El gran inicio (versión José M.)

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Hola! Me llamo José y conocí a Brendy en una comunidad religiosa Católica Romana, ella era postulante a la vida religiosa (casi monja). Y yo, un joven que durante un año misionó e hizo trabajos pastorales en una diócesis, que casi convencido que mi vocación era el sacerdocio me traslado al lugar donde sería mi nuevo hogar.
Al llegar al lugar donde construiría mi nueva vida, me enfrente a lo que llamo un "choque espiritual". De estar muy activo en las actividades de la iglesia, a ni siquiera asistir a eucaristía los Domingo ¡DE UN DÍA PARA OTRO!

MISIÓN DE ENSUEÑO

Anteriormente me encontraba en la coordinación de una Diócesis en Honduras. En ese entonces preparaba, con un excelente equipo de servidores, la Jornada Diocesana de la Juventud. Un evento donde juntamos a todos los jóvenes católicos de la diócesis para compartir, orar y divertirse sanamente en aproximadamente 24hrs. Es súper increíble lo que Dios hace por medio de esas jornadas.

En el proceso de preparación, me contactó por primera vez, quien sería el amor de mi vida, Brendy Lemus, en ese entonces hermana religiosa de un hermoso carisma del que ahora soy parte.
Se comunicó conmigo para ver la posibilidad de llevar su carisma al encuentro, y así, promover las vocaciones.
Lo platicamos un par de veces, pero aquello no se concretó.

Justamente un 4 de septiembre recibo una llamada inesperada, era el trabajo correcto con las personas correctas. Pero tomar esa decisión involucraba dejar todo lo que hasta su momento había construido, mi trabajo como freelance en agencias de marketing, mi misión en la diócesis y también la jornada diocesana, que se llevaría a cabo un 16 de septiembre.
Después de largos días de discernimiento, tomo la decisión y salgo de casa un 8 de septiembre, día de mi cumpleaños número 21.

Cumplía mi sueño de algún día salir  de casa de mi madre e independizarme a los 21. Pero todas las experiencias, las misiones, los mismos jóvenes con los que una noche nos desvelábamos creando cosas para Dios, dejaban un gran vacío que luego costaría volver a llenar.

El proceso de adaptación fue muy difícil, puesto que, deje de ser dueño de mi propio tiempo en los primeros dos meses. Luego de un tiempo recibo un mensaje de Brendy, preguntando qué tal había estado ella Jornada Diocesana. Le platiqué todo lo que había ocurrido y se alegró al saber que vivía en la misma ciudad que ella, me invitó a su comunidad y compartimos amenamente. Asistíamos a retiraron y encuentros multiculturales, ella con sus hermanas religiosas y yo como laico.
El tiempo pasa y la confianza entre Brendy y yo iba creciendo, nos dimos el tiempo de cada uno contar su vida y sus experiencias para luego sacar frutos de todo. Nos comentábamos los procesos que estábamos pasando y disfrutábamos compartiendo fotografías de atardeceres en la ciudad.
Sin duda alguna, ella fue el instrumento de Dios para volver a acercarme a él. Quizá, sin su invitación me hubiera costado aún más salir de aquella laguna espiritual en la que me encontraba.

Realmente me gustó el Carisma que compartía, todo lo veía muy natural, nada forzado. Siempre nos reuníamos en áreas verdes muy amplias y bonitas. Actualmente sigo formando parte de ese carisma.

PUNTO DECISIVO

Un día cualquiera me encontraba en el trabajo, justamente en mi hora de almuerzo. Al tener un grado de responsabilidad mayor en la empresa, normalmente no tenía hora de almuerzo, comía cuando podía. Ese día recibí un mensaje, era Brendy enviándome un video donde saludaba preparando sus maletas.

En una de nuestras largas pláticas por las noche, ella me comentaba lo que haría como religiosa. Se iría a terminar de formar a Mexico, luego pasaría ganando experiencia por España, para comenzar su servicio como misionera en Africa. ¡Tenía la vida planeada! Y yo sin saber lo que desayunaría a la mañana siguiente.

Ese día en la oficina, recibo el video de Brendy, al preguntar si le habían adelantado la fecha de partida, me responde que no. Y en un texto corto y frío, escribió:
- Jose, me voy a mi casa.

En ese momento me sorprendió el mensaje, y cómo todo servidor de la iglesia, que trabajamos por las vocaciones, le pregunté si estaba segura. Afirmó que si.
Cómo amigo tenía que apoyarla en su decisión, recuerdo haberla escuchado muy triste y confundida antes de salir del convento. No podía hacer nada que no fuera acompañarla, y lo hice.
Me mantuve en contacto con ella hasta que llego a casa de su madre, aproximadamente a 10 horas de donde nos encontrábamos.
Varias veces la escuché llorar, confundida de su decisión y poco a poco, con oración y apoyo lo fue superando.

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