TORMENTA

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Lucerys no iba a mentir, en el momento en que piso el bastión de tormentas y los relámpagos del ennegrecido día develaron la silueta de Vhagar, sabía que las cosas no iban a salir bien. Tragándose el nudo en su garganta formado por el miedo y los nervioso asentados en su vientre continuo con la misión asignada por su madre. 

Ahora en este momento, desde otro punto de vista sabe que debió de dar la vuelta en cuanto supo que su tío estaba en ese lugar. Pero no quiso quedar como un cobarde y tampoco tenia deseos de fallarle a su madre, su reina, ella que siempre se mostro tan inquebrantable y valiente. 

—Lykirī, Arrax— suplicaba a gritos a su dragón pero este parecía no entender las ordenes de su jinete— Rȳbās. 

La bestia chillo en respuesta, para Lucerys sonó como una dolorosa negativa. El joven príncipe solo rogaba salir de esa tormenta que le dificultaba el vuelo a su dragón, el rugido a sus espalda no hizo más que aumentar el retorcijón en sus entrañas y avivar el fuego del pavor que ardía dentro de él. 

—¡Aemond, detente!—grito con la esperanza de que su maniaco tío lo escuchara. 

Las carcajadas seguidas del:

—¡Tienes una deuda que pagar, mi lord Strong!

Le confirmaron que Aemond no estaba dispuesto a detener la locura que había iniciado.

—¡Sōvēs, Naejot!—ordeno al inquieto dragón. 

Se pregunto que tan intensas serían las conexiones entre dragones y jinetes, le daba pesar pensar que el suyo sentía el mismo miedo abrazador que él y que no era su culpa en si, si no del mismo Lucerys. En un movimiento que no pudo ver venir y menos controlar, la bestia se desvió yendo en picada hacía abajo y volvía a subir maniobrando entre las nubes, los rayos y la lluvia.

—¡No Arrax!—Grito aterrorizado en un intento de detener el ataque de su dragón hacía la imponente Vhagar. 

—¡No, no Vhagar, no!—Aemond al mismo tiempo tiraba con fuerza de las riendas de la vieja criatura.—¡Dohaerās!

Ya había perdido de vista a Lucerys y se encontró deseando que el menor haya logrado salir de la tormenta y escapar. Trago grueso ante el repentino subidón de la bestia hacía la poca luz y saliendo de la tormenta, para su desgracia el pequeño castaño y el blanquecino dragón sobrevolaban en un intento de huir de las feroces e incontrolables fauces de la antigua bestia que él montaba. 

—¡Arrax! 

El grito de su sobrino fue lo ultimo que escucho antes de cerrar con fuerza su ojo evitando el eminente desastre que había causado y que sin duda no habría forma de arreglar. Solo se permitió ver cuando un gruñido menor se escucho a su lado junto a un desesperado aleteo para ver el cuerpo de Lucerys caer desde lo alto y Arrax volar torpemente en la dirección contraria, el menor caería a las heladas y feroces aguas. 

—¡Vhegar, dohaerās!—ordeno con su voz lo mas firme que pudo. 

Pero el dragón no estaba dispuesto a escuchar a su jinete, no cuando ya estaba hambrienta de sangre y al asecho, su instinto aflorado le ordenaba ir por la pequeña presa que se le había escapado por milímetros. El nerviosismo creció en el peliblanco cuando la bestia se sacudió a pleno vuelo complicando la tarea de mantenerse en su lomo. 

Mientras Lucerys sentía cada parte de su cuerpo inundada en un miedo profundo a medida que caía de espaldas, le daba pánico el pensar en voltearse y afrontar contra que su pequeño cuerpo impactaría. La presión en la parte baja de su estomago era cada vez mas fuerte haciendo brotar las lagrimas que se camuflaban entre el fuerte aguacero, sabía que de nada valía gritar por su dragón, tampoco por su madre o su hermano mayor, por un segundo hasta pensó en pedir por Daemon...pero ninguno llegaría. 

Un beso antes de la guerra 【LUCEMOND】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora