Despierto bañada en lágrimas.
La tierra está fría y se me ha pegado a la cara y al cuerpo. Hago amago de quitármela pero no me importa realmente, lo único que pienso es que he vuelto a soñar con ella.
Cada vez el sueño es más confuso, más real de lo que ya fue y, a veces, no sé con seguridad qué versión ocurrió.
Han pasado ya tres años desde que Idoia se fue. Aquella noche ella se marchó a la tierra a declararse a su amado y, si la aceptaba, no volvería a las profundidades, el lugar en el que nos criamos. Se quedaría en tierra sin volver a sentir su cola, viendo lentamente cómo sus poderes menguan y se transforman en otra cosa. He escuchado que nos llaman las brujas del mar. Quizá sea cierto y las que quedaron en tierra eran parte de nuestra raza. Quién sabe.
Aquella noche Idoia y yo teníamos un plan. Ella se marcharía pero yo buscaría en el agua el vórtice y me quedaría esperando junto a él por si cambiaba de opinión y decidía no renunciar a lo que nos hace ser lo que somos. La esperaría con un punto de luz asomando entre las aguas, cómo un pequeño faro al que poder acudir si sus planes se torcían.
Cada vez que salíamos a la superficie lo hacíamos a través de un vórtice, una espiral que nos envuelve y nos transporta al mar menos profundo y, una vez allí, somos libres de nadar por el mar o correr por las playas y la tierra. Nosotras elegimos. Sin embargo, este vórtice cambia de lugar y, a veces, de destino. Es caprichoso y a la vez, excitante. Por eso muchos de nosotros, cuando somos jóvenes, nos aventuramos al vórtice y esperamos con impaciencia lo que nos deparará en el viaje.
Si yo encontraba el vórtice de vuelta, mi hermana sabría dónde acudir, pues una vez que el vórtice hace su magia, no hay vuelta atrás.
La esperé.
Estuve horas en la noche esperando en el mar, nadando a contracorriente con la mano en la superficie y creando en ella una pequeña bola luminiscente que guiara a Idoia hacia mí.
Recuerdo que el vórtice comenzó a girar cada vez más fuerte hasta atraparme en su espiral. No era la primera vez, pero sentí un pánico indescriptible al saber que era la última oportunidad de mi hermana y que la estaba perdiendo para siempre. Giré sin control entre las burbujas que se formaron y tiró de mi cola hacia abajo, succionándome y trasladándome a las profundidades.
A veces, antes de despertar, veo la cara de Idoia, nadando rápidamente hacia mí y extendiendo sus brazos con urgencia para llegar al vórtice conmigo. Otras, ella no aparece y la pena en ambos casos me consume durante unos instantes para dejar paso a la tristeza.
Me gusta pensar que lo consiguió, que su amor fue correspondido y que ahora es feliz.
⸺ Buenos días, Liria.⸺ Cali se acerca a mí y me lanza una sonrisa. No he escuchado de su chapoteo al llegar a tierra. Estamos en una de las cuevas que se formaron bajo el mar y que aún el humano corriente no ha descubierto. Las dos solas. Supongo que estaba ensimismada por el sueño que he tenido.
⸺ Hola, peque. ¿Has descansado? ⸺ le pregunto.⸺ Yo sí, a diferencia de ti. Tu cara tiene un aspecto espantoso.
⸺ No todas tenemos un cutis real.
⸺ No empieces, Liria.
⸺¿Qué pasa? Real-mente tienes un cutis de alta gama.
⸺ Basta.
Cali empieza a enfadarse y yo sonrío como la niña traviesa que una vez fui.
⸺¿Por qué? ⸺rio ⸺. En real-idad tu pelo también es increíble.
A medida que digo estas palabras voy alejándome un poco de ella en el agua hasta adentrarme un poco más.
⸺ Te vas a enterar.