bien; la enfermera le observó con cierta curiosidad y en voz seca y neutral le responde que él se encontraba estable.
La verdad era otra: a pesar de que milagrosamente había vuelto a la vida, el joven aún se encontraba grave, tenía tres costillas rotas, uno de sus pulmones muy perjudicado, fracturas en extremidades y estaba en proceso de recuperación por culpa de una infección sanguínea, aún le quedaban complicaciones por sortear.
- Estará bien -mencionó la enfermera con una pequeña mueca que buscaba ser una sonrisa.
Tamara notó aquello e inmediatamente supuso que era mentira; sin embargo, quería creer aquella aseveración.La enfermera profirió un par de palabras que no logro entender, a lo que Tamara respondió con una pregunta:- ¿Cómo?
- Tu hígado está muy delicado, necesitarás descanso y cuidados ¿Cómo te sientes?
Tamara se limitó a mirarle, la enfermera al verificar que la mujer estaba en buen estado y que no quería charlar, se dispuso a marcharse de la habitación.
- ¿Cómo te llamas? -preguntó Tamara.
- Sujey.
- Sujey, lindo nombre.
- Gracias.
Tamara observó por un instante a Sujey, su rostro era frío, pálido, nariz larga, labios pequeños y pómulos sobresalientes, de cuerpo delgado, cintura fina y largas piernas.
ESTÁS LEYENDO
Contravia. (Una Historia De Amor En Contra Vía)
Teen FictionUna novela de acción que te atrapara desde el principio Tamara y sus amigos, se embarcan en una investigación que les llevará a descubrir un secreto que cambiará sus vidas para siempre. Todo comienza cuando una tormenta se avecina al pueblo. Tamara...